La querencia paramilitar del ultranacionalismo español

| 7 junio, 2020

Vox y sus grupos afines adoptan simbología castrense pese a que la Constitución prohíbe las asociaciones paramilitares

MIGUEL GONZÁLEZ. EL PAÍS.- El vídeo tiene ya más de 300.000 visualizaciones. Un grupo de jóvenes, ataviados con camisetas de color beige impresas con símbolos históricos (la Cruz de Borgoña, la letra omega, el lema Desperta Ferro) se sitúa, en perfecta formación, junto a la valla del Cuartel General del Ejército, en la madrileña Plaza de Cibeles. Luego, corren por el centro de la capital tras un abanderado, que enarbola la enseña nacional, al grito de “¡Viva España!”, para sorpresa y curiosidad de los viandantes, algunos de los cuales les aplauden. Concluyen en una de las puertas de entrada del Palacio de La Moncloa, entonando, en posición de firmes, La muerte no es el final, el himno con el que el Ejército español homenajea a sus caídos.

Se hacen llamar Resiste España y aún no están legalizados como asociación, aunque ya venden su merchandising a través de una web. Aseguran ser “un movimiento cívico y civil”, que no se alinea con ningún partido político, pero exhiben un ideario copiado del Credo de Millán-Astray, hasta el punto de que a cada uno de sus principios los denominan “espíritus”, como en la Legión.

El líder de este movimiento, nacido al calor de la pandemia, es Ignacio Trillo de Arespacochaga, un ejecutivo y asesor financiero que se autodefine como “economista de formación y militar por vocación”. Ex boina verde, como el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, es nieto de Juan de Arespachoga, último alcalde no democrático que tuvo Madrid.

Dos jóvenes lucen camisetas con símbolos históricos de España en una concentración organizada por Resiste España. En vídeo, la acción del grupo por el centro de Madrid hasta llegar al Palacio de la Moncloa. VÍDEO: RESISTE ESPAÑA

En un barrio alejado del centro de la capital, Las Tablas, también corre por las víctimas de la covid-19 Gustavo Fernández Mazarambroz Arespacochaga. Fue candidato de Vox en las últimas autonómicas y, como Ignacio, es nieto del exalcalde de Madrid. Dos primos de ambos, Guillermo Fernández-Mazarambroz Arespachoga y Juan Antón Arespacochaga, son los delegados del partido ultra en México y Nueva York.

Los Arespacochaga siempre han estado vinculados al PP. El patriarca fue senador por Alianza Popular y dos de sus hijas, las madres de Gustavo e Ignacio, figuraron en la lista del PP por Elorrio (Vizcaya) en las elecciones municipales de 2015. Como otras familias históricas de la derecha, ha acabado recalando en Vox.

Probablemente, el exalcalde de Madrid se sentiría hoy cómodo en Vox al menos por dos motivos: su rechazo frontal al aborto (el entonces senador votó en contra de a primera ley despenalizadora de la interrupción del embarazo en 1985) y su querencia por la liturgia castrense; no en vano se hacía llamar “el coronel”.

El líder del partido, Santiago Abascal, se libró del servicio militar tras pedir sucesivas prórrogas, aunque le gusta fotografiarse con camisetas del Ejército y se ha declarado partidario de reinstaurar el reclutamiento forzoso. Ortega Smith nunca fue militar, contra lo que algunos creen, pero hizo la mili como voluntario en operaciones especiales y el vídeo en el que aparecía disparando un fusil de guerra HK G36 durante una visita a un cuartel costó un disgusto a los responsables del curso de defensa en el que participaba el ya diputado.

Nunca un partido ha llevado tantos militares en sus listas como Vox en las citas electorales del año pasado; ni en los mítines de ninguna otra fuerza política se despliega tanta parafernalia castrense como en los suyos: de todas los temas con los que el público ameniza la espera de los líderes, el de más éxito es sin duda El Novio de la Muerte. Mandos militares no ocultan su disgusto por el hecho de que se identifique a este cuerpo con un partido político, lo que atenta contra sus principios fundacionales, pero tampoco pueden evitarlo: ni siquiera es el himno oficial de la Legión, sino un cuplé adoptado por Millán-Astray.

La querencia de cierta derecha española por adornarse con las señas de identidad del Ejército (uniformes, organización, símbolos, disciplina o jerarquía) viene de lejos y rememora épocas oscuras. Por eso, los padres de la Constitución de 1978 se cuidaron de que su artículo 22, tras reconocer el derecho de asociación, prohíba expresamente las secretas y las “de carácter paramilitar”.

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