Visita a los ‘apartheid’ europeos

| 22 diciembre, 2013

AntigitanismoEuropaLUCÍA ABELLÁN y MIGUEL MORA. EL INFORMADOR MÉJICO.- Todos los dirigentes europeos, sin excepción, han glosado los méritos de Nelson Mandela. Muchos han pronunciado frases brillantes y han asistido a los funerales del hombre que venció al odio racial y al apartheid. Pero justo en la Unión Europea, donde la crisis no termina, el paro afecta a 25 millones de personas y hay 80 millones de pobres, la xenofobia y el racismo no dejan de aumentar.

El viaje comienza en Ostrava (República Checa). Aquí, los niños gitanos son enviados a escuelas especiales. Algunos comparten aulas con alumnos discapacitados, otros van a colegios sólo para gitanos. Muchos viven en barrios o pueblos separados del resto de la población y sin acceso a los mismos derechos. Un régimen de apartheid. Situaciones similares suceden en Hungría, donde el 90% de los gitanos están en el paro. En Polonia, donde muchos restaurantes no dejan entrar a romaníes. O en Rumanía, Eslovaquia, Eslovenia y Bulgaria.

Miroslav Turek, pedagogo social de la escuela Premysla Pittra, en Ostrava, se parece poco a cualquier profesor europeo medio. Tras 10 años de trabajo en una prisión y otro periodo en una casa de acogida infantil, este maestro se encarga ahora del grupo más problemático de un colegio en el que todos los alumnos son gitanos, a pesar de que el barrio recibe también a otras comunidades. Turek dice tutelar a 14 chicos de entre 13 y 15 años, aunque en la minúscula clase que regenta no se ven más de siete. “En noviembre sólo hubo ocho días en que asistieran todos”. Y precisa que trabaja con los padres para minimizar las ausencias.

A simple vista, Premysla Pittra no es una escuela diferente. Un centro más de enseñanza primaria, acogedor por los trabajos infantiles que adornan sus paredes. Pero este especialista debe emplearse a fondo en lecciones ajenas al programa educativo. “Durante tres meses, por ejemplo, me he dedicado a mostrarles la importancia de traer lápices a clase”, expone con admirable serenidad. El profesor no se da por vencido. Coopera con las familias y deja claras las reglas con métodos sencillos: tarjeta verde a la primera infracción, amarilla a la segunda, y a partir de ahí, orden de quedarse en clase después de que suene el timbre.

Premysla Pittra es una escuela segregada: sólo acoge a niños gitanos, en gran medida de entornos desfavorecidos que lastran sus resultados escolares. Pero aún existe una opción peor para estas familias con problemas más graves que la educación de sus hijos. Que los críos recalen en escuelas para “discapacidades mentales leves”, como las denomina el sistema. Debido a un perverso círculo vicioso, la mayoría de los que acaban allí son gitanos que no han superado la prueba de aptitud que determina en qué escuela ingresan los niños de seis años.

La segregación en las escuelas es un problema que afecta a toda Europa del Este. Y emerge como el símbolo de un mal mayor que recorre ya todo el continente: el odio a las minorías, con los gitanos, los árabes, los judíos y los negros como comunidades más perseguidas.

Al otro lado de Europa, en Holanda, Austria, Francia, Bélgica o Reino Unido, el poder político lleva algunos años tratando de convertir a las exiguas minorías gitanas en el chivo expiatorio de la crisis, o de la gestión de la crisis. Silvio Berlusconi abrió el fuego en 2008 censando y expulsando en masa a los gitanos en Italia; Nicolas Sarkozy tomó el relevo en 2010, y hoy el virus ha contagiado a los (supuestos) progresistas.

Así el apartheid económico y racial y el odio al diferente comienzan a ser una seña de identidad en muchos de los 28 países de la UE. El fenómeno inquieta a algunos observadores. Según ha escrito el filósofo francés Christian Salmon, “la política está siendo devorada por la xenofobia inherente al sistema económico neoliberal”. En Francia y Reino Unido, las pulsiones xenófobas han llegado desde la extrema derecha hasta la cúpula del Estado. El sociólogo galo Eric Fassin explica que las diatribas del ministro del Interior, Manuel Valls, contra los romaníes “legitiman el discurso racista del Frente Nacional y tratan de hacer olvidar a los votantes que el Gobierno socialista hace la misma política económica que Sarkozy”. El Ejecutivo socialista lleva meses derribando chozas de ciudadanos europeos (gitanos) sin realojar a sus 17 mil ocupantes —la mitad niños—, incumpliendo así la promesa electoral de François Hollande, las normas internacionales y la circular de Interior de agosto de 2012. La idea era tratar con humanidad y firmeza a las poblaciones “precarias”. Sólo queda la firmeza.

En paralelo, los racistas han dado un paso al frente y han ocupado las calles, las redes sociales y los medios. La ministra de Justicia, la guyanesa Christiane Taubira, ha sido comparada con un mono por una ex candidata del Frente Nacional, por una niña de 12 años en una protesta contra el matrimonio gay y por una revista de extrema derecha. Los ataques de la derecha populista contra la comunidad musulmana son ya tan corrientes que no son noticia. La novedad es que, según una reciente encuesta de la Agencia de Derechos Fundamentales, el 85% de los judíos franceses creen que el antisemitismo es un problema en su país —frente al 66% de la media europea—.

En Reino Unido, la cosa parecía ir mejor. Pero hace unos días, el primer ministro, David Cameron, se subió a la ola antigitana con un artículo en Financial Times en el que anunciaba que exigirá a Europa medidas para regular la inmigración, y se refería a los “nómadas” rumanos y búlgaros diciendo que su Gobierno les negará los derechos que concede a otros inmigrantes, como las ayudas sociales para vivienda y desempleo. Eso sí, Cameron recurrió al eufemismo, al escribir que Londres deportará a los “inmigrantes europeos que pidan limosna o duerman al raso”

ASÍ SE VEN

> Los europeos de etnia gitana están excluidos de la vida económica, social y política. Comparados con los no romaníes, son más pobres, sufren más el desempleo, estudian menos años y tienen menos acceso al agua potable, al alcantarillado y a la electricidad.

> Los gitanos tienen más probabilidades de sufrir enfermedades crónicas y menos acceso al sistema de salud. Las gitanas son la población menos favorecida de la UE. Las jóvenes que se casan y tienen hijos antes de los 20 años duplican la media de las no gitanas y tienen menos probabilidades de completar su educación.

> La mitad de los gitanos dicen haber sentido discriminación en el último año.

> El 90% de los gitanos viven por debajo de los niveles nacionales de pobreza.

> Un tercio de los gitanos están en paro.

> El 67% de los que trabajan tienen empleos sin cualificar o poco cualificados, frente al 16% de los no gitanos.

> El 30% de los gitanos con educación universitaria están en paro, frente al 14% de los no gitanos.

> El 45% vive en viviendas en las que falta al menos uno de estos elementos: cocina techada, baño, ducha o luz.

> El 40% vive en comunidades donde al menos una persona se fue a la cama con hambre una vez en el último mes.

* Encuestas de la Agencia de Derechos Fundamentales de la UE y del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizadas en 2011 a partir de 102 mil entrevistas personales (el 20%, a ciudadanos gitanos; el resto, a sus vecinos no gitanos) en Bulgaria, República Checa, Francia, Grecia, Hungría, Italia, Polonia, Portugal y España.

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