Oficiales del Ejército toleran la simbología fascista en sus cuarteles

| 6 diciembre, 2015

CapturavídeocuartelCARLOS DEL CASTILLO. PÚBLICO.- “Solo las quitaron en dos ocasiones, cuando pasó revista el coronel y el día de la patrona, cuando familiares, amigos y otros civiles visitan el cuartel. Eso quiere decir que sabían que no estaba bien tenerlas ahí”. Se trata del testimonio de varios soldados del Regimiento de Cazadores de Montaña América 66, que han hecho llegar a Público un vídeo en el que se observa una bandera franquista y otra de la División Azul colgadas en el interior de su cuartel.

Con base en Aizoaín (Navarra), a escasos kilómetros de Pamplona, los miembros de esta unidad son los boinas verdes españoles. El Ejército presume de su preparación y dura instrucción como una de las mejores unidades de infantería ligera. Pese a ello, sus soldados tuvieron que convivir durante varias semanas con la enseña preconstitucional de la dictadura y el emblema fascista de la unidad española que se desplazó para combatir junto a los nazis en el frente oriental de la Segunda Guerra Mundial.

Tal y como denuncian estos soldados a Público, las banderas fueron colgadas por uno de los tenientes de su compañía. El capitán que la manda toleró su presencia. En los primeros segundos del vídeo puede observarse dicha compañía en formación, una de las cuatro que integran el único batallón del Regimiento América 66.

La presencia de este tipo de simbología en una instalación militar no es solo cuestionable éticamente. También es ilegal. Contraviene la Ley de Derechos y Deberes de los militares, en su artículo 7, que dispone que éstos están “sujetos al deber de neutralidad política”, advierte Mariano Casado, presidente de la sección de derecho militar del Colegio de abogados de Madrid. “Además también está la ley de régimen disciplinario, hay diversas faltas graves y muy graves donde se podía encuadrar esto”, afirma el letrado.

Sin embargo, los soldados renuncian a denunciar este tipo de situaciones por vía interna. Los ejemplos de Zaida Cantera o Luis Gonzalo Segura, que perdieron su carrera militar por señalar irregularidades de sus mandos, no invitan a ello. Además, los mandos militares mantienen la potestad de sancionar con la privación de libertad por vía administrativa y sin el visto bueno de un juez, el arresto. Este instrumento puede utilizarse para castigar faltas disciplinarias como, por ejemplo, “hacer declaraciones contrarias a la disciplina en medios de comunicación”, recogida como grave y castigada con 30 días de privación de libertad. Por este motivo, Público reserva la identidad de estos boinas verdes.

“En el seno de las Fuerzas Armadas estas situaciones son complicadas. Se puede pensar: si lo denuncio, luego tengo que vivir con ellos. Tengo un contrato y tengo que renovarlo…”, explica Casado, recordando que los contratos de los militares dependen de las evaluaciones de sus propios mandos, los mismos a los que tendrían que denunciar. “No es fácil que la gente dé el paso. Por eso muchas de estas cosas siguen sin cambiar, se perpetúan ahí y no trascienden, se quedan tras los muros de los cuarteles y al final no pasa nada”, continúa.

“Que no se puede hacer es evidente, y que si se hace, debe tener unas consecuencias disciplinarias claras, también. El problema –lamenta el experto en derecho militar– es que si se hace y nadie lo denuncia por ese temor del que hablamos, las consecuencias disciplinarias no se llegan a producir”.

“¿Ante quién te vas a quejar? ¿Ante el teniente coronel?”, se preguntan los dos soldados que han contactado con Público, mostrando su poca confianza en que el máximo responsable del Regimiento: “Es un hombre que tiene una vida en Pamplona, está en el club de oficiales, pertenece al Opus Dei… Qué va a decir si te quejas a él, si está más metido que nadie”. “Allí todo el mundo lo sabe todo, nunca nos ayudó cuando hablamos con él”, afirman.

“Hasta Hitler hablaba bien de la infantería española”

Aunque las denuncias sean inusuales, las quejas de soldados en medios de comunicación y las filtraciones a la prensa sobre la permisividad de los mandos ante este tipo de símbolos no lo son tanto. A la redacción de este medio llegan habitualmente reclamaciones de soldados que conviven con compañeros con “tatuajes” que evocan a la dictadura o que “hacen comentarios” contra la Constitución, sin que eso tenga repercusión en sus evaluaciones.

“Aquí la democracia se defiende pero no se practica”, es una las aseveraciones comunes entre algunos mandos. “¡Hasta Hitler hablaba bien de la infantería española y de la División Azul!”, manifestaba ante la tropa el mismo teniente que colgó las banderas en el cuartel del América 66 en una charla técnica, denuncian sus miembros ante Público.

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