Las conclusiones de una politóloga infiltrada en las ‘patrullas vecinales’ de la extrema derecha en Alemania

| 30 noviembre, 2019

La politóloga y periodista alemana Nina Bust-Bartels se ganó la confianza de tres ‘patrullas ciudadanas’ de ideas xenófobas y neonazis. Según explica a eldiario.es, en todos los casos los inmigrantes acababan siendo señalados como los responsables de los problemas de seguridad. Los patrulleros del partido neonazi en Berlín obligan a abandonar lugares públicos a indigentes extranjeros que venden periódicos o piden limosna

ALDO MAS. ELDIARIO.ES.- Nina Bust-Bartels se presentó como una «inocente estudiante de doctorado» que quería conocer las «patrullas vecinales» que, por regla general, circulan por la noche en busca de criminales para pillarlos infraganti en Alemania.

No sabían los responsables de las patrullas a las que acompañó que su mirada iba a ser crítica. Porque Bust-Bartels también es periodista. Ha escrito para medios de linea editorial izquierdista como el semanario Die Freitag y ahora es un referente nacional a la hora de hablar sobre estos «ciudadanos-patrulleros».

Su tesis doctoral está ya casi lista. Está previsto que el año próximo salga publicada en forma de libro. Bust-Bartels cita a eldiario.es en un café-bar del multicultural barrio de Neukölln, en el sur berlinés. Allí explica cómo contactó con una buena veintena de ‘patrullas ciudadanas’ de Alemania con el objetivo de escribir su tesis sobre este fenómeno. Las contactó a través de redes sociales, a partir de un perfil personal que creó para la ocasión. Sólo tres de esos grupos aceptaron a la «inocente investigadora» de la Universidad de Marburgo.

«Me llevaron con ellos a patrullar como si yo fuera alguien a quien iniciar. Iban en plan: ‘te enseñamos el mundo y cómo es el mundo’. Trataron de persuadirme de la bondad de sus opiniones'», dice esta politóloga nacida hace 34 años en Gotinga (centro germano). «Lo que me ayudó para que me aceptaran fue, sobre todo, que vieron a una mujer joven y rubia, y también que me hice la inocente para ganarme su confianza», cuenta Bust-Bartels, que asegura que puede que algunos de sus interlocutores vieran en ella una «neonazi en potencia».

Así, en Berlín, acompañó por el centro de la ciudad a un grupo de neonazis de la iniciativa «Zonas de protección» del Partido Nacionaldemócrata de Alemania (NPD), una pequeña formación más conocida como «el partido neonazi alemán». El NPD mantiene algo más de 50 de estas zonas en toda Alemania, según las cuentas de Bust-Bartels.

En Sajonia, en un pueblo no lejos de la ciudad de Chemnitz – la ciudad en la que extremistas de derechas se lanzaron a la «caza a inmigrantes» el año pasado –, Bust-Bartels «patrulló» con un grupo de personas liderado por un hombre afín a las tesis del Movimiento de los Ciudadanos del Imperio, un peligroso grupúsculo con miles de miembros que rechazan la legalidad vigente de la República de Alemania.

Estos «ciudadanos» conspiranoicos dicen vivir en una democracia liberal impostada donde en realidad mandan aún las fuerzas aliadas que ganaron en la Segunda Guerra Mundial. Para ellos, aún no hay paz entre Alemania y Estados Unidos y sus aliados porque el III Reich no firmó ninguna paz. En realidad, no se firmó nada en ese sentido porque a finales de la gran conflagración no quedaba ni la más mínima expresión de administración germana que pudiera firmar dicha paz.

La creencia de que la amenaza viene de fuera

En un pueblo situado en los alrededores de Coblenza (oeste alemán), la politóloga patrulló «empotrada» junto a un grupo de vecinos que decía velar por la seguridad de la localidad, una pequeña población de gente acomodada de unos 300 habitantes y con un alcalde socialdemócrata. «En este caso, los miembros y responsables de la patrulla ciudadana se distanciaban completamente de los neonazis». Decían: ‘no somos nazis ni queremos serlo. Sólo trabajamos con la policía'», recuerda Bust-Bartels. «Aunque aquí la ideología no jugara un papel primordial, lo que predominaba en las tres patrullas que visité es una sensación de amenaza por culpa de los extranjeros», abunda la politóloga.

