Del mar a la guerra libia: el doble infierno de los migrantes

| 21 julio, 2019

Sometidos a torturas, hambre y enfermedades en los centros de detención, los refugiados quedan atrapados en el frente. La ONU reclama a la UE que revise su cooperación migratoria con Trípoli y ACNUR insta a desmantelar esas instalaciones

ROSA MENESES. EL MUNDO.- Miles de migrantes y refugiados atrapados en el conflicto de Libia se enfrentan a condiciones inhumanas en los centros de detención. Sin agua, sin apenas comida, padecen enfermedades relacionadas con la falta de higiene y con la salud mental, dadas las duras condiciones que soportan. Además, son sometidos a malos tratos, torturas humillaciones, hacinamiento e incluso secuestros y extorsión.

Los centros de detención de personas indocumentadas pertenecen oficialmente al Gobierno de Unidad Nacional (GNA) libio, reconocido por la comunidad internacional. Hay unos 25 en todo el país, y los gestionan milicias afines al Ejecutivo que lidera Fayez Serraj. En ellos se encuentran detenidos un total de 5.700 personas, según un recuento de finales de mayo realizado por el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR). Siete de estos recintos se encuentran en la asediada Trípoli, con unos 2.400 migrantes y refugiados.

La ofensiva militar que lanzó el pasado 4 de abril el mariscalJalifa Haftar contra el GNA amenaza directamente a este colectivo. Encerradas en prisiones gestionadas por milicias rivales de Haftar que a menudo se encuentran dentro de complejos militares, estas personas están sufriendo las consecuencias directas de la guerra, como se ha demostrado tras el bombardeo el pasado 3 de julio pasado contra un centro de detención en la base militar de Tajura (noreste de Trípoli), que provocó medio centenar de muertos, entre ellos seis niños, según informó Naciones Unidas días después, aumentando a 53 el recuento inicial de 44 muertos.

LA ONU: LIBIA NO ES UN LUGAR SEGURO

Muchos de los migrantes y refugiados alojados en Tajura en el momento del bombardeo habían intentado llegar por mar a las costas europeas pero fueron interceptados por la guardia costera libia y enviados al centro. La ONU ha reiterado en muchas ocasiones que Libia no es un lugar seguro para devolver a los migrantes y refugiados detenidos en el mar y ha llamado frecuentemente a que sean liberados y llevados a un lugar seguro. Lo volvió a remarcar el Alto Comisionado para los Refugiados (ACNUR) el 14 de julio, instando a que estas instalaciones sean desmanteladas de forma inmediata. Numerosas organizaciones humanitarias han respaldado estas consideraciones. Sus voces no dejan de alzarse desde que Haftar y el GNA se enzarzaron en un enfrentamiento militar abierto hace tres meses por el control de Trípoli.

Raquel González, responsable de Relaciones Exteriores de la ONG Médicos Sin Fronteras, recuerda que las personas migrantes y refugiadas han sufrido ya varios ataques desde que comenzó esta nueva etapa de la guerra civil que envuelve Libia desde el alzamiento contra el régimen de Muamar Gadafi en 2011. «Desde que comenzaron los ataques, hemos registrado un repunte de los casos de salud mental. A los migrantes y refugiados les afecta lo que han sufrido hasta llegar a Libia y a eso se añade la desesperanza de qué va a pasar con ellos en esos centros (algunos llevan más de un año detenidos) y el miedo a los bombardeos. Han aumentado los intentos de suicidio«, relata en una entrevista con EL MUNDO realizada tras conocerse las noticias del bombardeo en Tajura.

González enumera las pésimas condiciones a las que están sometidos los detenidos. «En Misrata hemos constatado el uso generalizado de la tortura contra los migrantes. Hemos atendido a personas devueltas tras ser interceptadas en el mar y muchas veces, además de sufrir las palizas de la guardia costera libia, vienen con quemaduras de gasolina, de queroseno, por las barcazas», explica. Se han dado casos de desapariciones bajo detención, en los que no hay ni rastro del destino que han corrido estas personas. Se teme que sean víctimas de trata o de trabajos forzados.

Sarna, gastroenteritis y tuberculosis se ceban con los que habitan las mazmorras libias. El alto comisionado de la ONU de los Derechos Humanos denunció el 7 de junio que 22 personas han muerto de tuberculosis y otras enfermedades en un centro de detención de Zintan desde septiembre pasado.

