Intolerancia y radicalización hacia el extremismo violento, los crímenes de odio y el terrorismo. Esteban Ibarra

| 13 marzo, 2019

Desde hace años las instituciones europeas e internacionales vienen reaccionando ante los brutales actos de terrorismo que son alimentados desde posiciones que identifican al extremismo  violento como su causa inmediata. Los Estados participantes en las mismas han reafirmado su compromiso en prevenir, investigar,  enjuiciar y eliminar  los delitos de terrorismo y de violencia asociada con el extremismo insistiendo en que ni deben, ni pueden vincularse con ninguna raza, etnia, nacionalidad o religión. Han expresado su preocupación por jóvenes y menores que están siendo víctimas de una radicalización que les conduce al terrorismo, así como ante la comisión de atentados terroristas dirigidos hacia personas o grupos en base a su etnia, religión o creencia, estimulando la intolerancia multidimensional que interactúa y  que a su vez aviva la radicalización hacia el extremismo violento que conduce al terrorismo.  Las instituciones europeas e internacionales han condenado todas las manifestaciones de intolerancia, reafirmando la voluntad de fomentar la tolerancia y la no discriminación, el respeto y el entendimiento mutuo en las sociedades y el compromiso de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales, enfatizando en la libertad de expresión, pensamiento, conciencia, religión o creencias, subrayando la necesidad de medidas políticas, refuerzos legislativos e insistiendo en el papel de la Educación y del compromiso de la sociedad en su conjunto.

Conviene ponerse de acuerdo en el contenido y alcance lexicológico sobre los términos de referencia al objeto de poder explicar no solo un razonamiento, análisis y diagnóstico incluido, sino las políticas, planes y medidas necesarias para intervenir en situaciones determinadas, evitando convertir los debates en diálogos inoperantes dirigidos hacia ninguna parte. Cuando empleamos el término “radicalización”, de entrada no reconocido por la RAE, deberíamos interpretarlo, en primera consideración, como un –proceso- mediante el cual una persona o colectivo, evoluciona en su actitud, mentalidad o conducta, de una posición compatible, flexible o coexistente con otras diferentes o contrarias hacia una dirección con una perspectiva que  radica en la incompatibilidad, rigidez y antagonismo con las anteriores. Puede existir una radicalización hacia el uso de la violencia y también una radicalización contra la violencia, por ejemplo. Es necesario precisar “qué se radicaliza” y “hacia dónde” se radicaliza.

Nuestra reflexión apunta a un enfoque praxeológico, ético-racional, sobre la -radicalización de la intolerancia- que es un significante  preciso cuyo significado responde a  acuerdos ético-normativos internacionales, señalando como dirección de ese proceso de radicalización de la intolerancia, el extremismo, desde donde  uno de sus vectores concluye, como  conducta individual o colectiva, en crímenes de odio. Así podremos dibujar una ruta de cómo pensamiento y hechos inciden en ese proceso que radicaliza la intolerancia hacia el extremismo violento y concreta crímenes de odio, incluido el terrorismo, sin que esta perspectiva del extremismo violento, diferente  al extremismo sin violencia que también puede ser infractor de la legalidad imperante, excluya la de un extremismo más violento si cabe, bélico o que culmine en crímenes contra la humanidad.

1.- La Intolerancia: raíz del problema

Debemos propiciar una mirada global, planetaria y con perspectiva histórica,  hacia la multiplicidad de factores y efectos que concurren en el problema y a su vez interpretar concretamente, desde donde se radicaliza, sus dimensiones identitarias soporte y que elementos son común a todas ellas. Se puede radicalizar desde identidades religiosas,  identidades nacionalistas,  identidades racializadas, identidades de género, clase, desde cualquier elemento identitario  donde neguemos al Otro como persona diferente. Por el contrario, no formando parte de su “comunidad”, si   se reconoce su existencia, en tanto se acepta, respeta, aprecia y se asume su identidad diferenciada, estamos en la praxis de Tolerancia. La otredad implica la existencia de un prójimo, de un Otro que no es propio y cuyas diferencias pueden contribuir al crecimiento colectivo, buscando desde la alteridad y a través del dialogo, el acuerdo que cierre el camino a la identidad vivida de manera excluyente y en conflicto que es donde surgen la xenofobia,  racismo, misoginia, homofobia y otras formas de Intolerancia. Esa es la semilla, alimentada por prejuicios, anomia moral, conocimientos defectuosos, doctrinas, desinformaciones y demás factores desde donde se radicaliza, incitando al odio, adoctrinado en el extremismo, participando en grupos u organizaciones que fanatizan e inciden hacia el extremismo que en su dimensión más grave será violento.

