El impacto «extremo» del Covid-19 en la comunidad gitana española

| 30 abril, 2020

Así lo atestigua un estudio de la Universidad de Alicante y de la británica St Andrews. Entre los datos, destaca que más del 80% vive en la pobreza y el 50% ingresa menos de 310€ al mes. Más del 60% viven en hogares pequeños donde habitan varias generaciones

D. MOLTÓ. EL MUNDO.- Aunque pudiera parecer lo contrario, si hay algo que ha constatado la actual crisis sanitaria del coronavirus es que tampoco esta pademia afecta a todos por igual. Comunidades racializadas y sectores poblacionales al límite de la exclusión social son las que más han sentido su impacto. Entre ellas, la comunidad romaní española, es una de las que arrastra factores socioeconómicos y sanitarios desproporcionados que también la hacen extremadamente vulnerable en la presente situación.

Así lo atestigua una nueva investigación dirigida por la Universidad de St Andrews (Reino Unido) en colaboración con la Universidad de Alicante, un estudio dirigido por Paloma Gay y Blasco, de la Escuela de Estudios Filosóficos, Antropológicos y Cinematográficos, y por María Félix Rodríguez Camacho, doctoranda en Ciencias de la Salud de la Universidad de Alicante y responsable del área de Salud de la Federación Autonómica de Asociaciones Gitanas de la Comunitat Valenciana (FAGA).

Las autoras advierten que la comunidad gitana, una de las minorías más marginadas y pobres de Europa con la salud más precaria y la menor esperanza de vida, sea probablemente la que sufra el impacto del coronavirus de forma extrema.

La etnia gitana española, así como la de otras partes de Europa, ha entrado en la pandemia desde una posición excepcionalmente desventajosa. Según este estudio, «más del 80% de esta comunidad vive en la pobreza, y casi el 50% tiene unos ingresos mensuales inferiores a 310 euros. Esta comunidad experimenta también mayores niveles de EPOC, obesidad y diabetes, y es más probable que sufra graves problemas de salud que pueden repercutir en la supervivencia de estos individuos al COVID-19».

Las condiciones deficientes de sus viviendas en los centros urbanos o barrios marginales, la segregación residencial en guetos construidos especialmente para ello, y el hacinamiento afectan de manera desproporcionada a la comunidad gitana, atestigua el informe. «Más del 60% de los gitanos viven en hogares multigeneracionales, con dos o más núcleos de familias relacionadas que viven juntas en pequeños apartamentos», señalan las autoras de esta investigación. Esto hace extremadamente difícil evitar el contagio a través del autoaislamiento.

Además, añaden, «casi el 44% de los hombres y el 27% de las mujeres de raza gitana obtienen sus ingresos a través de la venta ambulante, ya sea en mercados al aire libre o a pie. La cuarentena obligatoria hace imposible que un gran número de estas familias se ganen la vida. Además, muchas tienen poco acceso a la limitada ayuda económica que el gobierno español proporciona a los trabajadores autónomos».

Todos estos factores combinados colocan a grandes sectores de la comunidad gitana en una situación altamente vulnerable. Según un comunicado de la Fundación Secretariado Gitano del 24 de marzo de 2020, aproximadamente 47.000 personas carecen de alimentos básicos o de los suministros necesarios para sobrevivir. Los datos cualitativos reunidos por Paloma Gay y Blasco y María Félix Rodríguez Camacho también revelan las condiciones desesperadas a las que se enfrentan muchas familias gitanas.

«DESGRACIA ACEPTADA»

Las expertas ponen de relieve el estereotipo negativo de la comunidad gitana en algunos sectores de los medios de comunicación. «Se los caracteriza como individuos disgregados de la sociedad española, presentándolos injustamente como menos dispuestos a adherirse a las políticas gubernamentales y al confinamiento obligatorio impuesto para combatir la pandemia».

Las ONG y algunos organismos gubernamentales han movilizado sus recursos para ofrecer su ayuda en este sentido.

Sin embargo, las autores advierten que sin una acción rápida, decisiva e inclusiva por parte de las instituciones estatales locales y nacionales, estas iniciativas serán insuficientes. «Es preciso adoptar esta medida para no seguir considerando el sufrimiento que padecen tantas familias gitanas como una ‘desgracia aceptada‘, una vez más, sino como un fracaso intolerable».

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