No solo para nazis: el infierno de los campos especiales soviéticos

| 30 agosto, 2020

En 1945 los campos de concentración nazis fueron liberados. Pero pronto llegaron nuevos prisioneros. Además de criminales de guerra, también llegaron muchos inocentes, a los que se recuerda este domingo en Sachsenhausen.

MARCEL FÜRSTENAU.- Karl-Wilhelm Wichmann era estudiante de 18 años que quería ser profesor cuando, en una conferencia sobre el futuro del pueblo alemán, tras la perdida Segunda Guerra Mundial, dijo cosas que iban a ser su perdición. Como pronunciarse en contra de la reforma agraria basada en el modelo soviético. Alguien debió denunciarlo y fue acusado por un tribunal militar por propaganda antisoviética. La sentencia: diez años de prisión.

Wichmann terminó en el campamento especial de Torgau (Sajonia). «No podíamos salir, estábamos de tres en tres en las celdas, apenas nos daban de comer y había que matar el tiempo», explica el ahora anciano de 92 años en entrevista con DW.

Torgau fue uno de los diez «campos especiales» operados por la Unión Soviética en Alemania Oriental entre 1945 y 1950. Las potencias occidentales vencedoras de la Segunda Guerra Mundial también mantuvieron campos de internamiento para nazis de alto rango y criminales de guerra. Debían rendir cuentas por sus actos infames. En eso estaban de acuerdo Estados Unidos y Gran Bretaña con la Unión Soviética.

Un tribunal soviético, dibujado por por Detlev Putzar, sentenciado a diez años en un campo de trabajo en 1945.

Stalin quería afianzar su dictadura en suelo alemán

Pero el brutal gobernante de Moscú, Josef Stalin, y sus servicios secretos tenían otra cosa en mente desde el principio: querían cortar de raíz cualquier protesta y resistencia contra el establecimiento de una dictadura comunista en el suelo de la posterior República Democrática de Alemania. Por eso miles de inocentes terminaron en los «campos especiales» soviéticos.

Wichmann tuvo incluso suerte. Porque alrededor de un tercio de los 176.000 prisioneros, según las últimas estimaciones, no sobrevivieron. «Murieron de hambre o de enfermedades como la tuberculosis o la disentería», dice Anna Kaminsky a DW. La directora de la fundación que trabaja para la superación de la dictadura en la Alemania comunista realizó una investigación sobre los campos especiales a principios de la revolución pacífica en la RDA en 1989/90.

Lo que Wichmann tuvo que sufrir ilustra los hallazgos de Kaminsky y otros especialistas. Hasta 1950 fue víctima de los soviéticos y fue encarcelado en los campos especiales de Torgau y Sachsenhausen. Luego regresó a Torgau, ya como prisionero de la recién fundada RDA, para cuya propaganda todos los presos eran nazis. Aunque al menos una quinta parte no lo eran en absoluto. Cualquiera que expresara la más mínima duda de esto o informara sobre las condiciones en los campos era acusado de «incitación» y «calumnia».

En 1950 hubo un levantamiento en el campo de Bautzen, documentado en sus dibujos por el prisionero Wihelm Sprick.

Tras su liberación en 1954, no se le permitió hablar de todo esto, al menos públicamente: «Me dijeron seriamente que no lo hiciera», explica Wichmann. Contó su historia a algunas personas de confianza, como su esposa. No hay fotografías de lo que pasaba en esos campos de internamiento. Sin embargo, algunos prisioneros documentaron en secreto lo que pasó allí con sus dibujos y bocetos.

Entre ellos, los dibujos usados para este artículo. Son de Detlev Putzar y Wilhelm Sprick. Cuando eran adolescentes, en 1945, fueron condenados a largas penas de prisión bajo cargos poco convincentes, y pasaron por varios campos especiales. Entre ellos, el de Sachsenhausen, al norte de Berlín, originalmente construido por los nazis.

Anna Kaminsky, directora de la fundación «Bundesstiftung zur Aufarbetiung der SED-Diktatur», en una imagen de archivo.

Equiparación inadmisible

Tras la caída de la RDA, se descubrieron allí fosas comunes con 7.000 cadáveres. Sin embargo, los cuerpos no procedían del campo de concentración, sino del campo especial establecido poco después en el mismo lugar. Debido a estos hallazgos, pero sobre todo por la alta tasa de mortalidad de la que fueron responsables los soviéticos, algunos no ven ninguna diferencia con los campos de concentración nazis. La directora de la Fundación, Anna Kaminsky, no es la única que encuentra inadmisible la comparación.

Especialmente en un lugar como Sachsenhausen, con un doble pasado, es especialmente importante «presentar las diferentes fases del campo, sus contextos históricos y las intenciones de los perpetradores de manera diferenciada y científicamente sólida», dice Axel Drecoll, director de la Fundación de Monumentos de Brandenburgo, a Deutsche Welle.

«Una seria diferencia era, por ejemplo, el asesinato masivo selectivo, que era una característica específica del terror en los campos de concentración nazis». Pero también está claro que miles de personas murieron de hambre y enfermedad en el campo especial soviético. Drecoll destaca el hecho de que Sachsenhausen conmemore a ambos grupos de víctimas en lugares separados y específicos.

Karl-Wilhelm Wichmann, de 92 años, fue encarcelado injustamente casi diez años en los campos especiales de internamiento soviéticos. «No guardo rencor», afirma.

Wichmann no tiene odio

El domingo se conmemoran los 75 años del «campo especial soviético». El antiguo recluso Karl-Wilhelm Wichmann también quiere acudir. El Fiscal General de Rusia le confirmó a principio de los años noventa que fue condenado erróneamente. En ese momento fue oficialmente rehabilitado, tras desclasificarse los archivos de la época soviética.

«No les guardo rencor», dice Wichmann hoy, a pesar de todo. Se consideraba a sí mismo como alguien «que ha expiado los crímenes de la era nazi». Fue herido cuando tenía 16 años, como cooperante de la Luftwaffe. «He vivido los horrores de la guerra… y un tiempo terrible después, también», recuerda. «Me gustaría que nada de esto le ocurriera a nuestros nietos y bisnietos», concluye.

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