El repunte de la ultraderecha planea sobre Mauthausen

| 11 mayo, 2014

MathausenCARLOS HERNÁNDEZ. EL MUNDO.- «La raza turca a la cámara de gas. Sieg Hail». Esta amenazadora frase apareció, en la mañana del pasado viernes, pintada en una pared de Mauthausen. Pocas horas después era borrada por los trabajadores municipales. Sin embargo, el Alcalde de la pequeña localidad austriaca, Thomas Punkenhofer, en lugar de intentar ocultar el acto neonazi, lo está poniendo como ejemplo para resaltar la importancia de los actos que se celebran este fin de semana. «No debemos olvidar, debemos recordar para que no se repita».

«El fascismo no murió en 1945» apunta Enric Garriga, presidente de la Amical de Mauthausen, «desde entonces sigue latente y debemos estar alerta porque sigue representando una seria amenaza». Sesenta y nueve años después de la liberación del siniestro campo, las miles de personas que participan en los actos conmemorativos están convencidas de que no estamos ante un aniversario más. Entre los muros de granito del campo, construidos con el sudor y la sangre de prisioneros principalmente españoles, planea la sombra del renacimiento de la extrema derecha. Más que los ataques de grupos radicales, a los deportados, familiares y amigos les preocupan los históricos resultados que los partidos ultraderechistas pueden obtener en las próximas elecciones europeas.

Esos malos presagios, lejos de amedrentar a los asistentes, les empujan a redoblar su trabajo. Durante todo el fin de semana se celebran multitud de actos, pequeños y grandes, en los diferentes lugares en los que los nazis explotaron, torturaron y asesinaron a más de 120.000 hombres, mujeres y niños. Delegaciones de 21 naciones participan en estos homenajes.

Este año, además, los actos internacionales están prestando una especial atención a los más de 7.500 republicanos españoles que estuvieron prisioneros en el campo. Poco más de 2.000 salieron con vida de él. Los que no tuvieron tanta suerte murieron de hambre, de enfermedades como el tifus o la tuberculosis, de agotamiento por el trabajo esclavo al que eran sometidos o asesinados de todas las formas imaginables. La mayoría pereció en Gusen, un subcampo que era conocido como ‘el matadero de Mauthausen’. Y es en ese lugar, en el memorial erigido junto a los hornos crematorios, donde todas las delegaciones internacionales rindieron el sábado un emocionante homenaje a los ‘rotspaniers’ (rojos españoles), término con el que los SS conocían a los prisioneros españoles.

Entre los asistentes, se puede ver a un pequeño puñado de ancianos que visten sus viejos uniformes rayados que les identifican como prisioneros del campo. Son en su mayoría polacos, aunque también hay algunos franceses e italianos. Por primera vez, no hay ni un solo deportado español. Los pocos supervivientes que quedan, navegan entre los 90 años y el siglo de edad por lo que no han podido desplazarse hasta el campo.

Su testigo en los actos lo han tomado un grupo de 80 españoles que han viajado con la Amical de Mauthausen de Barcelona. Entre ellos hay 15 estudiantes de 16 y 17 años que no pueden disimular su estupor ante lo que están viendo: «Se me puso la piel de gallina cuando ayer entré en el campo», «Pensar que ahí han muerto miles de personas, impresiona mucho» afirman Berta y Laura. Sus compañeros se muestran indignados por el hecho de que en España no se conozca suficientemente la historia de estos hombres y mujeres que sufrieron y murieron por luchar contra el nazismo. «Es una pena que la memoria se esté escondiendo»; «Yo creo que algunos se avergüenzan de lo que pasó y por eso no quieren que se sepa» añaden otros compañeros.

La historiadora Rosa Torán destaca la importancia de la presencia de estos jóvenes en la delegación: «La etapa de los deportados está llegando a su final, su palabra no se puede sustituir, pero sí que hay un relevo del mensaje, un relevo del protagonismo que toman los jóvenes. No sólo para homenajear sino para adoptar el compromiso de transmitir sus vivencias a sus familiares y amigos». Pierrette Sáez, viuda de un deportado español y miembro de la Amicale francesa remata: «Los jóvenes tienen que estar muy vigilantes, porque lo que pasó ayer, puede volver a pasar mañana».

Reconocimiento y reconciliación

Los actos de homenaje son duros… emotivos pero duros. No puede ser de otra manera cuando los discursos tiene lugar en el mismo emplazamiento en el que los deportados morían fusilados, ahogados, congelados en duchas de agua fría, gaseados… Por ello también es momento de reconocer errores y de pedir perdón. Daniel Simon, presidente de la Amicale francesa elogiaba la capacidad de resistencia de los prisioneros españoles y afirmaba que Francia fue culpable. Culpable primero por no haber apoyado ni protegido a los miles de refugiados españoles que llegaron tras el final de la guerra civil y, después, por haber sido cómplice de su deportación a los campos nazis.

El alcalde de Mauthausen también expresaba su vergüenza por el papel jugado por muchos austriacos durante aquel periodo negro. Sus palabras emocionaban a los españoles que le escuchaban en la estación de ferrocarril, el lugar en el que comenzaba el calvario para los deportados. Jaume Marcé, nieto de un español que fue asesinado en Gusen en noviembre de 1941, no pudo evitar acercarse al político austriaco: «Tus palabras me han reconciliado con el pueblo de Mauthausen» le decía al conmocionado alcalde. Tras fundirse en un abrazo, Jaume comentaba: «Antes Mauthausen sólo me provocaba dolor, ahora también me genera esperanza.»

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