Hasta 53 años de cárcel para los únicos yihadistas vivos de la célula que atacó Las Ramblas y Cambrils

, | 27 mayo, 2021

ABC.- de los tres individuos que se sentaron tras la famosa ‘pecera’ de la Audiencia Nacional conducía la furgoneta que la tarde del 17 de agosto de 2017 sembró el terror en Las Ramblas de Barcelona, ni tampoco el coche que horas más tarde hacía lo propio en el paseo marítimo de Cambrils (Tarragona). Pero tanto Mohamed Houli como Driss Oukabir, y así lo deja claro la sentencia que les condena a 53 y 46 años de cárcel respectivamente, integraban esa organización terrorista encomandada por el imán de Ripoll. Said Ben Iazza, el tercero en el banquillo, condenado a ocho años de cárcel, no era del grupo pero colaboró con sus miembros. Son los tres únicos responsables del 17-A que salieron vivos.

Aunque no fuesen los ejecutores de la matanza que acabó con la vida de 16 personas y dejó casi 150 heridos, la sección tercera de lo penal de la Audiencia no tiene duda de que Mohamed Houli y Driss Oukabir «se integran y forman parte de la célula terrorista» desde casi el primer momento, «independientemente de que cada uno desempeñe una actividad diferente». A ambos, la Audiencia les condena por pertenencia a organización terrorista y tenencia, depósito y fabricación de explosivos. Rechaza, sin embargo, considerarles coautores de 14 delitos de homicidios de carácter terrorista en grado de tentativa –como pedían algunas acusaciones–, lo que se hubiese traducido en una condena de prisión permanente revisable, finalmente ha decaído. De esta forma, pasarán un máximo de 20 años en prisión.

Mohamed Houli resultó herido en la explosión del chalé de Alcanar (Tarragona), que habían convertido en laboratorio. Fue esa detonación accidental la noche del 16 de agosto –en la que, entre otros, murió el imán Abdelbaki Es Satty– la que precipitaría los planes criminales de los yihadistas, que improvisaron los atropellos masivos del día siguiente. Houli se había implicado de lleno en la preparación de los explosivos: vendió joyas robadas para comprar bombonas que almacenaban en el chalé de Alcanar y ayudó en la manipulación de los artefactos.

Driss Oukabir, por su parte, fue quien alquiló la furgoneta con la que Younes Abouyaaqoub –abatido por los Mossos cuatro días después de su huida– protagonizó el atropello masivo de Las Ramblas. Además, acudía asiduamente al chalé de Alcanar. Driss Oukabir había entrado a formar parte del grupo terrorista cuando este ya estaba afianzado, y lo hizo de la mano de su hermano, Moussa, uno de los cinco terroristas tiroteados por los Mossos en el paseo marítimo de Cambrils. Y es que, excepto los que ahora han sido juzgados, los otros ocho miembros del grupo yihadista de Ripoll, desde el imán Es Satty a Younes Abouyaaqoub, pasando por los terroristas que atentaron en Cambrils, fueron o bien tiroteados por los Mossos, o bien murieron en la explosión de Alcanar. Pese a que la sentencia da por probado que Houli y Oukabir eran, sin duda, miembros de organización terrorista, el tribunal impone a Houli una pena mayor «en consideración a la magnitud del depósito –de explosivos– y a su contribución personal» a los salvajes objetivos del grupo yihadista.

Con el imán empezó todo

En sus 1.018 páginas, la sentencia, contra la que cabe recurso, pone el punto de partida de la gestación de los atentados en la llegada a Ripoll del imán Es Satty –en una fecha indeterminada entre finales de 2014 y principios del 2015– para hacerse cargo de la mezquita del pueblo gerundense. Allí, según detalla la resolución, consiguió adoctrinar «en su ideario fanático de yihadismo radical» y de «violencia extrema» a un reducido grupo de jóvenes veiteañeros. Luego, estos implicaron a sus hermanos pequeños.

La organización, tutelada por el imán, consensuó atentar contra «edificios emblemáticos», y ya en julio de 2017 decidió que en la casa que dos de ellos tenían alquilada en Alcanar. Apuntaban, por ejemplo, a la Sagrada Familia, a la Torre Eiffel y a los accesos al Camp Nou. Pero su plan se torció con la explosión. La investigación no pudo averiguar si el imán contaba con contactos internacionales para proponerse unos objetivos tan pretenciosamente simbólicos y sanguinarios.

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