HRW destaca cómo el freno al populismo mejora la lucha por los derechos humanos

| 18 enero, 2018

La ONG ensalza la elección de Macron en Francia en contraposición a la de Trump en EE UU

SILVIA AYUSO. EL PAÍS.- La elección de París como plataforma para presentar su informe mundial no ha sido casual. Hace justo un año, Human Rights Watch advertía de la seria amenaza que el populismo suponía para los derechos humanos. Y lo hacía desde Washington, la ciudad en la que solo unos días después juraba su cargo como nuevo presidente de Estados Unidos Donald Trump, cuya elección había “puesto en jaque el sistema de derechos humanos de posguerra”, según el diagnóstico de la organización norteamericana de derechos humanos. Francia demostró unos meses más tarde, con la elección del proeuropeo Emmanuel Macron, que ese “populismo xenófobo” encarnado por Trump podía tener un freno. Un hecho que la organización defensora de los derechos humanos celebra desde la capital francesa, aunque advierte de que la tentación populista está lejos aún de haberse disipado del todo.

“El ascenso de populistas autoritarios parece menos inevitable ahora que hace un año”, señala en el sumario del informe el director ejecutivo de HRW, Kenneth Roth. En ese enero de 2017, “parecía que no había manera de detener a los políticos de todo el mundo que decían ‘hablar por el pueblo’ pero que construían su base de seguidores demonizando a minorías impopulares, atacando principios de los derechos humanos y alentando la desconfianza hacia las instituciones democráticas”, recuerda en una referencia clara a Trump, pero también a políticos como la líder de ultraderecha Marine Le Pen, que llegó a pasar a la segunda vuelta presidencial de Francia. Un año más tarde, y gracias a “la reacción popular” en numerosos países, y en algunos casos también gracias a la aparición de “líderes políticos con el valor de defender los derechos humanos”, la agenda de muchos de esos populistas parece “más incierta”.

Además de la aparición de líderes como Macron, la presión popular y/o internacional también lograron frenar o ralentizar intentos de erosionar la democracia en países como Polonia, Hungría o Venezuela, según HRW. Trump también ha visto cómo muchas de sus medidas, especialmente las dirigidas contra inmigrantes o minorías como la musulmana, han topado con contundentes protestas populares y el freno, aunque solo haya sido temporal en algunos casos, de los tribunales.

No obstante, subraya la ONG, el peligro sigue latente. “Allí donde la capitulación se une a su mensaje de odio y exclusión, los populistas florecen”, advierte. De ahí la necesidad de “líderes comprometidos” que “resisten con firmeza a los políticos que demonizan a las minorías, atacan los derechos humanos y socavan las instituciones democráticas”.

Si bien el análisis de HRW es moderadamente alentador, no escasean las voces de alarma. Para empezar, advierte la ONG, la batalla interna que siguen librando muchos de los países occidentales que solían ser aliados en la defensa de los derechos humanos en el mundo ha dejado al planeta sin el apoyo de defensores “tradicionales, a pesar de sus defectos”, de derechos y libertades fundamentales globales. Es el caso, especialmente, de EE UU con un presidente que “demuestra una perturbadora predilección por hombres fuertes que pisotean los derechos” y o Reino Unido con su Brexit. Pero también se han replegado en esta batalla muchos países europeos que siguen lidiando con la influencia del populismo xenófobo.

Una situación que “ha permitido que ocurrieran atrocidades masivas, a menudo sin ningún tipo de freno externo”, en países como Yemen, Siria, Birmania con la represión de la minoría rohingya o Sudán del Sur, lamenta HRW.

La tentación populista no ha sido además erradicada del todo, como demuestran los casos de Austria —donde el conservador Sebastian Kurz aceptó aliarse con la ultraderecha populista para ser canciller— Holanda o Alemania, donde también la extrema derecha de AfD ha logrado un preocupante avance.

El repliegue de muchos países ante sus propios demonios populistas internos ha permitido además que prosperaran “fuerzas que desprecian los derechos”, lamenta HRW. Es el caso, entre otros, de Turquía, donde el presidente Recep Tayyip Erdogan “diezmó el sistema democrático mientras la UE se centraba mayormente en asegurar su colaboración para detener la fuga de refugiados hacia Europa y la cooperación en materia de seguridad”. O el de Egipto, donde el presidente Abdulfatá al Sisi “aplastó el disenso público sin que hubiera demasiada interferencia de EE UU o de la UE, que aceptaron su afirmación de que estaba actuando para generar estabilidad”.

Es el caso también de China, donde el presidente Xi Jinping “llevó a cabo una intensa represión de voces independientes, mientras otras naciones se mostraban renuentes a denunciar la situación por temor a perjudicar lucrativos contratos” con Pekín. Un pecado del que no se libra ni el tan laureado Macron, al que HRW reprocha su “ausencia de críticas durante su visita a China” este mes y su “preocupante política antiterrorista”, cuestionada por muchas organizaciones de derechos humanos, en el plano interno.

Con todo, HRW concluye 2017 con una lección: “Los derechos humanos pueden ser protegidos del peligro populista”, afirma Roth. Siempre y cuando, subraya, “se oponga una defensa comprometida en vez de ceder ante esta realidad” y se realice “un llamamiento a la acción, en vez de un lamento de desesperación”.

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