El resurgir de la ultraderecha alemana: la intolerancia crece a un ritmo preocupante

| 15 marzo, 2016

ALEX GORLACH. THE HUFFINGTON POST.-

Fundador de la revista ‘European Magazine’ y asesor principal del Berggruen Institute

Alemania acudió a las urnas el pasado domingo para celebrar unas elecciones locales en las que sólo participó un estado, Hesse. Pero supuso un adelanto de lo que se avecina en las elecciones parlamentarias nacionales que se celebrarán en tres de los 16 estados alemanes dentro de unos días.

No pinta nada bien.

El nuevo partido de derecha, Alternativa para Alemania (AfD) se llevó un porcentaje de votos de dos cifras en Hesse, quedando en el tercer puesto por detrás del partido de la canciller Angela Merkel, Unión Democrática Cristiana (CDU), y del Partido Socialdemócrata (SPD) y por delante de los verdes. AfD obtuvo un gran apoyo en todas las ciudades importantes del estado. Las previsiones para las elecciones en otros tres estados indican que se llevará entre un 9 y un 19% de los votos. La posibilidad de que AfD empate o incluso supere a los socialdemócratas, el partido más antiguo de Alemania, se está haciendo realidad.

«Es muy preocupante», declaró un alto cargo del Partido Socialdemócrata a una radio alemana.

Anne Applebaum comentó que era posible que Occidente estuviera a unos pocos ciclos electorales de llegar a su fin. Se refería a la victoria de la extrema derecha de Marine Le Pen en Francia, a la posibilidad de que Donald Trump se convierta en el próximo presidente de Estados Unidos y al referéndum que plantea la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Sin incluir en este horror panóptico la recaída de Alemania en la barbarie.

De hecho, de todos los países europeos, Alemania ostenta el récord de mantener a los radicales de ultraderecha fuera de los parlamentos estatales y del Bundestag. La experiencia del Tercer Reich consiguió que varias generaciones alemanas tomaran decisiones sabias.

Pero eso se ha acabado. Hay que entender que la derecha nunca se fue del todo, simplemente no tenía autoridad real en el discurso público. Pero la crisis de los refugiados ha cambiado la situación.

Los miedos inexplicables que azotan a Occidente -de globalización, digitalización y cambios en el mundo laboral por culpa de la inteligencia artificial y de Internet- se han traducido en un deseo de que las cosas sigan igual. Para los habitantes de los países más ricos, el miedo al cambio se ha convertido en un miedo a que los refugiados entren en el continente.

Este tipo de discurso deshumaniza a los refugiados. El presidente de AfD exigió seriamante que se disparara a los refugiados que llegaran a las fronteras alemanas. Estas declaraciones han suscitado una indignación generalizada, pero el tono de la respuesta ha sido diferente al de otras veces y, en comparación a hace unos años, cada vez son más las personas que opinan que «tienen razón» o que «se debería poder decir cosas así».

Actualmente, los países de Occidente están viviendo algo similar: cada vez hay más partidos populistas antiliberales cuyos representantes promulgan un mensaje que busca presentar la situación «tal y como es». Sobra decir que no es verdad. Simplifican los asuntos complejos utilizando una retórica limitada. La izquierda política de España, Grecia, Portugal y Estados Unidos hace lo mismo. Los dos extremos del espectro político comparten la tendencia de atacar a las instituciones democráticas. En Alemania, al igual que en Estados Unidos, estos ataques se dirigen a la élite política y a la prensa.

Alternativa para Alemania exige que el panorama cinematográfico y artístico del país únicamente presente obras que promocionen a Alemania. El público burgués parece aceptar esta propuesta.

En enero, un clavecinista iraní se enfrentó a duros abucheos durante un concierto en Colonia. Al principio, le ridiculizaron porque no se dirigió al público en alemán y, después, se desató el caos porque algunos miembros del público consideraron que la música era demasiado moderna y, por lo tanto, no se podía considerar música como tal. Como resultado, se tuvo que cancelar el concierto.

 

Este mes, en Baviera, un cura católico negro tuvo que renunciar a su puesto por haber sido víctima de racismo, discriminación y amenazas de muerte. ¿Por qué? Porque pidió a sus feligreses que vieran a los refugiados desde una perspectiva cristiana y no como una amenaza.

Esta es la Alemania de 2016. Recuerda a la era que nuestros bisabuelos querían dejar atrás: una era en la que se denigraba a las instituciones democráticas, en la que se tachaba a los medios de comunicación de «prensa mentirosa» y en la que se condenaba a las minorías. Si este fin de semana el partido AfD consigue entrar en el parlamento nacional, serán los enemigos de la democracia los que ocupen esos escaños.

A día de hoy, Angela Merkel sigue siendo la persona con más poder del ámbito político alemán. La mayoría sigue confiando en ella para superar esta crisis y para salvar a Alemania y a Europa, pero un partido de ultraderecha que cada vez es más fuerte acabará alterando la cultura política del país, una alteración que durará mucho tiempo. Al contrario que en el pasado, la derecha tiene el apoyo de la clase media y ha entrado en el ámbito cristiano. Parte de los ciudadanos de clase media creen que tienen que defenderse los valores de Occidente y del cristianismo de una invasión árabe. ¿De verdad quieren sacrificar la democracia liberal, el más importante de los logros occidentales?

Estados Unidos debería darse cuenta de todo lo que se juega en las elecciones presidenciales. El presidente estadounidense es el líder del mundo libre. Si nos descuidamos, el mundo libre desaparecerá ante nuestros ojos mucho antes de lo que imaginábamos.

Este post fue publicado originalmente en la edición estadounidense de ‘The Huffington Post’ y ha sido traducido del inglés por Irene de Andrés Armenteros.

 

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