Pero el sufrimiento de los migrantes y refugiados en los centros de detención «oficiales» del GNA es, según constata González, «la punta del iceberg». Porque hay numerosas prisiones bajo el control de milicias no adscritas al GNA en las que no se sabe cuántas personas están recluidas ni sus condiciones. Y también hay cárceles clandestinas controladas por grupos armados que hacen del tráfico de seres humanos un lucrativo negocio.

Se calcula que hay más de 700.000 migrantes llegados a Libia con la intención de buscar una vida mejor en Europa. Vienen sobre todo de Sudán, Sudán del Sur, Etiopía, Eritrea o Somalia, países que están en conflicto. Si llegaran a Europa, estas personas tendrían derecho a solicitar asilo. Pero, en vez de eso, tras un periplo que puede durar años, se encuentran varados en Libia, un país en guerra, lo que no ha impedido que haya firmado con la Unión Europea un convenio para devolverles al país norteafricano cuando son interceptados por la guardia costera libia. Esas patrullas reciben financiación, formación y apoyo logístico y político de Europa.

LA UE DEBE «REVISAR» SU POLÍTICA MIGRATORIA

En el último año, las organizaciones internacionales han evacuado de Libia y reasentado en otros países a 1.161 de estas personas, según cifras de ACNUR del 7 de junio. Sin embargo, las devoluciones a Libia de migrantes interceptados en el mar se cifran en 2.725 en el mismo periodo: más del doble. Sin ir más lejos, el pasado 12 de mayo, 108 migrantes fueron detenidos por la guardia costera libia, desembarcados en Trípoli y enviados a Tajura, el lugar del bombardeo del miércoles. «Libia es caldo de cultivo de una falta de cobertura legal básica», añade la portavoz de MSF.

A finales de mayo, diez ONG internacionales que trabajan en Libia elevaron la voz para exigir a la UE que «revise urgentemente» sus políticas migratorias. Dicen que alimenta un «sistema de criminalización» y subrayan que los migrantes y refugiados «entre los que hay mujeres y menores, son sujetos a detenciones arbitrarias e ilimitadas» en condiciones «abominables». Human Rights Watch fue más lejos y en un informe publicado recientemente atribuye a la cooperación migratoria entre Bruselas y Trípoli el fomento «de un ciclo de abuso extremo» contra los migrantes y refugiados.

«Las muertes se apilan en los centros de detención libios,desbocados por una epidemia de tuberculosis en Zintan, víctimas de un bombardeo en Tajura. La presencia de un puñado de actores humanitarios en el terreno no logra asegurar condiciones aceptables en estos centros», deplora a la agencia Afp Julien Raickman, jefe de misión de MSF en Libia. «Las personas que son detenidas, mayoritariamente refugiados, continúan muriendo de enfermedades, de hambre, son víctimas de violencia de todo género, de violaciones, sometidas a la arbitrariedad de las milicias. Se encuentran atrapadas en los combates», denuncia.

La situación cada vez más crítica en la conflictiva Libia reclama la atención urgente de las nuevas autoridades europeas. El Consejo de Europa exhortó el pasado 18 de junio a la UE a suspender su cooperación con los guardacostas libios advirtiendo de que los interceptados «son sistemáticamente detenidos y sometidos en consecuencia a la tortura, violencia sexual y extorsiones».

La Comisión Europea defiende su «compromiso» financiero con Libia sobre la cuestión migratoria y subraya que ha «movilizado» desde 2014 unos 338 millones de euros en programas vinculados a la migración en el país norteafricano, según informa Afp. «Estamos extremadamente preocupados por el deterioro de la situación» en Libia, declaró hace pocos días Natasha Bertaud, portavoz de la Comisión Europea.

Mientras, los que pueden escapar de este infierno no dudan en echarse al Mediterráneo. Prefieren morir ahogados. Ese fue el triste destino de un grupo que se echó a la mar el 11 de julio (una semana después del bombardeo en Tajura) desde Zuwara, a pocos kilómetros de Trípoli. Su bote se hundió frente a la costa tunecina y al menos 82 de ellos se ahogaron. Sólo tres sobrevivieron. Una semana después del naufragio, la Media Luna Roja tunecina seguía recuperando cuerpos en la playa. Es el naufragio más grave desde que en mayo se ahogaran 65 personas en las mismas costas.

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