Radica la Intolerancia en el irrespeto, rechazo y desprecio de la diversidad de culturas de nuestro mundo, formas de expresión y maneras distintas de manifestar la condición humana, como así  se desprende de la Declaración de Principios sobre Tolerancia realizada por la UNESCO el 16 de noviembre de 1995, en absoluta congruencia con la Carta de Naciones Unidas y con la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Niega  dignidad a las personas, y la universalidad de  derechos humanos,  conlleva  dogmatismo y  absolutismo; alimenta la quiebra de la paz, de la igualdad de trato y de oportunidades a todos los grupos e individuos de la sociedad, liquida el pluralismo y concreta prácticas de exclusión, marginación, estigmatización y comportamientos basados en la frustración, hostilidad y fanatismo.  Esta Declaración puso de relieve el peligro que representa la indiferencia al ascenso de grupos e ideologías intolerantes, especialmente en este momento histórico caracterizado por la mundialización económica, por una gran amplitud de los flujos migratorios y de desplazamientos de poblaciones, por una comunicación global e interdependencia humana, donde la Intolerancia puede revestir formas de marginación de grupos y personas vulnerables, de su exclusión, así como de discriminación y violencia, significando que su intensificación es origen de muy graves conflictos, una amenaza potencial para todas las regiones del mundo y sentenciando en la citada Declaración que “sin Tolerancia es imposible la Paz”.

Toda forma o expresión de intolerancia (racismo, antisemitismo, homofobia, islamofobia, intolerancia religiosa, política, ideológica, supremacismo, nacionalismo excluyente…) puede albergar entre otras conductas o manifestaciones sin violencia (estigmatizar, fanatizar, discriminar, acoso..), o con violencia ( discurso de odio punible, crímenes de odio, terrorismo…). Los prejuicios, doctrinas, ideologías, conocimientos defectuosos, anomias morales… que alimentan la Intolerancia niegan la igual dignidad (valor) de las personas, rechazan  la diversidad y pluralidad,  alimentan el odio, la discriminación y la violencia hacia los diferentes produciendo numerosas víctimas y fracturando las sociedades.

Las distintas formas y expresiones de Intolerancia  manifiestan, proyectan, trasladan y concretan mediante conductas-manifestaciones, como actos, comportamientos, prácticas o hechos que pueden ser delictivos o no, dependiendo de la legislación vigente en cada Estado. Las manifestaciones individuales o colectivas de intolerancia van desde el empleo de términos ofensivos, la intimidación, el acoso, los tópicos, las bromas pesadas sobre determinados comportamientos o prejuicios, la costumbre de encontrar víctimas propiciatorias y de echarles la culpa de los problemas sociales, la estigmatización,  hasta las amenazas y ataques a la vida humana en un marco de   represión, guerra o genocidio, pasando por formas más activas de ignorancia de los derechos como la discriminación, el ostracismo, la profanación y mutilación de símbolos culturales y religiosos, la exclusión de ciertos lugares de grupos sociales o determinadas profesiones, la segregación fundada en la supuesta “raza”, sexo o género, entre otros. 

En cuanto conducta-manifestación, la Intolerancia  muestra odios sociales, abusos contra los derechos humanos, torturas, ejecuciones, terrorismos, limpiezas étnicas, asesinatos neonazis, e integristas,… hechos que han sucedido y suceden planetariamente, por eso la Memoria de estos horrores resulta vital frente a este peligro que acecha a la convivencia democrática y ataca en especial, a sectores sociales vulnerables, minorías, inmigrantes, personas sin hogar, discapacitados, excluidos y marginados…, resucitando fobias integristas, banderas totalitarias y ultranacionalismos que parecían superados.

Debemos señalar como conductas significativas  de intolerancia: estigmatizar, fanatizar, asimilar, marginar, conducir al ostracismo, discriminar, segregar, incitar al odio, hostilidad, ejercer o promover el acoso escolar y otras conductas del mismo tenor también son   acusar de chivo expiatorio, difundir burlas, difamar, denigrar, excluir, expulsar intimidar, someter a ostracismo y la  represión. A su vez, resultan manifestaciones significativas,  el  discurso de intolerancia,  bien como discurso prejuicioso,  discurso discriminatorio, discurso de odio o discurso genocida.

2.- Consideraciones terminológicas

Está extendida una interpretación que lleva a concebir significados parecidos o intercambiables a los términos “extremista”, “violento” o “radical” y no es así. Una persona violenta no tiene porque ser extremista o radical, o viceversa, un radical tampoco utiliza necesariamente la violencia, ni tiene porque ser extremista, y un extremista puede o no ser radical y no tiene porque ser violento. Radical, extremista o violento no son términos equivalentes aunque se usen indistintamente en muchas ocasiones. Un radical puede ser partidario de reformas profundas y moderadas, y a su vez podría ser intransigente en sus ideas y conductas con acciones violentas. Conviene por tanto, separar los términos y poner en relación los significantes con sus significados y contextos para poder discernir bien sobre lo que estamos hablando.

El término “radicalización” señala un proceso de aproximación a lo que considera el sujeto, individual o colectivo,  su “raíz de identidad” sobre lo que piensa, siente y obra,  de manera intransigente como lo determinante en su actitud o conducta. Esta es una interpretación dinámica que no aclara de por sí la malignidad o no, respecto a lo que estamos hablando, de hecho hay quien defiende la radicalización democrática  y los hay que defienden lo contrario, instaurar dictaduras, hay quien defiende radicalizar la exclusión racial y otros lo contrario la bondad per se del mestizaje, y así en infinidad de ejemplos dicotómicos sociales, políticos, culturales o de cualquier manifestación de la condición humana.

