Inmigración y coronavirus, cuando el estigma es doble

, | 19 abril, 2020

Así pasa sus días el grupo de más de medio centenar de refugiados que fueron rechazados por un alcalde del PP y que son utilizados por VOX para construir agravios

PABLO D. ALMOGUERA. EL MUNDO.– Sus rostros se colaron en los medios de comunicación de todo el país las pasadas Navidades. Protegiéndose de las bajas temperaturas con lo que podían, se agolpaban en los albergues y comedores sociales de Madrid buscando un plato de comida y un sitio en el que pasar la noche. Venezolanos perseguidos por sus ideas que escapaban del régimen de Nicolás Maduro, hondureños que huyeron de su país para salvar la vida o colombianos en similares circunstancias.

Refugiados, familias con hijos, que tratan de construir un futuro mejor y que en los últimos días han sido objeto de una campaña de rechazo tras detectarse siete casos de coronavirus en el centro dependiente de la Cruz Roja de Almería al que fueron trasladados a principios de año. Una polémica aderezada con ignorancia y desinformación; carnaza para discursos políticos de baja estofa en tiempos de pandemia.

Tras su periplo por las calles madrileñas, este grupo de ciudadanos sudamericanos llegó a la capital almeriense a principios de año. Ingresaron en el Centro de Atención de Emergencia y Derivación (CAED), gestionado por la Cruz Roja, donde han recibido ayuda y son orientados en distintos ámbitos para favorecer su integración.

«Entre ellos encontramos a enfermeros, biólogos o maestros», señala Francisco Vicente Ariza, coordinador provincial de la citada organización, quien agrega que «son gente preparada que está empezando de cero».

La propia concesión del estatus de refugiado refleja su complicada situación: perseguidos, amenazados y obligados a huir con sus seres queridos para -en muchos casos- salvar la vida. «Hay venezolanos, hondureños, colombianos que reunieron el dinero suficiente para comprar unos billetes de avión y, junto a sus hijos, vinieron a España prácticamente con lo puesto».

La mayoría de ellos aterrizaron en Madrid, donde deambularon por sus calles en busca de un lugar para cobijarse del frío invernal y un comedor en el que echarse a la boca algo caliente. Era el germen de una crisis de refugiados que saltó a los medios cuando las colas en los albergues comenzaban a perderse en la distancia y las autoridades fueron conscientes de la precaria situación de estas personas.

La estancia en el centro almeriense ha sido una etapa en la que recuperar el aire tras la huida. Un momento de estabilidad para fijar metas futuras, un paréntesis para recuperar fuerzas e intentar ofrecer oportunidades a sus hijos. Pero como en todo el mundo, se han visto sacudidos por la pandemia del Covid-19. «Se detectaron siete casos positivos, que rápidamente fueron aislados» para evitar la propagación de la enfermedad, manifiesta Francisco Vicente, quien explica que cada una de estas familias ocupaba una habitación de unos 10 metros cuadrados y que eso limitó notablemente los contagios.

No obstante, al haber en el centro instancias ocupadas por grupos más numerosos, y ser necesario reducir el aforo total a la mitad, Cruz Roja, la Delegación de Salud y la Subdelegación del Gobierno decidieron trasladar a unas 70 personas que «no habían tenido contacto con los diagnosticados, estaban completamente sanas y pertenecían a los grupos de riesgo». Así, el 90 por ciento de los elegidos eran familias de refugiados de origen sudamericano, mientras que el resto eran mujeres de origen subsahariano con hijos o embarazadas.

Estas personas se encuentran desde hace unos días en el hotel Cabo de Gata de Senator Hotels & Resorts que, gracias al acuerdo suscrito con las administraciones y organizaciones implicadas, ha podido retomar la actividad y ofrecer una solución habitacional a gente necesitada.

