«No soy un virus»: los jóvenes de origen chino se rebelan contra el racismo en España

| 10 mayo, 2020

Cuando las noticias aún hablaban de pasada de una gripe que había nacido en Wuhan, los asiáticos empezaron a escuchar comentarios racistas. Los mayores se refugiaron, las nuevas generaciones no piensan callar

MARIANO AHIJADO. ICON / EL PAÍS.- El racismo contra los chinos se viralizó. Se propagó antes de que lo hiciera el virus. Cuando los boletines de las radios aún hablaban de pasada de una gripe que había nacido en Wuhan, los chinos en España empezaron a escuchar comentarios racistas. La fotógrafa de 26 años Lucía Sun, nacida en España y de padres chinos, explica cómo arrancó su proyecto artístico de protesta bajo el ya existente lema #imnotavirus. “Me escribió una chica de origen chino y me contó lo que les estaba pasando a ella y a sus amigos. ‘Eh, cononavirus’, les decían. Yo también había recibido algunos comentarios de este tipo”. Sun retrató antes del confinamiento a niños y jóvenes de origen chino, a la segunda generación, muchos de ellos ya nacidos en España. Los fotografió en una actitud de defensa y también de aislamiento, de aislamiento cultural. De exclusión.

Contactó con adultos y mayores establecidos en España desde hace décadas, pero no quisieron participar. La diferencia entre aquellos que llegaron a finales del siglo XX y sus hijos es grande. “Protestar no es algo propio de ellos”, resume mientras se pelea con la piedra del mechero, que resuena al otro lado de la línea. “Son discretos, son gente que está muy ocupada trabajando. Pasan. Viven en su comunidad, tienen la enorme barrera del idioma, provienen de una cultura comunista. La reivindicación de derechos no es una prioridad”, explica Sun, que a raíz de esta campaña ha conocido al cantante y activista Putochinomaricón, al colectivo catalán Catàrsia y a la Red de Diáspora China, que organizan talleres de concienciación.

“La gente de mi edad tenemos menos pudor. Mi pensamiento es más occidental que asiático”, afirma esta licenciada en Comunicación Audiovisual por la Universidad Complutense de Madrid. Tras pasar la etapa escolar en la que no le gustaba ser diferente, Sun quiere indagar más en la cultura de sus padres. Ha ido a China casi todos los veranos y aunque no lo escribe ni lo lee, con sus padres se comunica en mandarín. Su familia vive en Zhejiang, al sur de Shanghái. Muchos chinos que residen en España proceden de esta provincia o de la colindante Fujian.

Los jóvenes como Sun, criada en Ourense, tienen una doble tarea en su reivindicación. Han de convencer a la sociedad española de que los chinos no tienen por qué trabajar en un restaurante o en una tienda y persuadir a sus propios padres de lo mismo. “No tenemos por qué incorporarnos al negocio familiar. Puedo ser profesor, médico o artista”, explica la fotógrafa, que gestiona con dos colegas un antiguo taller de motos convertido en local de eventos en la zona de Marqués de Vadillo (al sur de Madrid), donde se disparó la sesión de fotos.

Sun utilizó elementos y materiales que protegen y aíslan para componer las fotografías. Texturas que representan el distanciamiento que genera el virus. Cubrió a los modelos con el plástico que utilizan los pintores para no manchar e interpuso pantallas rojas, el color que mejor representa la cultura china, y barreras transparentes como forma de expresar la separación de culturas.

La artista quiere visibilizar a la comunidad asiática en sus próximos trabajos. Aboga por una mayor presencia de chinos en la moda y en el cine. “Mira las películas estadounidenses, el actor asiático sigue haciendo el papel del amigo que se muere”, dice. Sun se atreve a pronosticar algunos de los cambios que van a llegar. Habla de un espejo que existe en tiendas de China para probarse ropa de manera virtual. Y menciona la realidad aumentada. A ver si la pandemia va a ser la que consiga que los coches vuelen por fin.

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