El  término “extremismo” es usado para describir acciones, actitudes o pensamientos alejados de espacios sociales de consenso, extremos, aplicables a cualquier ámbito, similares a la intransigencia y contrapuestos a la moderación y al acuerdo posible, impidiendo cualquier proyección de concordia y tolerancia. Tanto en lo político, como en lo religioso, en lo cultural, en lo ideológico, en cualquier proyección individual, grupal o institucional puede existir un posicionamiento extremista.

En cuanto a la “violencia”, siempre presente en nuestra historia aunque no tiene porque ser aceptada como una manifestación inevitable de la condición humana y desde un enfoque como el de la Organización Mundial de la Salud se define  como: “uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”, vinculando la intención con la comisión del acto mismo, independientemente de las consecuencias que se producen, e incluyendo en su tipología, la colectiva, la interpersonal y la autoinflingida.

A su vez, la reiteración  de crímenes atroces han llevado a las instituciones internacionales a señalar al extremismo violento como una posición individual o colectiva, antesala de los crímenes de odio y del terrorismo, donde se asume alentar, absolver, justificar o apoyar la perpetración de un acto violento para alcanzar objetivos políticos, ideológicos, religiosos, sociales o económicos, constituyendo una afrenta a los “principios de las Naciones Unidas, consagrados en los derechos humanos universales y las libertades fundamentales. En los últimos años, el número de atentados cometidos por extremistas violentos se ha elevado en todo el mundo. Esta amenaza, no vinculada a ninguna religión, nacionalidad, cultura o grupo étnico en particular, afecta a la seguridad, el bienestar, libertad y la dignidad de un gran número de personas que residen en países tanto en desarrollo, como desarrollados, lo que constituye un riesgo de alcance mundial para el desarrollo sostenible y una paz duradera. Las respuestas en el terreno de la seguridad son importantes, pero, para que resulten efectivas en el largo plazo, han de combinarse con acciones preventivas globales y locales, que  integren la educación, las ciencias, la cultura, la información y la comunicación” (ONU. Plan de Acción).

Es importante señalar  que en los procesos de radicalización el Discurso de Odio juega un papel estratégico central, un discurso definido  por el Consejo de Europa (1997) como aquel que “abarca todas las formas de expresión que propaguen, inciten, promuevan o justifiquen el odio racial, la xenofobia, el antisemitismo u otras las formas de odio basadas en la intolerancia, incluida la intolerancia expresada por agresivo nacionalismo y el etno­centrismo, la discriminación y la hostilidad contra las minorías, los inmigrantes y las personas de origen inmigrante” Comité de Ministros R(97) 20. Un posicionamiento que venía precedido de una adoptada en la 4ª Conferencia Ministerial Europea sobre Política de Medios de Comunicación (Praga, 7 y 8 de diciembre 1994) que condenaba todas las formas de expresión que incitan al odio racial, la xenofobia, el antisemitismo y todas las formas de Intolerancia, puesto que socavan la seguridad democrática, la cohesión cultural y el pluralismo.

En cuanto a los Crímenes de Odio, internacionalmente  conocidos como Hate Crimes, el con­cepto hace referencia a los delitos motivados por into­lerancia, es decir, por prejuicio o animadversión en atención a la condición de la víctima. OSCE (2003) le define como: “toda infracción penal, incluidas las infraccio­nes contra las personas y la propiedad, cuando la víctima, el lugar o el objeto de la infracción son seleccionados a causa de su conexión, relación, afiliación, apoyo o pertenencia real o supuesta a un grupo que pueda estar basado en la “raza”, origen nacional o étnico, el idioma, el color, la religión, la edad, la minusvalía física o mental, la orientación sexual u otros factores similares, ya sean reales o supuestos”.  Un crimen de odio,  además del daño directo a la víctima, afecta a todo el grupo de referencia con el que relaciona a la víctima, disemina incertidumbre, miedo y horror, fractura la cohesión social, y    apunta  un camino del que no se conoce el final del trayecto. Un recorrido que la historia reciente nos  ha deparado en términos de“limpiezas étnicas”, guerras, Holocausto y otros genocidios. La dinámica de la Intolerancia sabemos cómo empieza pero nunca alcanzamos a ver las altas cotas de barbarie en las que puede culminar.

