Radiografía de una banda: “Si tienen huevos para hacer un atraco, tienen para dar puñaladas”.

| 5 febrero, 2023

El País/Patricia Peiró.- Las conversaciones que la Guardia Civil extrajo del móvil de un jefe encarcelado de los Dominican Don’t Play reflejan cómo manipulan a los menores para que asciendan en la escala jerárquica, vendan droga y superen “las pruebas de sangre”. A los machetes se han sumado ahora las armas de fuego.

Un joven recibe varias puñaladas mientras espera en una parada de autobús de Seseña (Toledo), a 44 kilómetros de Madrid. Le ataca un grupo de adolescentes y jóvenes que grita “¡baja patria!”. No hay duda de lo que está pasando: ese grito es una seña de identidad de bandas juveniles como los Trinitarios y los Dominican Don’t Play (DDP). Y, en ese violento microcosmos de pandilleros, perteneces a una o a la otra. Eres amigo y mereces lealtad, o enemigo y has de morir. El asalto sucede el 20 de abril de 2021. El joven resulta malherido, pero sobrevive.

Las investigaciones de la Guardia Civil conducen a un hombre de 25 años que se llama Ayrton C. A., alias Tolín, líder del coro (grupo) de los DDP que ha ejecutado la agresión. Acaba detenido e ingresa en prisión provisional. Este ataque no se diferencia de otros, salvo en un detalle: ha sido ejecutado en la provincia de Toledo, lo que hace sospechar que podrían estar surgiendo bandas fuera de Madrid, su territorio habitual. Tolín recibe un móvil en su celda de la cárcel de Ocaña, que guarda celosamente y que acabará aportando mucha información sobre las dinámicas internas de una organización así. Es su más preciada posesión dentro de la prisión, junto a siete fotografías impresas en las que aparece con sus compañeros de banda, un mazo de cartas, un rosario, recortes de prensa que informan sobre su detención y dos papelitos en los que tiene anotados varios teléfonos, para no guardarlos en la agenda del móvil.

Tolín habla a través de WhatsApp y por teléfono con sus lugartenientes y sus soldados —unas conversaciones que forman parte de la investigación policial y a las que ha tenido acceso EL PAÍS— y ello permite a los agentes entender el funcionamiento del grupo, que no se diferencia de tantos otros. Obediencia y sumisión a los líderes, uso de los menores para vender droga, pago de contribuciones y misiones para atacar a los rivales, ahora ya con armas de fuego en algunos casos. La Policía y la Guardia Civil tienen identificados a 800 miembros de bandas juveniles en la Comunidad de Madrid; el 40%, menores, según datos de la Delegación del Gobierno de este año.

El líder de la banda no pierde su autoridad por el hecho de estar encarcelado. Sus lugartenientes son Héctor (29 años, dominicano) y Alejandro (23, colombiano), apodados Leyenda y Lomina, que dirigen la banda en el exterior, siguiendo las órdenes de Tolín desde prisión. Así lo expresa el jefe, aludiendo a un compañero de Alcobendas detenido: “En la cárcel seguirá corriendo ese cabrón. Es como yo. A él le suda la polla, la nación es la nación”. Correr significa seguir activo.

Las bandas juveniles ejercen una fascinación entre algunos adolescentes, no necesariamente latinoamericanos, que tienen en común vivir en un entorno familiar vulnerable, el fracaso escolar y el consumo de estupefacientes, según los investigadores. Ese es su mercado. Los aspirantes son menores de edad, pero no todos son aptos. “Más de 30 niños quieren ser DDP”, le dice Tolín a un miembro del grupo. “De esos 30 solo cuatro valen. Alguno se podrá desarrollar, pero los que no, que nos capeen y nos muevan la melma (la droga). A lo mejor más de uno se espabila, pero van a tener que hacer cosas, porque aquí nadie entra gratis”.

Los que quieren formar parte de la banda deben demostrarlo con contribuciones, lealtad y acciones. Tienen que pagar regularmente una cuota —en este caso es de 10 euros a la semana— y, si tienen que robar, roban. En una conversación, Tolín le pregunta a Lomina, su segundo, si los menores están aportando las cuotas. “Si no, los revientas”, le ordena. Para Tolín, cumplir con las reglas es esencial, como se desprende de sus palabras sobre uno de los menores: “Si el chaval no aprende, no aporta nada y está palomeando en todo… Aquí si quieren que les respetemos como hermanos, tienen que respetar como hermanos. El que no, se le trata como uno más de la calle”.


Tres de los menores que acumulan varios retrasos en la cuota han decidido atracar un establecimiento de apuestas para subsanar la deuda. Tolín lo comenta con su segundo con orgullo. Y propone que el atraco sea motivo para ascender en el escalafón de la banda; que no sea necesaria “la prueba de sangre”, es decir, herir o matar a alguien.

Tolín
¿Cómo lo hicieron? ¿Se metieron con pistola?

Lomina
Con pistola y machete. Por lo visto, de miedo la camarera se desmayó, había más pero no pudieron coger más de 900 porque se desmayó.

