La infertilidad afecta más a las mujeres negras y la causa es el racismo

| 7 noviembre, 2021

RTVE.- En Estados Unidos, las personas que quieren tener hijos y no pueden lograrlo de forma natural conforman alrededor de un 10% de la población. Entre ellos, hay un colectivo que se ve particularmente afectado por los problemas de salud reproductiva. El documental La lucha por la fertilidad se acerca a distintos tipos de hogares para visibilizar el modo en que la diversidad intersecta con las posibilidades para tener hijos. Uno de los datos más sorprendentes es el siguiente: las mujeres negras presentan tasas de infertilidad que doblan las de las mujeres blancas, además de padecer de forma prematura enfermedades como la hipertensión o la diabetes. 

“Las mujeres negras en particular hemos vivido generaciones de opresión, cargamos con generaciones de estrés, y como dijo alguien, ese estrés y esos traumas se traducen incluso a nivel celular y tienen en particular un impacto en nuestra fertilidad”, explica una de las mujeres afectadas, y la doctora Wanda Barfield tiene la explicación científica que apoya esta teoría. En efecto, el racismo afecta de manera fisiológica a las personas que lo sufren e incluso a su descendencia por un fenómeno que se conoce como ‘desgaste’

Las consecuencias físicas del racismo

En palabras de Barfield, «las mujeres afroamericanas llevamos mucho tiempo sometidas a un estrés social, económico y medioambiental y esto nos pasa factura a nivel físico y en nuestra salud reproductiva, un fenómeno que se conoce como ‘desgaste’ y hace que las mujeres negras envejezcamos prematuramente. Hormonas del estrés, como el cortisol y las hormonas que activan la respuesta de huída (catecolaminas como la epinefrina, etc.) sólo deberían estar presentes en pequeñas dosis en nuestro día a día alcanzando picos en episodios puntuales de miedo o ansiedad».

«Pero las personas sometidas a un racismo estructural tienen dosis mucho más elevadas de las normales de cortisol y catecolaminas. Esto tiene un gran impacto a largo plazo en todos sus sistemas orgánicos y se traduce en diagnósticos cada vez mas precoces de enfermedades como la diabetes o la hipertension y, también, en problemas con el embarazo».

Los problemas que más afectan a la fertilidad femenina

Una de las patologías que es mucho más frecuente entre mujeres negras son los fibromas, tumores no cancerosos formados por células musculares que crecen en las paredes del útero y sus alrededores y dificultan no sólo el proceso de quedarse embarazada, sino la probabilidad de llevar los embarazos a término. Los abortos espontáneos son más frecuentes dentro de este grupo de población y dentro de la población general que tiene miomas, que en muchas ocasiones no es consciente de tenerlos y no recibe la vigilancia adecuada de su salud reproductiva.

Algo similar ocurre con un trastorno que influye en la capacidad de ovular: el síndrome de ovario poliquístico (SOP), un trastorno hormonal que si no se trata puede acarrear consecuencias a largo plazo más allá del embarazo. Tiene correlación con el sobrepeso y, en consecuencia, la diabetes, que puede afectar gravemente a la salud de la mujer.

Otra dolencia muy común que tarda una media de ocho años en ser diagnosticada es la endometriosis, una enfermedad inflamatoria del aparato reproductor. Sin vigilancia, una de las principales secuelas que presenta es la posibilidad de provocar daños severos en las trompas de falopio y también la muerte de los óvulos o la menopausia precoz.

Uno de los principales desafíos para la fertilidad es la edad de los óvulos: conforme el tiempo pasa, se vuelve más difícil tener bebés sanos. Por eso es importante planificar la fertilidad. Pocos jóvenes están lo suficientemente concienciados de la importancia de preservar sus óvulos y espermatozoides, especialmente dentro del colectivo trans: la disforia de género supone un intenso malestar en la persona porque hay una disonancia entre su identidad de género y la manera en la que los demás la perciben desde fuera, así que asuntos como la posibilidad de un embarazo o una fecundación pueden volver a poner en primera plana algunos de los sufrimientos que alivia la transición.

Sin embargo, al menos el 50% de las personas transgénero manifiestan el deseo de tener descendencia, y la discriminación de la que es objeto la comunidad LGTBQ en el ámbito sanitario les pone las cosas muy difíciles al no proporcionarles la información y los tratamientos necesarios. Los pacientes trans que se someten a una terapia de reasignación de género pueden tomar medidas preventivas, como congelar sus óvulos o su esperma, y asesorar a los más jóvenes sobre la preservación de su fertilidad antes de transicionar es de vital importancia.

«¿Cómo se gestiona la disforia cuando estás embarazado?», dice en el documental Tristan, un hombre trans que tuvo un hijo biológico doce años después de comenzar su tratamiento con testosterona. «Puedes tener sentimientos negativos porque de repente tienes pechos, aunque ahora los estás usando para alimentar a un ser humano. Puedes tenerlos por tener útero, pero lo estás utilizando para construir una familia». Él se alegra de haber podido tener un hijo pese a saber que, cuando era adolescente, nunca habría pensado en tomar medidas. En su caso tuvo suerte: la testosterona actúa en el sistema ovulatorio igual que cualquier anticonceptivo hormonal y, cuando dejó de tomarla, su ovulación volvió con normalidad, permitiéndole tener un hijo biológico. 

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