Finalmente, en relación al Terrorismo, nuestro Código Penal (art. 573) lo define como: la comisión de cualquier delito grave contra la vida o la integridad física, la libertad, la integridad moral, la libertad e indemnidad sexuales, el patrimonio, los recursos naturales o el medio ambiente, la salud pública, de riesgo catastrófico, incendio, contra la Corona, de atentado y tenencia, tráfico y depósito de armas, municiones o explosivos, previstos en el presente Código, y el apoderamiento de aeronaves, buques u otros medios de transporte colectivo o de mercancías, cuando se llevaran a cabo con cualquiera de las siguientes finalidades: 1.ª Subvertir el orden constitucional, o suprimir o desestabilizar gravemente el funcionamiento de las instituciones políticas o de las estructuras económicas o sociales del Estado, u obligar a los poderes públicos a realizar un acto o a abstenerse de hacerlo. 2.ª Alterar gravemente la paz pública. 3.ª Desestabilizar gravemente el funcionamiento de una organización internacional. 4.ª Provocar un estado de terror en la población o en una parte de ella”

3.- Proceso de Radicalización de la Intolerancia al Extremismo violento

De no detenerla dinámica de radicalización de la Intolerancia,su resultado es letal. Esa dinámica no considera a los seres humanos en su individualidad y comienza por “estigmatizar” al “otro”,  negando “valor” al diferente, al distinto. A partir de ahí, estas personas son sometidas a un proceso de “deshumanización”, alimentado por mitos y falsas imágenes que calan en el subconsciente social (los inmigrantes son delincuentes, los negros poco inteligentes, los homosexuales son enfermos, los judíos avaros, los gitanos son traficantes, los musulmanes terroristas, los minusválidos una carga social inútil, etc.). Después  el colectivo mayoritario se “victimiza”, a partir de sentimientos de recelo, miedo y amenaza, sentimientos de sufrimiento por unas cargas que considera injustificadas o por cualquier otro factor que lo estimula. Finalmente comienzan las hostilidades tras haber interiorizado la comunidad prevalente, el “miedo a la agresión” por el diferente, siempre amplificado por procesos de “fanatización”. El “otro” será el culpable y las opciones de sufrir segregación, discriminación o violencia se tornan más que reales. Y a partir de esa base de intolerancia, cualquier persona puede sufrir la agresión por el simple hecho de ser parte, o supuestamente parte, del colectivo estigmatizado; de esta forma el grupo dominante se siente legitimado para proceder a la limpieza étnica y social, curando la “infección”, recurriendo al crimen.

Para llegar al extremismo violento hay que señalar los “procesos de radicalización de la intolerancia” que conducen a las personas hacia la violencia y el terrorismo, sobre la base de una siembra de actitudes y comportamientos de intolerancia sobre los que se riega odio y fanatismo, transformando a  seres humanos en una perspectiva maligna Los puntos de vista extremistas violentos pueden incluir la política, la religión, las relaciones de género u otros. Ninguna sociedad, comunidad religiosa o cosmovisión es inmune al extremismo violento. Hay factores de empuje que conducen a los individuos al extremismo violento, como: marginación, desigualdad, discriminación, persecución o su percepción; acceso limitado a una educación de calidad y pertinente; la negación de derechos y libertades civiles; y otros agravios ambientales, históricos y socioeconómicos;  factores de atracción del extremismo violento, como los grupos extremistas violentos bien organizados con discursos convincentes y programas eficaces que proporcionan servicios, ingresos y/o empleo a cambio de la afiliación en  un lugar al que pertenecer y una red social de apoyo;  y factores contextuales que propician un terreno favorable a la aparición de grupos extremistas violentos, tales como los Estados frágiles, la falta de estado de derecho, la corrupción y la criminalidad.

El papel que juega el discurso de odio en la fanatización y  construcción de situaciones y escenarios en donde anida el extremismo violento es esencial. Hoy día con la potencia comunicativa que se despliega en Internet, redes sociales, espacios de youtube, twiter y otros ámbitos derivados de las nuevas tecnologías de la información y comunicación, revela su capacidad no solo para hackear la mente de las personas sino para desplegar una dinámica gitativa y propagandista capaz de impulsar potentes movilizaciones en la sociedad e incluso de abrir los escenarios sociales, políticos e institucionales a nuevos populismos, extremismos y opciones en las que se manipulan sentimientos y conllevan el riesgo de enfrentamientos  totales. La Comisión Europea contra el Racismo y la Intolerancia (marzo de 2016) señalaba su importancia en la Recomendación nº 15 donde reitera que deberá entenderse “como fomento, promoción o instigación, en cualquiera de sus formas, del odio, la  humillación o el menosprecio de una persona o grupo de personas, así como el acoso, descrédito, difusión de estereotipos negativos, estigmatización o amenaza con respecto a dicha persona o grupo de personas y la justificación de esas manifestaciones por razones de “raza”, color, ascendencia, origen nacional o étnico, edad, discapacidad, lengua, religión o creencias, sexo, género, identidad de género, orientación sexual y otras características o condición personales”.

