«Nos tiraban gasolina y bengalas y decían que había que quemar vivos a los refugiados»

, | 28 abril, 2018

27/04/2018. Público. –«¡Hay que quemarlos vivos!«. Era el grito que no dejaba de escucharse el pasado domingo en la plaza central de Mitilene, la capital de la isla griega de Lesbos. Y no era sólo una proclama, sino la intención real de más de 200 neonazis que habían llegado a la ciudad para perpetrar un ataque coordinado contra los refugiados. “Fueron más de cinco horas de violencia ininterrumpida contra un grupo de afganos, entre ellos, mujeres y niños, que llevaban varios días acampados en la plaza protestando por las pésimas condiciones en las que se encuentran, atrapados y hacinados en el campo de refugiados de Moria, el más grande de Europa”, relata a Público Ana A., una voluntaria española de la ONG Attika Human Support que lleva varios meses en Grecia. Ana vivió en primera persona el “terror” que desataron los neonazis “sin que la Policía antidisturbios que había allí hiciera nada para evitarlo”.

Del ataque del domingo apenas han trascendido datos. Se sabe que hubo varias decenas de heridos, pero según esta cooperante, debió de haber muchos más porque ni siquiera trasladaron al hospital a los refugiados. “Es más, muchos acabaron detenidos por resistencia a la autoridad, lo que les hará muy difícil renovar sus permisos y que les concedan el asilo en Grecia”, señala.

Desde hace varios años, Lesbos, una isla de poco más de 25.000 habitantes, se ha convertido en una auténtica prisión para 7.000 personas refugiadas, la mayoría de Siria, Irak y Afganistán, que comenzaron a llegar en grandes oleadas en 2015 desde Turquía. Tras la mediática foto del cadáver de Aylan, la UE llegó a un acuerdo con el Gobierno de Ankara: 6.000 millones de euros a cambio de bloquear su frontera y cortar el flujo de refugiados. Durante los primeros meses del acuerdo, cientos de personas han sido deportadas desde territorio griego a Turquía, pero desde hace meses, las llegadas se están incrementado. Sin embargo, apenas nadie puede salir de las islas griegas, ya que las solicitudes de asilo tardan hasta dos años en procesarse y los solicitantes de asilo tienen restringida la libertad de movimiento por el país. El Tribunal Supremo ha dictado recientemente una orden para que los refugiados puedan moverse por el país, pero varias ONG denuncian que el Gobierno no la está cumpliendo y que, además, sólo se aplica a los que han llegado después del fallo judicial.

Las carencias en los campos de refugiados

Los campos de Moria y Kara Teppe, en Lesbos, están superpoblados, apenas cuentan con recursos, comida y hay carencias de material básico, una situación que han denunciado numerosas organizaciones humanitarias. “Son campos cuyo máximo aforo no llega a las 3.000 personas y hay 7.000 dentro, en donde se trata a las personas con una falta de dignidad y humanidad absoluta, en donde hay una ducha por cada 150 personas, donde para comer tienes que hacer colas de dos horas bajo la lluvia y el frío o bajo el calor más terrible. Moria es la ciudad sin ley a la que Europa da la espalda”, describe la voluntaria. Contra esta situación protestaban pacíficamente los refugiados afganos cuando la creciente ultraderecha griega decidió atacar Mitilene.

Ana había llegado a la plaza alrededor de las 19.00 horas, como muchos otros cooperantes y personal de las ONG que trabajan en Lesbos. “Estaba circulando el rumor de que había cientos de fascistas viniendo a la isla desde Atenas y desde otras islas, así que fuimos para apoyar a los refugiados», explica, Ana, quien también acabó siendo víctima de la violencia, como muchos otros voluntarios que fueron a apoyar a los refugiados acampados en la plaza de Mitilene. “Durante varias horas hubo una calma muy tensa. La plaza estaba llena, habría más de 250 fascistas a un lado, separados por un cordón policial. En el centro de la plaza estaban las mujeres y niños refugiados, los hombres habían hecho un cordón para protegerlos porque estaba claro que en cualquier momento iban a atacarles”, explica. Entre insultos y cánticos ultraderechistas, a veces llovían algunas botellas que buscaban el centro del corro. “Quedó claro que su objetivo eran las madres y los niños”, detalla Ana.

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