Los Mossos capturan a un francotirador ‘lobo solitario’ que quería matar a Pedro Sánchez

, | 8 noviembre, 2018

Manuel Murillo Sánchez, un experto tirador de 63 años, planeaba atentar contra el presidente como venganza por la orden de exhumación de los restos de Franco y fue detenido en su domicilio de Terrassa, donde tenía un arsenal de 16 armas de fuego, incluidos rifles de alta precisión y un subfusil de asalto. Decía estar dispuesto a «sacrificarse por España»

CARLOS ENRIQUE BAYO / PATRICIA LÓPEZ.- Tenía la voluntad, la preparación, el armamento y el fanatismo suficientes para dar en el blanco: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. Además, es un tirador sobresaliente, el mejor de los del club de tiro olímpico del Vallés en el que practicaba y competía con éxito desde hacía muchos años, hasta convertirse en un experto en armamento; un francotirador avanzado capaz no sólo de modificar armas cortas o largas, sino incluso de construirlas.

Con una gran capacidad de trabajo –a los 30 años se le metió en la cabeza hacer la maratón y logró convertirse en un buen corredor de fondo–, y un historial familiar de problemas psicológicos, a sus 63 años Manuel Murillo Sánchez se inflamó contra el líder socialista a raíz del anuncio de que se iban a exhumar y sacar del Valle de los Caídos los restos de su admirado Francisco Franco.

Así que este vigilante de seguridad privada –con licencia de armas por su profesión y su afición deportiva– empezó a buscar cómplices para acabar con ese «rojo de mierda» –como escribió en un grupo reducido de WhatsApp– con el que compartía uno de los apellidos. Nunca había participado en actos violentos, aunque frecuentara ambientes ultraderechistas, por lo que no tenía antecedentes policiales de ningún tipo, así que era muy difícil que las fuerzas de seguridad se fijaran en él.

Es decir, era el perfecto lobo solitario: «Un don nadie con permiso de armas, cuya maestría en el tiro no llamaba la atención, igual que no resultaba sospechoso que llevase pistola, pues la necesitaba para su trabajo», explica a Público una fuente cercana a la investigación, tras levantarse hace pocos días el secreto del sumario de un proceso que instruye el Juzgado Nº3 de Terrassa (Barcelona), ciudad en la que nació y donde residía cuando fue finalmente capturado por los Mossos d’Esquadra hace tres semanas.

La voz de alarma la dio una usuaria de aquel chat cerrado de WhatsApp, al ver que Murillo pasaba de lanzar continuas invectivas y amenazas contra el líder del PSOE, a solicitar inequívocamente apoyo logístico para cometer un atentado contra Sánchez, aprovechando su pericia como francotirador, su profesión y su arsenal. A su edad, confesó a seis de sus contactos que no conocía bien las herramientas de Internet y les pidió ayuda para obtener la agenda de actos del presidente y su localización concreta en momentos determinados.

No le importaba ser después capturado, afirmaba en el chat: «Estoy dispuesto a sacrificarme por España», escribió. Fue entonces cuando los Mossos recibieron el chivatazo y empezaron a rastrear al personaje; aparentemente un vigilante anodino que no pertenecía siquiera a una agencia de seguridad importante porque cambiaba a menudo de empleo: vigilancia nocturna de grandes edificios o garajes que requerían portan armas.

Fue al descubrir su gran pericia como francotirador cuando solicitaron la orden de entrada, registro y detención del sujeto. Y no se esperaban lo que hallaron en su domicilio el pasado 19 de septiembre: 16 armas de fuego cortas y largas, incluido un fusil de asalto militar Cetme, un subfusil ametrallador checoslovaco Skorpion vz. 61, y cuatro rifles de altísima precisión, capaces de acertar un blanco a 1.000 o hasta 1.500 metros de distancia. En su coche llevaba dos pistolas, una de ellas modificada e ilegal.

Un ‘manitas’ de la transformación de armamento

Por supuesto, gran parte de ese arsenal estaba fuera de la ley, y varios fusiles habían sido modificados por Murillo, reparando las perforaciones en el cañón y otros puntos del arma que se hacen para inutilizarla. No cabe duda de que era un manitas de la transformación de armamento.

Tras su detención se dio aviso de inmediato a Seguridad de La Moncloa, pero el Ejecutivo decidió que lo mejor era la discreción, así que no se comunicó el incidente. No obstante, en la investigación del caso participaron también el Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil, que siempre interviene en los casos donde hay armas de fuego.

En cuanto a las diligencias judiciales, pasaron del Juzgado de Guardia –el 2 de Terrassa, ese día– al de Instrucción Nº3 porque la Audiencia Nacional rechazó el caso, considerando que no se trataba de una amenaza terrorista, sino meramente una «proposición de homicidio de autoridad», con «tenencia ilícita» de un «depósito de armas», según señalaron fuentes de las Fuerzas y Cuerpos de la Seguridad del Estado.

Manuel Murillo está actualmente en prisión incondicional en el Centro Penitenciario Brians-2, en Sant Esteve Sesrovires, cerca de Martorell, donde confesó nada más ingresar sus intenciones de atentar contra Pedro Sánchez. Poca duda cabe de que lo habría hecho si hubiera podido, por su determinación y capacidad para cometer el crimen.

También queda claro que a partir de ahora los servicios de inteligencia policiales deberán estar atentos a un nuevo y amenazador perfil: el de los franquistas frustrados, sin filiación ni historial violento, que de pronto están dispuestos a tomar las armas contra la Memoria Histórica.

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