El  extremismo violento es un problema global que ni es  nuevo, ni exclusivo de  región, nacionalidad o credo, como nadie es inmune a su crecimiento y  afecta a todas nuestras sociedades al negar la condición humana, la tolerancia y la convivencia , provoca  fracturas sociales y políticas muy graves y profundas,  facilita el desarrollo de ideologías racistas, ultra-nacionalistas y totalitarias, como movimientos extremistas que desestabilizan y explotan la intolerancia hacia creencias religiosas, origen étnico e ideologías políticas para legitimar el uso de la violencia en sus acciones, reclamar territorios y fanatizar a sus seguidores. No surge de la nada. Hay un caldo de cultivo dónde se violan los derechos humanos y se frustran las aspiraciones de transformación social;  donde anida la incomunicación, el prejuicio, las narrativas de agravio y el adoctrinamiento  que alienta la intolerancia que es la negación, el rechazo, desprecio al diferente y  donde la exclusión  social facilita un terreno fértil para el auge del extremismo violento

Finalmente, coincidimos en el diagnostico de gravedad sobre el extremismo violento  con la Directora General de la UNESCO que señala que: constituye una amenaza que no conoce fronteras, y pone de relieve la vulnerabilidad actual de todas las sociedades frente a los retos de la intolerancia, el odio y el miedo. No existe una única causa del auge del extremismo violento, ni una única trayectoria que conduzca a su práctica. También sabemos que la “fuerza bruta” no basta para contrarrestar una amenaza que se basa en visiones exclusivas del mundo y en interpretaciones falsas de la fe, alimentadas por el odio y la intolerancia. Necesitamos un «poder no coactivo». Necesitamos el mensaje de la Constitución de la UNESCO, de erigir los baluartes de la paz en la mente de hombres y mujeres.(…) No basta con contrarrestar el extremismo violento: debemos prevenirlo. Nadie es un extremista violento de nacimiento. Los extremistas violentos se crean y fomentan. Los jóvenes aprenden a odiar… y debemos enseñarles la paz. Los extremistas violentos promueven el temor y la división; nosotros debemos responderles con oportunidades para la implicación civil, con destrezas para el diálogo intercultural. Los extremistas violentos predican la exclusión y el odio; nosotros debemos enseñar derechos humanos, dignidad, tolerancia y solidaridad. Los extremistas violentos se alimentan de la desconfianza y los miedos de los demás, de la falta de confianza en el futuro. Nosotros debemos ofrecer a los jóvenes, hombres y mujeres, un sentido renovado de pertenencia a la sociedad y la comunidad mundial, con una nueva visión del futuro”.

4.- Del extremismo violento al crimen de odio y  al terrorismo

¿Qué tienen en común la acción  del racista Breivick autor de la matanza neonazi de Utoya, con los autores de los crímenes antisemitas de París, con los autores de la matanza yihadista de Barcelona-Cambrils , con los autores de las masacres de intolerancia en  Floriday otros centros escolares, incluso con los atentados  de ETA en Barajas  y otros lugares civiles? La primera respuesta es que son locos pero no es así, luego llegan las matizaciones, son sicópatas o sociópatas,  pero en verdad lo que cuesta es reconocer lo sustancial,  que son fanáticos. Intolerancia, violencia y victimización acompañan a un sujeto que se transfigura en fanático y que hoy observamos su presencia en quemas de mezquitas, sinagogas e iglesias, ataques centros políticos, sindicales o sociales, a centros de refugiados, a clínicas de interrupción del embarazo y a un sinfín de crímenes de odio de toda naturaleza. Son perfiles fanáticos, instalados en el extremismo violento, cuyos actos criminales, de violencia terrorífica como los mencionados, vienen a demostrar la existencia  de realidades compartidas entre los Crímenes de Odio y el Terrorismo

Nuestras ciudades son testigos de incesantes actos, hechos y sucesos de intolerancia criminal, como las agresiones a inmigrantes, violencia neonazi, actos terroristas, provocaciones y agresiones ultras en ámbito del fútbol, crímenes hacia homosexuales y personas sin hogar movidos por el rechazo a la condición social, cultural, religiosa o política de la víctima, hechos graves basados en el rechazo, desprecio, irrespeto y hacia el diferente y persona vulnerables. Las conductas- manifestaciones de intolerancia son  expresión de poder, se ejercen para dominar y negar a una persona, a un colectivo social o a un país.

La conexión entre el  extremismo violento y los crímenes de odio es una evidencia consolidada, dado que desde esa posición que considera legitimo el uso de la violencia  para alcanzar objetivos extremistas se implementan acciones, incluido el discurso de odio, que crean un clima que normaliza la hostilidad y la violencia en su más amplio sentido,  y  abre el ambiente a la comisión de delitos como la  profanación, la persecución y a las agresiones, ya sea en grado de amenaza o efectivo contra otra persona, un grupo o comunidad, incluso  contra uno mismo, y que en un momento dado pueden alcanzar el terrorismo, el crimen de guerra y de lesa humanidad, la  destrucción, el exterminio y el genocidio.