Tolín
Un atraco es una puta mierda, son menores de edad, salen a la espera de juicio. Mi consejo, hermano: hazles soldados. Si tienen huevos pa hacer un atraco, tienen para dar puñaladas. Esto no es todo misión de sangre, se han arriesgado a caer presos por la nación para el dinero. Si no, que hagan el movimiento en Villaverde. Yo creo que no hace falta que pidáis prueba de sangre, al fin y al cabo es mi opinión.
Pero a veces sí es necesario que “pinchen” (apuñalen) para demostrar que son dignos de ascender de categoría. “¿El A. ya ha derramado? Como le mandéis una misión para después de enero ya es soldado”, escribe Tolín. “Que esos niños se activen, que si nosotros nos hemos arriesgado siendo mayores de edad, esos chavales tienen que hacer algo en honor a mí. Se tienen que ir a Almendrales o al Alto (del Arenal), pero que hagan algo”.

Los menores tienen que pedir permiso para todo, casi como si el líder de la banda pasara a ser su dueño. Si contravienen sus órdenes pueden ser castigados con una paliza. Los agentes interceptaron una conversación de uno de estos soldados, Ramsés, con su novia, en la que esta le reprende por el sometimiento ciego que tiene a los líderes de la banda, quienes han ordenado que le den una paliza en el día de su 18º cumpleaños.

Novia de Ramsés


Es que os tiene como si fuese aquí el dueño y vosotros los perritos ¿sabes?, los perritos falderos que le siguen a todos lados y hacéis todo lo que él coño os dice y cuando os diga tú chavales vamos a robar. (…) A otros por su cumpleaños le dan regalos, abrazos, besos. A ti, puñetazos, lo más normal del mundo
La devoción a los jefes es lo que hace que los soldados cumplan con las órdenes y ataquen a los enemigos. Los movilizan en un sitio u otro dependiendo de las necesidades. “Yo te digo, hermano, que si Leyen [Leyenda, uno de los dos lugartenientes de Tolín] me dice tienes que bajar a Madrid a reportarte [presentarte], o lo que sea, lo hago, a mochar un toto [a apuñalar a alguien] voy de una, yo estoy con Leyenda a muerte y ya, lo que me mande”, se lee en una de las conversaciones. Pero muchas veces no existe motivo para el estallido de una reyerta. Monchi, un adolescente con categoría de soldado, lo confiesa en otro mensaje: “Es que no sé ni por qué nos pegamos, yo sé que eran unos rumanos y que tenían un coche y atropellaron a gente y de todo. Uno salió volando y de todo chaval, un amigo de Tolín. Pero es que tengo sangre hasta en la sudadera. Yo sé que le di a uno un patadón en la boca y vi cómo caía al suelo y le rebotaba la cabeza contra el suelo y dije madre, y ahí ya me dije, se ha quedado ahí para toda la vida”.

Sin embargo, los líderes se cuidan de mantener un equilibrio entre la devoción a su persona y al grupo, a esa idea de familia con la que atraen a los menores. Esto es lo que responde Tolín a un soldado: “Tú tienes que correr por la nación, hermano, nunca por gente. Aunque yo sea de Villaverde, tú Seseña, otro Campamento [otro barrio de Madrid], somos todos lo mismo”.

La nación para los miembros de las bandas es un concepto simbólico que no entiende de territorios físicos, sino que agrupa a todos los que se identifican y pelean por su poder. Esto abarca a colombianos, españoles, marroquíes o dominicanos: el lugar de origen no importa. Acabar siendo trinitario o DDP solo depende de quién se te acerca antes a captarte.


Durante la estancia del líder en la cárcel, llega el sábado 5 de febrero de 2022, un fin de semana especialmente trágico en la sociedad de las bandas. Fueron asesinados en Madrid dos miembros de estos grupos. Pepe, de 15 años, en Atocha, y Diego, de 25 años, en Usera. También se produjo una agresión en Parla y otra en Montecarmelo, al norte de Madrid. Pocos días después los integrantes del coro de Seseña fueron detenidos, y la Guardia Civil tenía indicios de que tres de los miembros del escalafón bajo de ese grupo habían participado en el asesinato de Diego. En las conversaciones de WhatsApp anteriores y posteriores a esa noche trágica, los cabecillas de la banda en Toledo hablan de “la misión”.

Así se registró cuatro días antes de la noche de los homicidios:

– Lomina (lugarteniente): El sábado, la misión

– Tolín: Que vayan con machetes. ¿Todo bien en Seseña?

– Lomina: Sí, y el sábado van estos para allá.

– Tolín: ¿También los de Seseña?

– Lomina: Sí

– Tolín: Que vayan artilleados (armados).

La noche después de los homicidios, un miembro de la banda cuyo nombre empieza con A y Lomina comentan la misión y se sorprenden del resto de reyertas que han coincidido en el mismo fin de semana:

– A: ¿Has visto lo de Atocha?

– Lomina: Sí.

– A: ¿Quién es ese chaval? No lo conocemos, ¿no?

– Lomina: No.

– A: ¿Y al de Usera tampoco?

– Lomina: Más o menos.

Ante la ambigüedad de la respuesta, A. insiste y su lugarteniente responde:

– Lomina: Imagínatelo, no quiero hablar por aquí.

– A: Ah son los chavales.

– Lomina: Joder, tío, sí.

– A: En Carmelo han matado a otro. Ayer fue una locura. [Esta agresión no fue fatal, la víctima finalmente sobrevivió].

Tolín también está muy interesado en lo sucedido, dada la gravedad de los hechos, y también escribe a Lomina el día después de los asesinatos:

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