En el caso de Coblenza, los «ciudadanos-patrulleros» tenían fijación por toda aquella persona con orígenes en el este europeo. «Decían que había bandas de rumanos que robaban en las casas, lo que ya empieza a movilizar estereotipos racistas contra la gente del este de Europa, a los que reprochan ser ladrones», explica Bust-Bartels.

En Sajonia, los ciudadanos con los que ella patrulló estaban movilizados por culpa, supuestamente, de los refugiados, a los que responsabilizaban de unas agresiones sexuales que las autoridades nunca pudieron confirmar. «Ellos decían que en esa población sajona hubo tres supuestas agresiones sexuales a tres chicas de 16 años. La policía no encontró a nadie responsable de esos actos, pero en la patrulla estaban seguros de que eran menores inmigrantes no acompañados que viven en el lugar», señala Bust-Bartels, que se muestra escéptica ante las explicaciones que dan los responsables de las iniciativas a las que dedica su tesis doctoral.

Patrullando a pesar de la fuerte presencia policial

El caso más hiriente sobre lo cuestionable que resultan estas patrullas es el que relata sobre Berlín. Porque si todas las patrullas estudiadas por Bust-Bartels se justificaban diciendo que en sus pequeñas poblaciones no había suficiente policía, la patrulla del NPD en el centro de Berlín decía lo mismo, a pesar de que la presencia policial en el centro de la capital alemana es apabullante.

«Todas las patrullas dicen que patrullan porque no hay suficiente policía. En Sajonia y en Coblenza, yo estuve en lugares donde la guardia policial más cercana está, digamos, a unos 10 kilómetros. Pero el NPD hace esto mismo en el corazón Berlín, frente del Bundestag, donde hay muchísima policía», sostiene Bust-Bartels.

Así, en el centro de Berlín, ella asistió escenas en las que los militantes y patrulleros del partido neonazi obligaban a abandonar lugares públicos a indigentes extranjeros que vendían periódicos y pedían limosna.

«En mis noches con las patrullas, no vi a nadie agredir a nadie. Aunque, con el NPD lo que vi fue algunos empujones, era un ejercicio de poder sobre otras personas», subraya la politóloga. Del mismo modo, en la población situada en los alrededores de Coblenza, Bust-Bartels asistió a una escena que también suponía sometimiento de otras personas a la voluntad del grupo de patrulleros.

«Una noche, los miembros de la patrulla se acercaron a los propietarios de un coche con matrícula polaca. Éstos tuvieron que explicar qué hacían allí. Resulta que estaban parando en la casa de un vecino. La patrulla llamó por teléfono al vecino y éste dijo que efectivamente, que se estaban quedando en su casa. Y ahí quedó la cosa», cuenta Bust-Bartels.

Esas anécdotas sirven a la politóloga para constatar que las patrullas constituyen «una instancia a la que uno tiene que dirigirse si los patrulleros quieren, una instancia a la que dar explicaciones; porque son gente que acaba llamando a la policía en algunos casos».

Además, «la mirada de las patrullas en sus salidas siempre es la misma, a saber, que la gente de fuera es un peligro, porque, según ellos, el peligro nunca viene de la gente de la comunidad local, siempre de fuera», según Bust-Bartels.

Explotando la sensación de inseguridad

A su entender, las patrullas ciudadanas son iniciativas muy cuestionables. Actualmente Alemania presenta datos de criminalidad en mínimos históricos. Los 5,5 millones de delitos registrados en 2018 suponen valores «mínimos en décadas», según los términos del ministro del Interior, Horst Seehofer. Tanto entre 2018 y 2017 como entre 2017 y 2016, el número de delitos descendió en Alemania.