Así lo interpreta y valora nuestro Código Penal en los artículos 510 y siguientes, que sanciona a  “Quienes públicamente fomenten, promuevan o inciten directa o indirectamente al odio, hostilidad, discriminación o violencia contra un grupo, una parte del mismo o contra una persona determinada por razón de su pertenencia a aquél, por motivos racistas, antisemitas u otros referentes a la ideología, religión o creencias, situación familiar, la pertenencia de sus miembros a una etnia, raza o nación, su origen nacional, su sexo, orientación o identidad sexual, por razones de género, enfermedad o discapacidad.”. Sin olvidar  que sanciona la producción de materiales y soportes para esa finalidad, la creación y pertenecía a asociaciones ilícitas al respecto, y entre otros, a  quienes públicamente nieguen, trivialicen gravemente o enaltezcan los delitos de genocidio, de lesa humanidad o contra las personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado, o enaltezcan a sus autores.

Esa actitud, conducta y comportamiento delictivo de intolerancia, ya sea individual o colectivo, desde donde se alienta la  vía o proceso de  radicalización,  es la secuencia que nos puede llevar a posiciones de extremismo violento que conduzcan  a los crímenes de odio que no olvidemos,  son delitos motivados por sesgo de intolerancia y   muy deshumanizantes pues quienes los cometen consideran que sus víctimas carecen de valor humano a causa de su color de piel, origen étnico, lengua, religión, orientación sexual, discapacidad o cualquier otra consideración similar. Y de la misma manera al terrorismo o a hechos híbridos como los crímenes de odio terroristas, sin olvidar los crímenes de guerra y los mencionados crímenes contra la humanidad.

5.- El Informe Raxen corrobora la existencia de Crímenes de Odio en España y en Europa.

Además del terrorismo, los crímenes de odio son una realidad que pueden interactuar y realimentarse, incluso coincidir en acciones  que podríamos denominar crímenes de odio terrorista. Ejemplos palpables, entre otros,  son las recientes  matanzas de Utoya-Oslo y de Barcelona-Cambrils, de aparente disonancia.

Movimiento contra la Intolerancia elabora anualmente el Informe Raxen (acrónimo de Racismo y Xenofobia) actualmente ampliado a otras dimensiones de los delitos de odio.  Es el instrumento que permite corroborar desde 1995  la existencia de esa criminalidad con múltiples sesgos. Relizado anualmente al objeto de monitorizar incidentes  relativos al racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia, antigitanismo, homofobia y otras formas de intolerancia. Estos informes se iniciaron a raíz de las graves agresiones y asesinatos protagonizados por grupos neonazis y racistas, consolidándose y ofreciendo un aporte de datos imprescindible para investigar, analizar, incluso proponer políticas de prevención criminal y de apoyo a las víctimas, así como de alerta de  radicalización, extremismo  y del crecimiento del discurso  de odio.

El Informe Raxen  propone un enfoque universal de derechos humanos, tambien menciona como hechos a seguir las situaciones de hispanofobia y catalanofobia,  y sobre todo alerta del crecimiento del Discurso deOdio en redes sociales e Internet, recordando que: Libertad de expresión, no es impunidad de agresión.A ese respecto, viene reclamando desde hace añosla necesidad de una Legislación  Integral contra los Delitos de Odio y de una Ley General contra la discriminación, reclamando medidas para  estimular las denuncias y concretar un apoyo efectivo  a las víctimas de delitos de odio, así como proceder al cierre de “sites”en Internet que promuevan el discurso y delitos de odio, la discriminación o cualquier manifestación de intolerancia criminal.

Nuestro país, aunque con mejor situación relativa que otros países europeos y conscientes de que solo se denuncia entre un 10-15% de los hechos, podría recoger una horquilla, en su estimación, de unos “4.000-6.500 incidentes” en España. En Alemania se han estimado en torno a 24.000, algunos años, en Gran Bretaña se han alcanzado los 60.000 o en Suecia unos 5.000. Pero son datos imprecisos. Como ejemplo, en el año 2018, la monitorización realizada por el Informe Raxen nos acerca anualmente a unos  600 incidentes o hechos relacionados con delitos de odio racial, xenófobo o de otras formas de intolerancia criminal  que nos permiten estudiar su naturaleza y tipología.Persisten signos inquietantes al registrar un muestreo en la Comunidad de Valencia (107 incidentes), Cataluña (79), Andalucía (70),  Madrid (68), Castilla-León (40), País Vasco (37), Baleares (30), Euskadi (37), Asturias (23), Murcia (16), Navarra (19) Aragón (17), La Rioja (17)   y resto de Comunidades Autónomas (65),  verificándose que se detectan incidentes de odio en todo el país, lo que resulta significativo.  El número de Incidentes relacionados que presenta el Ministerio del Interior en el año 2017, asciende a un total de 1.419 delitos e infracciones administrativas, lo que supone un aumento del 11,6% en relación a 2016, siendo los motivos de racismo, xenofobia  e intolerancia ideológica, homo y transfobia, los mas acusados. Estas cifras son congruentes con la Estimación Raxen, pues si se multiplica por 4, como aconseja la Unión Europea, estaríamos en la cita horquilla estimada.

En un  diagnóstico de la situación sobre  aspectos a los que no se está prestando la debida atención social  e institucional,  señalamos  que actualmente:

1.- Aumenta la presencia del “discurso de odio” (Hate Speech)en Internet y redes sociales, donde se alienta al racismo, xenofobia, antisemitismo, islamofobia, antigitanismo, homofobia y otras formas de  intolerancia.

