Vox acaba con la excepción española, pero con menos fuerza que sus socios europeos

| 29 abril, 2019

La irrupción de la ultraderecha homologa las Cortes a la mayoría de parlamentos europeos, aunque con un grado de apoyo inferior a fuerzas de la misma familia

ANDREA RIZZI. EL PAÍS.- Vox acabó con la excepción española. El resultado de la formación ultraderechista en las legislativas celebradas este domingo marca la salida de España del reducido círculo de países europeos que no tienen representación de grupos de la derecha extrema en sus parlamentos. Las Cortes permanecían en ese muy minoritario club junto a Westminster, las cámaras portuguesa e irlandesa y pocos más (con casos discutibles según se incluyan o no ciertas formaciones en la galaxia ultraderechista). El 28-A homologa el Parlamento español a la normalidad europea en este concepto, como ya desde las anteriores elecciones se fue alineando a la tendencia continental que supone el desgaste de los partidos tradicionales (la suma de PSOE y PP se queda por primera vez muy por debajo del 50%) y la fragmentación del voto. Vox ya tiene voz y lugar en las Cortes. Queda por ver en qué sector de la heterogénea galaxia ultraderechista europea querrá y podrá encajar.

El resultado de la formación española -con un 10% de los votos y 24 diputados- es notable porque constituye un salto desde la nula representación en la anterior legislatura. Sin embargo, la sitúa por debajo de la horquilla en la que se mueven sus partidos hermanos en Europa. La Liga obtuvo un 17% en las legislativas de 2018 (y tiene ahora un 30% en los sondeos); Marine Le Pen obtuvo respectivamente un 21% y un 13% en las primeras rondas de las presidenciales y legislativas francesa de 2017 (ahora está por encima del 20% en los sondeos para las europeas); Alternativa para Alemania logró un 12,6% en las legislativas de 2017; el ultraderechista Finlandeses acaba de obtener un 17,5%, el mismo resultado que marcaron los Demócratas Suecos en 2018; los austriacos del FPÖ se adjudicaron un 26% en las parlamentarias de 2017.

Vox comparte con estas formaciones la ideología antinmigración y el concepto de defensa de la identidad cultural histórica. Pero la galaxia de la derecha extrema europea es heterogénea. Algunas formaciones hacen hincapié en el ultraconservadurismo en derechos civiles, otras no; algunas tienen un corte económico ultraliberal, otras muy social; algunas son rabiosamente eurófobas; otras meramente euroescépticas. Vox, en concreto, mantiene diferencias con dos titanes del área, Marine Le Pen y Matteo Salvini.

En el primer caso, la distancia reside en el ultraconservadurismo en derechos civiles de Vox -sobre todo en materia de igualdad de género- que no encuentra eco en las posiciones más liberales del partido de Le Pen.

En el segundo, el obstáculo consta en el origen regionalista de la Liga y en pasadas señales de simpatía de la formación italiana a la causa independentista catalana. Este coacervo ha tenido una evolución en los últimos tiempos: bajo el mando de Salvini, la Liga ya no es un partido regionalista del norte, sino un partido nacionalista tout court, y ha sido más prudente en la cuestión del independentismo catalán en los últimos tiempos. De hecho, el político italiano envió vía Twitter un cálido mensaje de apoyo a Abascal y los suyos en vísperas de las elecciones. Pero las sospechas de que se trate de una maniobra táctica de los italianos para tener a Vox de su lado en Estrasburgo son fuertes, y las suspicacias de fondo se mantienen.

Esto pone a Vox más cerca de formaciones de derecha dura del Este europeo como el PiS polaco o Fidesz en Hungría. El partido de Abascal está en sintonía con Kaczyinski y Orban en el ultraconservadurismo moral y en la mano dura migratoria. Estos, sin embargo, tienen un grado de eurohostilidad mayor del que ha manifestado hasta ahora Vox, aunque esto habrá que comprobarlo en la campaña para las elecciones europeas. Hasta ahora la formación ultraderechista española ha estado especialmente concentrada en asuntos nacionales.

Estos elementos serán importantes después de las elecciones que se celebrarán entre el 23 y el 26 de mayo para aclarar la composición del próximo Parlamento Europeo y las relaciones en la galaxia ultraderechista. Vox tendrá que decidir donde se situará. En la legislatura que termina, los partidos de esta familia política se hallan diseminados en varios grupos parlamentarios.

Salvini, Le Pen, el austriaco FPÖ, los holandeses de Wilders y otros conforman “Europa de las Naciones y la Libertad”. AfD y los Demócratas de Suecia están en un cajón bastante heterogéneo que se llama “Europa de la Libertad y Democracia Directa”. El PiS polaco, los Finlandeses, sus homólogos daneses y otra formación ultraderechista italiana conforman con los tories británicos los “Conservadores y Reformistas Europeos”. El húngaro Fidesz acaba de ser suspendido, aunque no expulsado, del PPE por sus radicales posturas.

Salvini lidera un evidente intento de unificar y encabezar toda esta galaxia en la próxima legislatura europea. La Liga será probablemente el segundo partido con mayor representación en la Eurocámara después de los democristianos de Merkel. El interés de aunar fuerzas es claro, porque ofrece mayor capacidad institucional, más visibilidad. A la vez, los recelos y divergencias son evidentes. Vox tendrá probablemente un papel preeminente en todo esto con una representación nutrida. Otros grupos a seguir son el PiS polaco, que ahora cuenta con la continuidad de los tories en la Eurocámara para mantener con vida y peso el grupo de los Conservadores y Reformistas, y Fidesz, que mantiene una relación inestable con el PPE.

Sea cual sea la configuración final de los grupos, es evidente que esta familia política tendrá un peso relevante en la próxima Eurocámara aunque no, según los sondeos, una capacidad de bloqueo.

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