Sin embargo, las «patrullas ciudadanas» parecen moverse en otro mundo. «Las patrullas actúan bajo el sentimiento de inseguridad y el de amenaza, pero ese sentimiento no tiene nada que ver con amenazas reales», según Bust-Bartels.

También actúan, según estima esta politóloga, porque en el país de la canciller Angela Merkel, la ultraderecha y la extrema derecha están animado a la población a desarrollar estas iniciativas sin tapujos. «Desde 2016 se ha registrado un cambio en el ambiente político. Ahora tenemos un debate público en el que el tono se ha movido hacia la derecha. Ahora las voces de extrema derecha, al menos en relación a los refugiados y a la inmigración, se han hecho mucho más presentes», expone Bust-Bartels.

«Esto ha facilitado, por ejemplo, que la gente que era ya latentemente de extrema derecha o simpatizante con las ideas de extrema derecha, voten a AfD, por ejemplo, y también que sean capaces de salir a la calle en patrullas. Porque en este contexto, la gente de extrema derecha ahora se atreve a organizarse», abunda la experta, señalando al partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD).

En este contexto de pujanza de la ultraderecha – AfD logró en 2017 entrar en el Bundestag donde ejerce como principal partido de la oposición – el fenómeno de las patrullas ciudadanas es una realidad «creciente», según convienen en afirmar los expertos.

Bust-Bartels cita, en este sentido, los trabajos de Anika Hoffmann, otra investigadora que ha estudiado en profundidad el fenómeno de las «patrullas ciudadanas». En diciembre de 2016, Hoffmann llegó a contar en Alemania la existencia de medio millar de cuentas de grupos de «patrullas ciudadanas» activas en Facebook.

Una situación legal nebulosa, con «riesgo de terrorismo»

Ese dato se podría relativizar, porque, según precisa Bust-Bartels, las «patrullas ciudadanas» se «forman rápido y evolucionan rápido también, e incluso puede que se formen y que nunca salgan a la calle». Oficialmente, no existe una cuenta del número de «patrullas ciudadanas activas», porque tanto «la policía como la Oficina Federal para la Defensa de la Constitución [los servicios secretos alemanes] sólo las registran cuando hacen algo condenable por la ley», señala Bust-Bartels.

«La policía no puede hacer mucho en contra de las patrullas. Puede hacer controles de identidad a los miembros de las patrullas, complicando un poco su actividad. Pero eso no se hace en todas partes», agrega la experta.

En Alemania, las patrullas ciudadanas se mueven legalmente en una zona gris. En teoría, sólo el Estado cuenta con el monopolio de la violencia. Pero, según Bust-Bartels, todas las patrullas ciudadanas, independientemente de quien esté detrás de las mismas, aluden al artículo 120 del Código del Proceso Penal germano. En él se reconoce que si alguien es testigo de un crimen, se puede «detener temporalmente» al supuesto autor de los hechos hasta la llegada de los responsables de la fiscalía o de la policía para identificar al retenido.

Con todo, las «patrullas ciudadanas» parecen ser, más que una solución, un problema. Así, en sede parlamentaria, el Gobierno alemán reconocía a principios de este mes de noviembre que tras esas iniciativas ciudadanas hay un «potencial terrorista de extrema derecha». Con esos términos respondía el Ejecutivo de Merkel a una pregunta en el Bundestag procedente del grupo parlamentario del partido izquierdista Die Linke.

No en vano, el año pasado, la Patrulla Ciudadana Freital, un grupo también llamado Patrulla Ciudadana FTL/360 o Grupo Freital, fue considerada grupo terrorista. Sus ocho integrantes – siete hombres y una mujer – fueron condenados a penas de cárcel de entre cuatro y diez años de cárcel por haber creado una «organización terrorista» de extrema derecha. Las actividades de esa «patrulla ciudadana» consistieron, entre otras cosas, en dirigir sin éxito artefactos explosivos contra hogares de acogida para refugiados.

HISTÓRICO

Enlaces internacionales