Hollande exige a sus ministros silencio sobre los gitanos

| 2 octubre, 2013

Hollandepidesilencia MIGUEL MORA. EL PAÍS.- Tras una semana de polémica mediática y de bronca gubernamental sobre las palabras de Manuel Valls, ministro de Interior, quien afirmó que solo una minoría de los 20.000 gitanos europeos que viven en Francia desean integrarse y defendió expulsarlos a sus países, el presidente de la República, François Hollande, ha aprovechado el Consejo de ministros celebrado hoy en el Elíseo para llamar al orden a su equipo y pedir a los miembros del Gabinete que no discutan más en público y “estén unidos para sacar a Francia de la crisis”, según ha explicado la portavoz del Gobierno, Najat Vallaud-Belkacem.

“El presidente ha puesto un punto final definitivo a la polémica de estos días recordando que Francia tiene valores y principios, que nuestra política sobre la comunidad gitana los respeta escrupulosamente, y que esto no puede ser puesto en cuestión ni un solo momento”, ha explicado la portavoz tras el consejo.

Según Vallaud-Belkacem, Hollande ha enfatizado que, cuando haya una disensión entre los ministros, “esta será arbitrada desde dentro por el mismo presidente”.

La apelación de Hollande a ventilar las diferencias de criterio “en el vestuario” se ha producido en un ambiente tenso, según han contado diversos asistentes al consejo. El martes, el primer ministro, Jean-Marc Ayrault, ya pidió “sangre fría” a sus ministros tras la controversia protagonizada por la ministra de Vivienda, la ecologista Cécile Duflot, con su compañero de Gabinete Manuel Valls. Duflot acusó a Valls de ir “más allá de quienes ponen en peligro el pacto republicano”, y el ministro replicó diciendo que se trataba de una inculpación “intolerable”.

La mediación de Hollande es una forma hábil de sermonear a los dos ministros sin que se note mucho. Al decir que su política respeta escrupulosamente los valores de la República, censura a Duflot pero también a Valls. Hollande se refiere a la circular interministerial de agosto de 2012, firmada por siete ministros, entre ellos los de Interior y Vivienda, que reguló las evacuaciones de campamentos ilícitos de romaníes. Esa circular detalla las medidas de inserción, escolarización, realojamiento y acompañamiento que el Estado debe ofrecer a los ciudadanos “que no se han beneficiado del respeto republicano desde hace mucho tiempo”.

El mensaje, contradictorio, que lanza el presidente es que esa circular marca la política del Gobierno y debe ser aplicada, aunque al mismo tiempo sugiere que se está aplicando ya, un extremo que las ONGs y los expertos en discriminación desmienten de forma rotunda.

El trasfondo de las declaraciones de Valls parece claro. Tras un verano en que la derecha ha cabalgado a fondo el problema gitano, los socialistas tienen la imperiosa necesidad de mejorar su intención de voto de cara a las elecciones municipales de marzo de 2014 y las europeas de mayo. El Elíseo teme un enorme voto de castigo, y Valls, que es de largo el ministro más popular del Gabinete, es también la punta de lanza en cuestiones de seguridad e inmigración, el hombre que puede convencer a los electores de que los socialistas no serán laxistas y les protegerán de sus miedos y sus fantasmas tan bien como lo haría la derecha. Las encuestas estiman que sus palabras sobre los romaníes, tan similares a las que utilizan la UMP y el Frente Nacional, son compartidas por más del 70% de los franceses.

Por otra parte, en plena polémica sobre los gitanos, París ha anunciado que cerrará las puertas a la entrada de Rumania y Bulgaria en el espacio Schengen, asociando esa decisión con los gitanos, aunque la Comisión Europea ha recordado que tanto rumanos como búlgaros pueden circular libremente desde 2007 y que el año que viene podrán además trabajar sin restricciones en Europa se apruebe o no su entrada en Schengen.

Las asociaciones pro-derechos humanos y el sindicato de la Magistratura habían pedido a Hollande que se pronunciase públicamente sobre las acometidas de Valls, recordando que la mitad de los 20.000 gitanos europeos que viven en Francia desde hace 20 años son menores de edad, y que las familias huyen de una marginación socio-económica catastrófica. Haciendo gala de su proverbial capacidad de síntesis, Hollande ha preferido pronunciarse por persona interpuesta para evitar colocarse entre dos fuegos.

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