Latinos en España: la difícil convivencia entre dos identidades

| 20 marzo, 2018

Los latinoamericanos de segunda generación denuncian que los estereotipos sobre su comunidad todavía siguen arraigados en la sociedad

SARA ROSATI. EL PAÍS.- Casi un 80% de los hijos de inmigrantes se sienten “como en casa” cuando están en España, según el informe Investigación Longitudinal de la Segunda Generación en España de la Fundación José Ortega y Gasset, publicado en noviembre de 2017. Y la colombiana Lina Khaterine Larrea se veía así hasta que a los 10 años empezó a sufrir acoso escolar. “Me tiraban piedras, me llamaban cocainómana. Solamente porque era colombiana”, relata desde una plaza del centro de Madrid. Fue entonces cuando se dio cuenta de que, por tener dos identidades, le iba suponer “un dolor y un sacrificio” vivir en esta sociedad.

Para poder convivir con sus dos nacionalidades, Lina Larrea decidió ocultar la colombiana. “Me avergonzaba de ser de ese país”, cuenta. Los colombianos son los latinoamericanos con más presencia en España: 145.000 de los casi 800.000 latinoamericanos que viven en este país, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Cuando fue creciendo, empezó a tener que responder una y otra vez preguntas acerca de las mujeres colombianas y la droga. “El proceso del narcotráfico que vivimos en Colombia fue muy traumático para los colombianos”, explica. Larrea cree que las series y las películas han creado un mito alrededor de los narcotraficantes y las mujeres hipersexualizadas.

“El señor al que cuidaba me pidió que le diera cariño”, relata la paraguaya Edith Espínola que, aunque es licenciada en administración de empresas, tuvo que dedicarse al servicio doméstico al llegar a España. Decidió venir porque su madre ya vivía aquí y sentía una admiración especial por la Historia española. Ella cree que el problema reside en Latinoamérica, donde, dice que se vende a la mujer como un producto y por eso en España las mujeres latinas son percibidas como “cariñosas, amables, serviciales y dispuestas a todo”.

Con el objetivo de romper con esa imagen, Edith Espínola se integró en la asociación Servicio Doméstico Activo (SEDOAC). Este grupo denuncia los abusos —laborales y sexuales— a los que se ven sometidas por estar en una situación administrativa vulnerable muchas mujeres latinoamericanas que trabajan en el servicio doméstico.

Los estereotipos hacia los latinoamericanos no se quedan ahí. “La gente se sorprende cuando les digo que he ido a un colegio privado o estudiado en la universidad”, dice el periodista peruano Manuel Enrique Paulino, que emigró a Sevilla junto a su familia cuando era adolescente. Cree que, en demasiadas ocasiones, se asocia a los latinoamericanos con la falta de estudios y la incultura. “¿Sabes leer?” le preguntó una mujer a Edith Espínola. “Quizás quede algo de ver a Latinoamérica por encima del hombro”, añade Fernando Ochoa, un músico venezolano de abuelos españoles.

Él dice que nunca ha sufrido discriminación directa. “Debe ser porque no tengo pinta de venezolano a ojos de los españoles. Quizás esperan que sea un poco más moreno”, dice Ochoa. Lo que sí que observa es que la gente conoce muy poco de su país. “Me preguntan por Chávez y Maduro, y dependiendo del medio que lean, tienen una visión muy parcializada de Venezuela”, dice.

Y, aunque se sientan como en casa, existe desigualdad en el ámbito laboral. Solo el 18,2% de los hijos de inmigrantes tiene un trabajo de cualificación superior (administradores, gerentes o técnicos) frente al 27,3% de los hijos de españoles, según el informe de la Fundación José Ortega y Gasset, que siguió la trayectoria de 7.000 alumnos de 180 colegios públicos y concertados de Madrid y Barcelona desde 2006 hasta 2016.

Pese a las cifras, “algo está cambiando”, cree el peruano Manuel Enrique Paulino. “Internet nos permite decir que no cuando un medio intenta jugar otra vez con los estereotipos”, afirma. El venezolano Fernando Ochoa está de acuerdo: “En la generación de mis abuelos tenías que ir a Venezuela si querías conocer algo de allí. Ahora con un poco de curiosidad basta”. Él cree firmemente en el poder de la música para acercar posiciones. Toca cumbia junto a su banda Candeleros y ve cómo “españoles y latinos se acercan en una pista de baile sin ningún tipo de prejuicio”.

Al final tiene que ver con el sentimiento de pertenencia. El escritor Amin Maaloufdijo en una ocasión: «En el marco globalizado en que vivimos, el orden social debiera basarse en el derecho a las más diversas pertenencias. Fuera de esto solo veo un suicidio frontal y enfrentamientos sin fin». Manuel Enrique y Fernando dicen no sentirse de ninguna parte y a la vez de todos lados. Edith cree que no por ponerse una bandera uno es más patriota que otro, sino cumpliendo las normas de la sociedad en la que le toca vivir. Y Lina, que ya no se avergüenza de ser colombiana, concluye: “En España tiene que haber cabida para todas estas personas que nos sentimos tan propiamente de aquí como de allí”.

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