2.- El mensaje del populismo xenófobo y de las organizaciones extremistas europeas es difundido por la ultraderecha española. Campañas, reuniones y mensajes por Internet y redes, compromisos de apoyo.

3.- Crecen socialmente los incidentes de xenofobia y de otras manifestaciones de intolerancia  frente a inmigrantes, gitanos, discapacitados, personas sin hogar y otras personas con diversidad religiosa y social.

4.- Siguen produciéndose numerosas agresiones  por individuos racistas o grupos neonazis contra inmigrantes, musulmanes, homosexuales y otros ciudadanos señalados por su diversidad.

5.- Los fondos ultras de los campos de fútbol continúan siendo un vivero de grupos racistas y  neonazis. Muchas de las agresiones violentas y enfrentamientos se producen en sus aledaños.

Aunque la respuesta institucional  avanzó con la creación de la Oficina Nacional de lucha contra los Delitos de Odio y las Fiscalía especializadas, el OBERAXE y otros organismos, resulta insuficiente para una labor eficaz, significando   que la Lista de Registro de Delitos de Odio debería incluir, según recomienda OSCE, como mínimo todas las motivaciones contempladas en la legislación nacional y debería ser lo más específica posible, por ejemplo, no mencionar única­mente “delitos dirigidos a miembros de confesiones religiosas” sino mencionar espe­cíficamente “delitos antisemitas” o “delitos anti-musulmanes”, así como “considerar supuestos que podrían no estar contemplados en la legis­lación”, por ejemplo, en nuestro caso, delitos dirigidos a personas transexuales, por su origen territorial, lengua, aspecto físico,  actividad u otros, porque eso ayuda a determinar si hay modelos de delitos en ascenso” (OSCE). Y a su vez, compilar una lista lo más amplia posible de infracciones penales en la que basarse para recoger datos que al menos debe de incluir: “Homicidio, agresión física, daños a la propiedad, pro­fanación grave, vandalismo, amenazas y actos de destrucción de lugares de culto”. También reclama la OSCE que –si están tipificados los “delitos extremistas” “discurso de odio” y “discriminación” como categorías de infracciones penales, estos datos se deberían recoger separadamente de los datos de delitos de odio-, ósea en rúbricas diferentes, dada la diferencia de criterio en la región,así como garantizar,algo que en nuestro país no está conseguido y que se debería comenzar con las diferentes fuerzas de seguridad,” que los procedimientos de recogida de datos sean homogéneos en todas las jurisdicciones estatales o provinciales, así como en todas las tareas administra­tivas”.

Sin embargo, monitorizar y analizar los delitos de odio va más allá de registrar datos, lo que tampoco se consigue con éxito a pesar del consenso general sobre la importancia de la recopilación de datos como elemento esencial para  desarrollar estrategias que hagan frente a los crímenes de odio. El déficit de datos es un desafío serio en la mayoría de países de la región OSCE; un déficit común de recogida de datos o subregistro de hechos y víctimas causado por distintos factores que van desde la no disposición  a revelar información personal, como la condición de inmigrante “irregular” o la  orientación sexual a su propio familia o comunidad, hasta que muchas personas pueden no ser conscientes de que existe legislación y desconoce  los procedimientos para denunciar delitos de odio; la falta de confianza en la policía o en las instituciones judiciales  puede llevar a  personas que no son ciudadanos del país en el que han sido víctimas a temer que su denuncia pueda dar lugar a su detención y / o deportación. Muchas víctimas temen que si denuncian un delito de odio los autores tomarán represalias contra ellos o contra sus familiares.

Registrar/monitorizar y analizar  los delitos de odio debe de servir para combatirlos.  Nos podemos encontrar con delitos de odio radicados en intolerancias múltiples, cuya acción externa oculta un mayor alcance como situarlo en una estrategia clandestina por parte de  organizaciones agresoras; faltan indicadores de sesgo o polarización mejor adecuados a la interpretación, identificación y análisis de los delitos de odio y sobre todo, escasea el conocerlos. Falta depuración de los hechos, interpretar el papel de ciertas campañas de organizaciones ideológicas, sociales y políticas, de ámbito nacional e internacional (Hammerskin, Blood and Honour …) de los mensajes de odio en internet, de los grupos ultras del futbol, de los conciertos de música de odio y de racismo, los actos de los ultranacionalismos excluyentes del uso masivo de redes y plataformas, de las nuevas formas de organización en red como micro-grupos o “lobos solitarios” (Breivick y la matanza de Utoya nos recuerda su extenso escrito descriptivo y operativo); falta sistemas de alerta temprana y prospectiva para prevenir y saber hacia dónde se dirigen los acontecimientos, no solo describir los hechos y falta sobre todo, un LENGUAJE  compartido que visibilice adecuadamente los delitos de odio, con cierta base científica en sentido de aportar elementos para una criminología y victimología desde donde intervenir con mayor racionalidad, evitando el uso perverso terminológico mediante retorcimientos conceptuales, como extender el concepto racismo hasta el infinito, y evitar confundirlos con otro tipo de acciones de organizaciones criminales o con datos aportados desde perspectivas poco cualificadas al respecto.

