Las muertes de adolescentes por arma blanca ponen en alerta al Reino Unido

| 7 marzo, 2019

El número de homicidios en los que el arma empleada fue un cuchillo entre 2017 y 2018 fue de 285, la mayor cifra desde 1946

RAFA DE MIGUEL. EL PAÍS.- Las olas de asesinatos de adolescentes por arma blanca en el Reino Unido, especialmente en los barrios marginales de Londres, son recurrentes en los últimos años. Y sobre todo, material atractivo para los tabloides, que despliegan a toda página su naturaleza sensacionalista con cada vida truncada de nuevo. Pero en los últimos días se ha convertido en una crisis nacional en la que han entrado en juego el miedo colectivo de muchos padres, los reproches frente a años de austeridad económica que han reducido el número de policías, los ajustes de cuentas personales entre políticos rivales, y sobre todo, los datos elocuentes: el número de homicidios en los que el arma empleada fue un cuchillo entre 2017 y 2018 fue de 285, la mayor cifra desde 1946, según datos del ministerio del Interior del Reino Unido. Una de cada cuatro víctimas era un varón de entre 18 y 24 años. Una de cada cuatro, de raza negra.

Sara Thornton, presidenta del Consejo Nacional de Jefes de Policía, ha exigido que el asunto sea considerado una «emergencia nacional», y que se reúna, si es necesario, el Gabinete de Crisis (COBRA, en sus siglas en inglés) del Gobierno.

«Necesitamos un liderazgo más solido del Gobierno», ha dicho Thornton en la BBC. «La dificultad radica en que no se está destinando el dinero adecuado, y tampoco parece que nadie se esté responsabilizando de impulsar una estrategia general».

Son declaraciones de evidente carga política que Thornton ha realizado horas antes de reunirse este miércoles, junto a otros altos responsables policiales, con el ministro del Interior, Sajid Javid. «Este tipo de violencia es una enfermedad que se ha extendido por nuestras comunidades, que ha infectado a nuestros jóvenes y se ha cobrado ya muchas vidas», ha explicado el ministro en las páginas de The Daily Telegraph. Javid es uno de los candidatos más elogiados en los últimos meses para sustituir a Theresa May al frente del Partido Conservador. Musulmán, como el alcalde laborista de Londres, Sadiq Khan. De origen humilde, hijo de un conductor de autobús. Devoto de Margaret Thatcher y defensor de un conservadurismo individualista. Abandonó un trabajo muy lucrativo en Deutsche Bank para volcarse en la política. Y no está dispuesto a permitir que una ola de violencia se ponga en medio de su trayecto a la cumbre. Javid se ha enfrentado a May por el modo en que está gestionando esta crisis, y se ha puesto del lado de los policías que exigen que se reduzcan las restricciones a los registros personales aleatorios, los llamados stop and search. La primera ministra impuso muchas limitaciones a estos métodos policiales, durante su época como ministra de interior. Los grupos minoritarios ingleses veían un evidente racismo en este tipo de registros. «Debe quedar absolutamente claro que usamos este tipo de registros en base a información previa», ha defendido Thornton. «Tratamos a la gente con respeto y de un modo justo, pero no deberíamos reprimirnos ante consideraciones como la del presunto racismo. La gente joven está muriendo en nuestras calles y debemos ponerle freno».

La primera ministra, inmersa en el único asunto que monopoliza la vida política en el Reino Unido -el Brexit– se ha visto sorprendida ante la virulencia de las críticas y se ha puesto a la defensiva. «Si uno observa las cifras, se ve que no hay una relación directa entre el número de delitos y el número de policías. Lo necesario es asegurar que la policía responda como debe cuando estos delitos se producen, y que sus responsables sean llevados ante la justicia. Pero también, que analicemos las causas que subyacen en estos delitos de arma blanca. Es un esfuerzo de todos los departamentos del Gobierno, no solo de la policía. Y así lo estamos tratando», explicaba May a principios de esta semana.

La realidad de las cifras, sin embargo, puede no servir para explicar las causas últimas de la ola de violencia, pero es elocuente. Desde que May accedió al Ministerio del Interior, el número de oficiales de policía se ha reducido en 21.500. El descenso en las cifras de criminalidad que heredó le convenció de que había llegado el momento de reducir costes. Y es cierto que el número de asesinatos con arma de fuego se ha reducido en el Reino Unido. Pero los años de austeridad, la rivalidad entre bandas callejeras, la violencia y las amenazas canalizadas a través de las redes sociales, explican las autoridades policiales, han incrementado la cifra de incidentes con puñales y cuchillos, mucho más fáciles de adquirir en el mercado que una pistola. «Necesitamos que los agentes estén más horas en las calles. Ya sabemos qué tácticas funcionan a la hora de detectar zonas calientes, a la hora de usar registros aleatorios, a la hora de eliminar las guerras de territorios entre bandas rivales. Simplemente, no tenemos el número de agentes necesarios», se ha quejado Thornton.

De momento, el Gobierno ya ha anunciado el reclutamiento de al menos 2.700 agentes de policía y ha incrementado la cifra de los fondos presupuestarios destinados a la seguridad ciudadana. Junto a ello, al menos 250 millones de euros se han destinado a proyectos locales para proteger a los niños más vulnerables.

El pasado fin de semana dos adolescentes más murieron apuñalados. Yousef Ghaleb Makki, de 17 años, fue asesinado en Manchester de camino a casa de un amigo. Sin razón aparente. Jodie Chesney, también de 17, fue asesinada a cuchilladas en un parque londinense, en medio de una pelea de bandas. Muchos medios británicos conservadores han elevado los decibelios del escándalo por el hecho de que Makki viviera en un barrio próspero y fuera a un colegio privado, dando a entender que la violencia estaba extendiéndose fuera de los barrios marginales. El Gobierno de May ha comenzado a reaccionar, con lentitud, al comprender que ya no se trataba de la enésima ola de indignación popular ante unos asesinatos aislados.

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