“No tengo miedo a morir; tengo miedo de Libia”

, | 28 noviembre, 2018

Los náufragos rescatados por el ‘Nuestra Madre Loreto’ tienen pánico al regreso

LORENZO D’AGOSTINO. EL PAÍS.- Pascual Durá lo volvería a hacer todo igual: “Hemos cumplido con nuestras obligaciones legales y morales. Y ahora los que se llenan la boca diciendo que son europeos miran para otro lado”, se lamenta el patrón del Nuestra Madre de Loreto, el pesquero de Santa Pola (Alicante) que el pasado jueves rescató a 12 migrantes africanos que se habían lanzado al mar huyendo de los guardacostas libios, a 78 millas de la costa. Cinco días después, nadie quiere hacerse cargo de los rescatados yEspaña negocia su devolución a Libia, un país que Acnur no considera seguro.

Pascual Durá estaba de guardia a las 20 horas cuando vio las luces de una pequeña embarcación perseguida a poca distancia por una lancha rápida e inmediatamente llamó en cubierta a sus diez tripulantes. “En cuanto se nos acercó el barco, uno pegó un salto y se enganchó a la popa”, relata Vicente Sampere, segundo patrón del pesquero. “Paramos el barco porque de noche, con gente a popa, la hélice se los podía chupar”. Varias personas más se tiraron al mar desde la patera y nadaron hacia el pesquero alicantino. Los que no se atrevieron a lanzarse fueron llevados a bordo de la lancha de los guardacostas libios. “Aún quedaban algunos en el mar, pero los libios se fueron alejando. Los seguimos llamando por radio, avisando de que había gente en el agua pero nada, ni contestaron. Y así llegaron hasta aquí los 12”, concluye Sampere.

Los 12 proceden de Somalia, Egipto, Sudán, Nigeria y Senegal. El día 24, cuando el equipo de la ONG Proactiva Open Arms llegó a bordo del pesquero para dar asistencia médica, los jóvenes aún parecían en estado de shock. Todos presentan lesiones recientes y varios sarna, según Valeria Sottani, médica de la ONG. Uno asegura que ha perdido la vista de un ojo por los golpes recibidos en un centro de detención libio. Otro, apoyado en un cabestrante con la mirada perdida, no hace ningún movimiento ni dice una sola palabra durante la hora que los voluntarios de la ONG pasan a bordo.

Con más del doble de personas a bordo de las que suele llevar, el Nuestra Madre Loreto no tiene ahora un aspecto muy salubre: los pescadores, que han donado parte de su ropa a los migrantes, dicen que con los recursos de que disponen, y a pesar de los víveres llevados por la ONG, no podrán aguantar más de seis o siete días. La cubierta del barco está en buena parte ocupada por nasas para gambas. Abajo hay unos camarotes muy estrechos donde los tripulantes duermen juntos y que ahora hospedan a 12 personas más.

Souleiman (nombre ficticio) asegura que tiene 16 años y que proviene de Sudán. “Entré en Libia cuando tenía 12. Los libios solo quieren dinero, nos meten en la cárcel para que les paguemos”, relata. “Me metieron un año en prisión sin poder ducharme ni una vez. Cuando estaba en el barco y vi llegar a los guardacostas libios, me tiré al agua, porque no tengo miedo a morir, tengo miedo de Libia”. Los dos nigerianos cuentan que la patera transportaba 36 personas, seis de ellas mujeres.“Nosotros saltamos al agua y a los otros se los llevaron los libios. Libia es horrible, te hacen trabajar de esclavo, te presionan para conseguir dinero, te torturan mientras te obligan a llamar a tus familias para que paguen el rescate”, afirman.

Sampere ya sabe lo que es rescatar migrantes en el Mediterráneo. En 2006, con otro pesquero, el Francisco y Catalina, propiedad del mismo armador, José Durá, ayudó a salvar la vida a 51 subsaharianos en aguas próximas a Malta. Su impresión sobre los guardacostas libios no puede ser peor: “Por lo que les vi hacer el otro día, son unos asesinos”.

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