6.- Acción preventiva y estratégica

Deben considerarse los factores socioeconómicos, erradicar los abusos y violaciones de derechos humanos, abordar los conflictos no resueltos y en deterioro, la marginalidad juvenil, la insuficiente educación inclusiva y humanista y otros factores muy importantes que deben configurar estrategias y planes de acción,  sin olvidar los ejes que diseñan la Estrategia Nacional contra el Terrorismo 2019 ( Prevenir, Proteger, Perseguir y Preparar la Respuesta), en los ámbitos externo, interno y en espacios globales, como la adopción de medidas integrales  que significa la ONU en el Plan de Acción para Prevenir el Extremismo Violento (2015). PERO HAY QUE INSISTIR que no es posible luchar con eficacia contra los crímenes de odio y el terrorismo si no deconstruimos su raíz, la Intolerancia.  La lucha contra la intolerancia requiere  leyes,  educación, acceso a la información,  crear conciencia y compromiso individual,  colectivo e institucional para encontrar soluciones e intervenciones  locales y pensamiento global, y al menos,  abordar como  tareas urgentes:

1. Neutralizar sus viveros y los grupos organizados. Los viveros de la intolerancia son múltiples, desde un punto de vista de prevenir su impacto en adolescentes y jóvenes, aquellos espacios sociales que faciliten la infección  de actitudes y conductas con escasa posibilidad de detectar y neutralizar son, desde luego, los más peligrosos, sean  prisiones y otros centros de privación de libertad, sean marginalidades en los barrios, lugares de culto enraizados en el extremismo,  fondos ultras de los campos de futbol, centros y organizaciones que impulsan el fanatismo y el odio, entre otros,  y las redes sociales, desde donde se acosa y arruina la vida de muchos jóvenes y son potencialmente peligrosos, sin descartar otros espacios de socialización donde la mala educación realizada coadyuva al avance de  conductas y comportamientos de intolerancia en nuestros adolescentes y jóvenes, en especial sus manifestaciones y actos de violencia, sobre cualquier base expresiva o forma de intolerancia (racismo, fanatismo, autoritarismo..) que quiera sostenerse. 

2. Luchar contra el Ciberodio. Uno de los aspectos más preocupantes es el uso perverso de Internet que  alienta el enfrentamiento interétnico e interreligioso,  el extremismo violento, la apología del terrorismo, del racismo, la negación del Holocausto, y muchas otras formas de intolerancia como la promoción de adoctrinamiento totalitario y antidemocrático. Este uso de Internet que se beneficia en la mayoría de los casos del anonimato de la red, busca incitar al odio a la discriminación y la violencia, promueve la hostilidad y el acoso, recluta y organiza la intolerancia criminal, alienta el desarrollo del extremismo violento, el neofascismo, el populismo xenófobo, el racismo y el activismo totalitario.

El combate contra los grupos organizados y el discurso de odio, no solo necesita de prevención potenciando una sensibilización efectiva y un compromiso social  de máximo alcance, su erradicación requiere una firme acción normativa y  de una firme lucha  en el ámbito civil y penal  contra la incitación y las infractoras conductas de odio,  permitiendo y apoyando en esta lucha a las organizaciones no gubernamentales interesadas interponer acciones de derecho civil y penal, reparar e indemnizar a las víctimas de delitos de odio y posibilitar órdenes judiciales que permitan acometer, desde una jurisdicción universal en espacios globales como internet y las redes sociales,  una respuesta punitiva a sus infracciones haciendo efectivo esta máxima que señala que– la libertad de expresión, no es impunidad de agresión-.

Recordemos lo que laUNESCO nos propone (1995), «la intolerancia engendra violencia; utiliza la violencia para imponer sus planes de exclusión y odio. La intolerancia colectiva es una amenaza para el pluralismo, la democracia y el imperio del derecho. Como en el pasado, la intolerancia ha conducido al fanatismo, al fascismo y a la guerra y sigue haciéndolo actualmente. No hay pretexto para la violencia, sobre todo cuando la violencia conduce a la única situación que es irreversible desde el punto de vista médico: la muerte.”En definitiva, una convivencia sin violencia, necesita irrenunciablemente deslegitimar y desacreditar y rechazarla intolerancia, el victimismo identitario, el extremismo y su violencia que son los principales recursos de los que se dotan quienes quieren suprimir los valores democráticos de nuestras sociedades.  Es preciso debatir este problema pues lo peor que le puede ocurrir al extremismo violento es que hablemos y le analicemos, que le perdamos el miedo y observemos sus consecuencias, como decía el filósofo y sobreviviente del Holocausto, Walter Benjamin,  que “conozcamos el árbol por sus frutos”.

Esteban Ibarra

Presidente de Movimiento contra la Intolerancia

Secretario General del Consejo de Víctimas de Delitos de Odio y Discriminación

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