Un indigente portugués esclavizado en Vigo: «Estoy muy agradecido a mi jefa, me trata bien y no me pega»

| 5 junio, 2019

Algunos indigentes acusaron a la Policía que los rescató de mentir y aseguran que solo estaban allí para ayudar a unos amigos

E.V. PITA. LA VOZ DE GALICIA.- Bolsa de miseria a escasos metros del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. Los indigentes portugueses supuestamente esclavizados para hacer palés en un poblado de chatarreros de la Baixada ao Castelo, en Bembrive, acusaron a la Policía de decir mentiras. Aseguran que solo trabajaban hasta la puesta de sol, podían entrar y salir voluntariamente y que cobraban mediante un sistema en el que se repartían las ganancias con el jefe.

Uno de ellos, bajo obligación de decir la verdad, declaró en la Audiencia: «Estoy muy agradecido a la jefa, me tratan muy bien, no me pegaron nunca, solo un día que estaba borracho». La mayoría de los perjudicados que testificaron hoy insistieron en que eran «amigos» que venían a ayudar al asentamiento sin cobrar porque era madera para hacer leña para el churrasco. Otros explicaron que les ofrecieron en Portugal el trabajo y recibían una paga de 10 o 15 euros a la semana para sus gastos y el resto del salario lo guardaba la jefa para que ahorrasen, aunque no sabían cuánto ganaban ni ellos mismos. 

Un jefe de la Policía de Fronteras relató en la segunda vista en la Audiencia que la Policía judicial de Oporto contactó en el 2017 con la comisaría de Vigo para localizar a unos desempleado e indigentes  portugueses que vivían en unas chabolas de Poboa de Varzim y que sospechaban que podían estar atrapados en un campamento gitano de Vigo. Los agentes fueron a inspeccionar y los encontraron arreglando palés sin medidas de protección ni higiene, ni contrato. Dormían en autocaravanas. Uno contó: «Me aseaba dos veces a la semana en casa de la jefa». Negaron terminar su jornada de noche, como dice la Fiscalía, sino a las seis de la tarde.

Otros indigentes no fueron localizados. Algunos siguen en el mismo asentamiento de Vigo pero «ahora solo trabajamos tres horas al día».

La Policía descartó un caso de trata de seres humanos y acusó a los jefes de un delito de explotación laboral y contra los derechos de los trabajadores. Les sorprendió que las supuestas víctimas considerasen sus condiciones laborales como «normales».

Hallaron en Cabral un segundo campamento donde hallaron a más lusos desaparecidos reparando palés.

La Fiscalía, al término del juicio, indicó que uno de los siete indigentes portugueses explotados en el poblado vigués vivía en una situación de «sumisión» respecto a sus patrones, quienes abusaban de su situación de marginalidad y necesidad. La forense admitió que era psicológicamente «sumiso», incapaz de enfrentarse a sus empleadores, que le imponían el salario que querían aprovechándose de él, un extranjero con bajo coeficiente. Al ser extranjero estaba excluido, no sabía nada de la ciudad española donde vivía y, según la forense, aunque tenía 46 años, su salud correspondía a la de alguien de 70 años. Según la Fiscalía, esta persona es tan vulnerable que carece de habilidades sociales para denunciar su situación en comisaría ni para pedir ayuda a los asistentes sociales. No se enfrentaba a sus empleadores y vivía bajo sus órdenes. «Los jefes se aprovechaban de su necesidad y decidían cuánto cobraba y cuándo comía y se aseaba», dijo la Fiscalía.

La Fiscalía recordó que un veterano inspector laboral aseguró en el juicio que las condiciones de trabajo eran «deplorables» y «nunca había visto nada igual» en su larga carrera profesional.

La defensa alega que la Policía no comprobó si esos palés eran para la venta y que los supuestos indigentes ya tenían experiencia previa en la industria lusa. El abogado reprochó que, si las situación era tan marginal, por qué no intervinieron los asistentes sociales de Vigo.

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