Una teoría xenófoba del presidente desata una ola racista en Túnez

, | 25 febrero, 2023

La Vanguardia/EFE/Laura Fernández Palomo.- El marfileño Lou y la ecuatoguineana Marie, nombres ficticios, no salen de casa estos días. Se esconden de los arrestos masivos pero también de las agresiones que se extienden por Túnez desde que su presidente, Kais Said, señalara este miércoles a los migrantes subsaharianos como una amenaza demográfica para el país.

El jefe de Lou le ha pedido que no vaya a trabajar por su situación irregular, que ya lo llevó a la cárcel en enero. Marie, que tiene residencia por estudios, evita la calle tras el episodio de acoso sexual que vivió un día antes, cuando dos hombres la persiguieron hasta la puerta de su domicilio, relata a EFE desde el salón de su casa.

Las declaraciones de Said -aplaudidas de inmediato por el excandidato a las presidenciales en Francia de la extrema derecha y defensor de la teoría conspiratoria del «Gran Reemplazo», Eric Zemmour- apuntaban a un plan urdido a principios de siglo para asentar inmigrantes irregulares del África subsahariana. En ese plan habrían participado partidos políticos que recibieron grandes sumas de dinero desde 2011, año de la revolución, dijo Said.

Las denuncias de agresiones en calles, taxis y tranvías así como en las redes sociales no tardaron en dispararse, ante lo que la sociedad civil denunció la «incitación al odio» del discurso oficial y convocó para hoy una manifestación como rechazo a la retórica «racista».

El presidente tuvo que matizar que no respondía a una «discriminación» sino a la necesidad de abordar la migración irregular, pero la «psicosis» caló en toda la población negra ahora atemorizada: «como nunca antes durante estos seis años que llevo en Túnez», asegura Marie. Al igual que Lou, pide a EFE ocultar su identidad.

CAMPAÑAS DE DETENCIONES

El Foro Tunecino para los Derechos Económicos y Sociales (FTDES), una ONG que vigila el fenómeno migratorio, denunció este mes arrestos masivos de cientos de migrantes irregulares. Una escalada con respecto a campañas anteriores en las que había sido detenido Lou, que, tras entrar legalmente como jugador de fútbol, perdió la residencia provisional de tres meses al quedarse sin trabajo.

«La policía está expulsando e intentando reagrupar a la gente que no está en situación regular y está siendo muy difícil para nosotros», reconoce Lou al tiempo que asegura que muchos de sus amigos quieren volver a sus países de origen pero «no pueden pagar las multas» en las que han incurrido durante su estancia irregular.

Túnez, país de tránsito en la ruta migratoria hacia Europa, acoge actualmente unos 21.000 migrantes en una población de 12 millones, según FTDES, debido a la «externacionalización de fronteras» de la UE, que apoya a los países norteafricanos para contener las salidas por el Mediterráneo.

Por su situación personal, con su pareja embarazada, Lou no puede plantearse «echarse al mar» como planean muchos de sus conocidos que, a su vez, tampoco pueden volver a su país de origen ni contemplan ahora Túnez como un país para asentarse. Bloqueados.

DE LAS DETENCIONES AL ACOSO

Al menos 40 de los detenidos en las campañas de febrero tenían residencia por estudios, eran regulares, denunció la Asociación de Estudiantes y Becarios africanos en Túnez (AESAT), que ha pedido a sus miembros no asistir a clase estos días, «hasta que la situación se calme».

Marie, termina este «complicado» año su grado de informática en un centro privado, y ya «desea volver» a casa: «Ahora mismo nos sentimos un poco acosados, nos miran, los taxis no nos quieren coger. Es un poco desagradable, da rabia», manifiesta.

La peor experiencia la vivió un día antes de encontrarse con EFE, cuando dos hombres la siguieron hasta el descansillo de su edificio y se bajaron los pantalones. Entró corriendo a casa y pudo cerrar la puerta antes de que algo pasara, cuenta.

«No sé exactamente lo que ha cambiado. Hay una agresividad por parte de la sociedad tunecina que no habíamos vivido», lamenta Marie del mismo modo que valora las muestras de apoyo de otra parte de la población, que representa la manifestación contra el racismo convocada hoy.

«Ninguna discriminación racial puede provenir del país cuyo antiguo nombre era Ifrikiya», matizó Said; mientras el ministro tunecino de Exteriores, Nabil Ammar, escenificó ayer viernes en un encuentro con embajadores de países subsaharianos el compromiso de Túnez de proteger a los residentes extranjeros.

Aún así, la ola de racismo se propaga hasta alcanzar no solo a los subsaharianos sino a la población negra tunecina, según ha tenido conocimiento EFE, incluido una agresión física ayer en el centro de la capital.

«Como en todos los países no se puede generalizar», suaviza Lou que recuerda la buena relación que ha tenido hasta ahora con los tunecinos, también amigos, «pero (las autoridades) quieren que salgamos del país inmediatamente y eso sí que da miedo», expresa.

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