La ultraderecha explota un descontento más allá del rechazo a refugiados

| 1 octubre, 2017

Según el politólogo Hajo Funke, el programa electoral de la AfD es más radical y nacionalista que hace unos meses

MARÍA PAZ LÓPEZ. LA VANGUARDIA.- Uno de los mayores orgullos de Pirna, una pequeña localidad del este de Alemania a 20 minutos de tren de Dresde, es que la pintó Canaletto. Entre 1753 y 1755, el artista veneciano produjo aquí, por encargo del rey de Sajonia Augusto III, once vistas de la ciudad. En el cuadro más famoso se aprecia la plaza del mercado de Pirna con un edificio de airo­so gablete, que ha sobrevivido al correr de los siglos. Lo han rebautizado Canalettohaus y ahora alberga la oficina de turismo.

Esta villa de 39.000 habitantes ejerce de puerta de entrada a la ­comarca de la Suiza Sajona, que lleva ese nombre porque en el si­glo XVIII dos artistas suizos vieron en su paisaje similitudes con el macizo helvético del Jura. La Suiza Sajona tiene tirón para los amantes del senderismo, y las autoridades regionales y locales lo fomentan tanto como se explayan en proclamar las referencias pictóricas. Es un sitio francamente bonito.

Pero entre muchos de sus habitantes hay malestar. Dos tipos de malestar, para ser exactos.

En este distrito electoral, con 202.524 electores, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD) fue el más votado en las elecciones generales del pasado domingo. Cosechó el 35,5% de los votos, con gran ventaja sobre el segundo clasificado, la Unión Cristiana Demócrata (CDU), el partido de la canciller, Angela Merkel, que tuvo el 25,6%.

pirna alemania sajonia

Más aún: en el conjunto de Sajonia –y pese a que en los distritos del oeste tuvo resultados menos abultados–, la AfD se llevó el 27% de los votos, haciendo de este land oriental el único en toda Alemania en que esta formación de ultraderecha fue el partido más votado. Y en el cuadro general, en fin, entre los flecos de la pírrica victoria de Merkel –que la obliga a intentar formar gobierno con los liberales y los ecologistas–, destaca la entrada en el Bundestag (Cámara Baja) de un partido de ultraderecha por primera vez desde la posguerra.

“El programa electoral de la AfD es aún más radical y nacionalista que hace unos meses, y desde luego, más que cuando se fundó el partido en el 2013; pero sigue siendo un partido de protesta, que absorbe el descontento social”, sostiene Hajo Funke, politólogo emérito de la Universidad Libre de Berlín, especialista en extrema derecha. A su juicio, “en los länder del este, la CDU ha fracasado en la tarea de tener a raya a los agitadores del odio y a los violentos en todo lo referente a la crisis de los refugiados”. La llegada a Alemania desde el 2015 de más de 1,3 millones de solicitantes de asilo –la mayoría, gracias a la decisión de la canciller Merkel de abrirles las fronteras aduciendo “motivos humanitarios”– ha sido la gran baza de la AfD en estos comicios. La formación detectó y explotó ese malestar.

En la bella y tranquila Pirna –donde según las estadísticas viven 512 refugiados–, uno de cada tres ciudadanos votó a Alternativa para Alemania. Y eso inquieta al resto de los votantes del lugar. Ese es el otro malestar, el de quienes se preguntan por qué sus vecinos han apostado por un partido de tales contornos. Por ello, este jueves se congregaron en la biblioteca municipal unos 60 ciudadanos preocupados –en la sala no cabían más– para la presentación de un libro que ha escocido en estas tierras. Es una antología de artículos y reportajes sobre ultraderecha y sus oponentes en Sajonia, subtitulada ­ Zwischen Wut und Willkommen (Entre la furia y la bienvenida), compilada por el periodista Matthias Meisner y la activista Heike Kleffner.

“La falta de distinción sobre la derecha radical ha ayudado a la AfD; no es ningún secreto que algunos candidatos de la CDU en Sajonia piensan parecido a la AfD, y entonces la gente acaba votando al original”, reflexiona Meisner. “En los últimos tiempos hemos asistido a una normalización de la extrema derecha; sus líderes ya no tienen aspecto de neonazis, sino de profesionales”, lamenta Kleffner, quien recuerda que en Sajonia había un poso previo al éxito de la AfD. Así, el partido de extrema derecha NPD –que aún existe– tuvo representación en el Parlamento regional del 2004 al 2014, y cada lunes sigue ­celebrándose en Dresde la mani­festación antiinmigración de Pegida (Europeos Patrióticos contra la Islamización de Occidente).

Pero no se trata sólo de eso, alertan estos días los analistas en prensa. Está también la brecha este-oeste, que parece volver a agrandarse más de 25 años después de la reunificación. Hay bolsas de alemanes de los länder de la antigua RDA comunista que se sienten ignorados, despreciados y desatendidos por las élites políticas allá en Berlín y por los partidos tradicionales, tanto la CDU como el SPD socialdemócrata, y que consideran que la AfD sí habla de sus problemas, sean reales o percibidos.

El principal sigue siendo el rechazo a los migrantes, vistos como portadores de un islam invasor y de un riesgo para la identidad alemana, y que consumen recursos públicos que deberían ser para alemanes, además de representar un peligro para la seguridad ciudadana. Todo ese argumentario figura, sin demasiados eufemismos, en el programa electoral de Alternativa para Alemania, y funciona para todo el país.

Pero hay otros asuntos, más específicos del este, que la ultraderecha ha sabido cabalgar con maestría, como la preocupación por la delincuencia a lo largo de las fronteras polaca y checa, el hecho de tener salarios un 20% más bajos que los de los länder occidentales o el afecto hacia Rusia, que subsiste.

En un céntrico jardín de Pirna, entre parterres primorosos, un grupito de ancianos entretenía al sol la mañana de este viernes. Que una periodista española haya venido hasta aquí y les pregunte sobre política no puede significar nada bueno. Pero accedieron a conversar, siempre y cuando no se mencionaran sus nombres. Estas son algunas respuestas a preguntas concretas. “Son unos engreídos, no hacen nada y luego se quejan de que la gente no les vote”, dice uno sobre los políticos establecidos. “En la CDU hay buena gente, en la AfD también”, contemporiza una señora. “Roban coches sin parar, esto no puede seguir así, necesitamos más policía”, afirma otro sobre la delincuencia fronteriza. “Hay que ayudar a los refugiados en su país, no traerlos aquí; aquí también hay gente con dificultades”, apunta un tercero. “¿Qué haría usted si España se llenara de musulmanes? No queremos eso en Alemania, el islam no es parte de Alemania”, interpela el anterior.

La AfD tiene pendiente de abrir en Pirna una oficina de atención al ciudadano que visitará por horas André Barth, diputado regional en el Parlamento sajón. Barth no respondió a los correos de esta cronista para solicitar una entrevista. Pero el lema en su página web ilustra cómo su partido gana adeptos entre habitantes de una ciudad inmortalizada por Canaletto, que temen ahora a los extranjeros traídos por los vientos de la historia. El lema dice así: “Menos diputados, más policías”.

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