«Están felices, contentísimos», señala Francisco Vicente, quien detalla que «llevaban un mes encerrados en sus habitaciones, saliendo de ellas únicamente para ir al aseo y sin televisión para entretenerse, ya que la sala común en la que estaba instalada se clausuró». Ahora tienen un baño y tele para ellos y una terraza en la que pueden tomar el aire. Van al comedor, «donde cada familia tiene asignada una mesa, convenientemente separadas entre sí», y «a diario se les toma la temperatura y se evalúa su estado».

El coordinador de Cruz Roja asegura que -hasta el momento- todos presentan un buen estado de salud y agrega que se ha establecido un protocolo que incluye una estancia que se ha reconvertido en enfermería donde se aislaría a cualquier persona que presentase síntomas. Al ocupar una veintena de las más de 200 habitaciones que tiene el establecimiento hotelero, se incrementan los efectos positivos del confinamiento.

Aunque esta situación ha supuesto un parón en los trámites administrativos que habían iniciado muchos de ellos, y ralentiza sus posibilidades de poder iniciar una nueva vida, «lo entienden perfectamente y son muy respetuosos», explica Francisco Vicente, que sí atisba cierta incomprensión o incredulidad entre los inmigrantes subsaharianos. «Hay que tener en cuenta que toda su historia está marcada por las pandemias. Son gente que convive con el ébola, la malaria o el sida; se ríen del coronavirus».

RECHAZO DE ALGUNOS POLÍTICOS

Pero el desenlace positivo de este traslado ha estado precedido de una agria polémica en la que la desinformación ha sido precursora de decisiones y lecturas políticas discutibles y reprochables.

El primer dato erróneo que circuló es que estas personas eran los ocupantes de una patera interceptada el pasado 30 de marzo y en la que viajaban 79 personas. «Nunca fueron acogidas por Cruz Roja Almería, sino por otras entidades», zanja el coordinador provincial de esta organización.

El plan inicial era que las familias de refugiados -«completamente sanos»- se alojasen en un hotel de Alhama de Almería, cuyo alcalde, Cristóbal Rodríguez (PP), expresó su rechazo. En un comunicado hecho público el pasado día 10, el regidor defendió que «cualquier decisión que se adopte debe tomarse mirando por el bien general» y, a pesar de que estas personas iban a alojarse en un establecimiento privado, lamentó no haber sido informado con antelación. Según explicó, ante esta situación, se vio obligado a informar a la ciudadanía, causando un revuelo que llevó a la Cruz Roja y a la Subdelegación del Gobierno a buscar una alternativa, que esta última institución ha justificado por la cercanía a una residencia de ancianos.

Este cambio de planes generó cierto nerviosismo entre los refugiados , que ya tenían las maletas hechas y que no eran ajenos a lo que se estaba diciendo de ellos. Finalmente, se mostraron comprensivos y acataron «escrupulosamente» las indicaciones cuando se les explicó que serían instalados en otro complejo hotelero.

Aunque esta solución tampoco ha sido del agrado de otros dirigentes políticos. Jorge Buxadé, portavoz de Vox, utilizó este caso para asegurar que el Ejecutivo central «aloja a inmigrantes irregulares en hoteles de lujo» y, en un intento de crear un agravio comparativo, reprochó que «les facilita mascarillas, geles y otro material de protección».

«Parece que les molesta que se ofrezcan unas condiciones dignas a estas personas», lamentaba el coordinador de Cruz Roja, quien, frente a los que propagan «la idea del negro que viene a infectarnos», aclara que fue el personal externo quien contagió el virus a los internados en el CAED.

La Delegación del Gobierno de Andalucía, a preguntas de este periódico, no ha querido precisar si ha interpuesto una denuncia o abierto un expediente al alcalde de Alhama de Almería por su actitud ante la llegada de este grupo de refugiados a su municipio. Mientras, el CEO y vicepresidente de la cadena Senator Hotels & Resorts , José María Rossell Massachs, informó de que Sanidad ya ha visitado el Senator Marbella Spa Hotel, en Marbella (Málaga), para una posible cesión de dichas instalaciones

HISTÓRICO

Enlaces internacionales