Un centro haitiano se convierte en refugio para transexuales

| 3 septiembre, 2020

Los prejuicios y la discriminación contra las personas transexuales son habituales en Haití, pero al menos una organización les ofrece un refugio en el que pueden sentirse bienvenidas

CHERY DIEU – NALIO. LA RAZÓN.- El centro Kay Trans Haití de la capital, Puerto Príncipe, brinda alojamiento y atención a hasta 10 transexuales. Financiado por una empresa de salud española y por el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas, la institución, que está abierta a víctimas de abusos verbales o físicos, ofrece servicios como atención psicológica gratuita y permite que sus residentes se queden hasta un año.

Una vez dejan el centro, el programa se hace cargo de su alquiler durante otro año, después del cual deben ser autosuficientes.

Según los residentes, el vecindario donde se ubica el centro los acepta cada vez más, creando una isla segura en una ciudad donde normalmente se sienten vulnerables y objeto de abusos en cualquier momento.

La comunidad LGBT de Haití sigue experimentando un estigma social. Miles de personas se manifestaron en julio contra los derechos de los homosexuales y transexuales en una protesta organizada por algunas iglesias para exigir que el presidente, Jovenel Moise, derogue un decreto que reescribe el código penal, elaborado hace 185 años, reconociendo las uniones entre personas del mismo sexo y permitiendo, tácitamente, la homosexualidad.

En 2016 se canceló un festival cultural LGBT en Puerto Príncipe luego de que los organizadores recibieron amenazas y un funcionario local sugirió su prohibición alegando que era una violación de los valores morales.

Un año más tarde, el Senado aprobó dos proyectos de ley contra la comunidad LGBT haitiana. Uno formalizaría el veto a los matrimonios homosexuales y prohibía las manifestaciones públicas en favor de sus derechos.

Los residentes del centro Kay Trans pueden llevar a sus parejas a las instalaciones, ir a clubes y a comprar sin el miedo a ser tratados mal por los comerciantes del vecindario, que son cada vez más amables y acogedores.

Una de las residentes, Semi Kaefra Alisha Fermond, de 24 años, contó que tuvo una infancia traumática porque los vecinos no querían que jugase con sus hijos.

“Estoy orgullosa de mí misma porque ahora puedo vestir ropa de mujer e ir a todas partes”, afirmó. “En la casa de mi madre no puedo ser así”.

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