¿Coronavirus o virus chino? Una pandemia que ha destapado el racismo en todo el mundo

| 10 mayo, 2020

El virus exacerba la disputa geoestratégica entre EEUU y China, y deja en medio a la comunidad asiática en Occidente y a la africana en China

PABLO PARDO. EL MUNDO.- «Crece el número de infecciones y muertes por el virus chino». Ése era el titular de la primera página del ‘Washington Post’, el periódico, junto con el ‘New York Times’, más crítico con Donald Trump. Así de directo: virus chino. Sin comillas.

Eso fue el 27 de enero. Ahora, el ‘Washington Post’ nunca dice «virus chino». Más bien al contrario. El diario está siguiendo, como la mayor parte de los medios de comunicación del mundo, el llamamiento hecho ya en 2015 por la Organización Mundial de la Salud (OMS) a «los científicos, autoridades nacionales, y medio de comunicación» para que eviten el uso de nombres de personas, animales, accidentes geográficos, comunidades o países a la hora de nombrar nuevas enfermedades. El objetivo de la OMS era evitar que las enfermedades nuevas provocaran otra epidemia crónica y extremadamente contagiosa del ser humano: el racismo.

Pero, aunque el coronavirus no ha traído grandes brotes de violencia, sí ha acentuado las tensiones raciales. La pandemia ha exacerbado la disputa geoestratégica entre EEUU y China, y ha dejado en medio a la comunidad asiática en Occidente y, de una manera inesperada, a la africana en China.

Todo empezó como una cascada de chistes políticamente incorrectos (siempre tendemos a considerar ‘políticamente incorrecto’ cuando son otros los insultados) en WhatsApp y redes sociales. Pero, a medida que la pandemia se ha ido extendiendo, el racismo verbal se ha transformado en racismo físico. Eso es particularmente visible en Estados Unidos, donde el 5% de la población (16,5 millones de personas) es de origen asiático. Es una comunidad que tiene los niveles educativos y de ingresos más altos del país y que, además, supone la principal fuente de inmigración legal de la primera potencia mundial, hasta el punto de que el diario ‘The Wall Street Journal’ los ha llamado ‘los judíos del siglo XXI’.

Pero, al igual que los hebreos hasta hace pocas décadas, los orientales están infrarrepresentados en el mundo de la política y de la cultura. Y eso les hace muy vulnerables, como ha quedado de manifiesto con el escándalo desatado cuando se descubrió que las grandes universidades -como Harvard- tenían un sistema de cuotas para favorecer a los afroamericanos en detrimento de los asiáticos.

Con el coronavirus, la hostilidad se ha disparado. El 14 de marzo, un hombre llamado José Gómez apuñaló a una familia de rasgos orientales víctimas -padre, madre, y dos niños de dos y seis años- en Midland, una zona rural de Texas, porque, decía, «eran chinos que traen el coronavirus». Gómez dejó a dos de sus víctimas en estado crítico.

Aunque ése es un caso extremo, la pandemia ha provocado centenares de incidentes de menor entidad, a veces incluso instigados por los políticos. La congresista del estado de Nueva York Mathilde Frontius, del Partido Demócrata, recomendó en marzo a sus votantes que evitaran los establecimientos propiedad de asiáticos. En California, panfletos falsificados que decían ser documentos oficiales de la OMS pidieron a la gente que no fuera a restaurantes chinos. En Indiana, varios asiáticos han visto cómo les negaban alojamiento en hoteles o los echaban de gasolineras.

INSULTOS, AMENAZAS Y AGRESIONES

Varios vídeos ‘online’ muestran insultos, amenazas y, en ocasiones, agresiones físicas a personas de rasgos orientales en medio de gritos de «idos con vuestro coronavirus», o «volved a China». Buena parte de esos ataques son llevados a cabo por afroamericanos, que tienen un marcado racismo -correspondido al 100%- hacia los asiáticos. Frontius, por ejemplo, es negra. Igual que lo es el hombre que, en un vídeo viral, echa desinfectante con un espray a un asiático que está tranquilamente en el metro de Nueva York.

La tensión no es exclusiva de EEUU. La tripulación de un avión de la aerolínea holandesa KLM, propiedad de Air France, en vuelo de Ámsterdam a Seúl, prohibió a los pasajeros de rasgos asiáticos usar un baño, que así quedó solo para los «occidentales». El colegio japonés de Ámsterdam ha recomendado a los padres de sus alumnos que no los lleven a jugar a parques o a lugares públicos ante el peligro evidente de que sufran ‘bullying’.

RACISMO EN CHINA

Y, como el ser humano es igual en todas partes, China también ha reaccionado con sus dosis de racismo hacia los extranjeros, en especial los negros, que, teme, traigan de vuelta el coronavirus. Nigeria, Ghana, Kenia, y Uganda han pedido explicaciones diplomáticas a Pekín después de que expatriados de esos países fueran expulsados de sus alojamientos en China y obligados a dormir al raso en abril. El consulado de EEUU en Guangzhou -la antigua Cantón- ha recomendado a los americanos de raza negra que no vayan a la ciudad. El portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Zhao Lijian, ha tenido que pedir perdón a África por los brotes de racismo. Es una señal interesante, porque Zhao ha alcanzado notoriedad mundial en esta crisis tras difundir en la red social Twitter (que está prohibida en China), la teoría falsa de que el coronavirus fue creado en EEUU.

Es miedo aprovechado por algunos líderes políticos. Donald Trump ha jugado la baza nacionalista en la pandemia al referirse al coronavirus como «virus extranjero» (el 11 de marzo), o «virus chino» (en 20 ocasiones sólo entre el 16 y el 30 de marzo). Su equipo no se ha quedado atrás. El secretario de Estado, Mike Pompeo, suele hablar del «virus de Wuhan», en referencia a la ciudad en la que empezó la pandemia. Y al menos un funcionario de la Casa Blanca ha hecho la broma del ‘Kung-Flu’, un juego de palabras entre el personaje de la serie de televisión de la década de los setenta, y la palabra inglesa ‘flu’ que significa, precisamente, gripe.

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