Vecinos que vigilan al yihadista: el modelo contra la radicalización de Dinamarca

| 4 enero, 2018

Es el vecino quien vigila. El controvertido modelo de Aarhus contra la radicalización, que concede una segunda oportunidad a combatientes yihadistas, no convence a todo el país

ALICIA MEDINA. EL CONFIDENCIAL.- Suena el teléfono en la Infohouse de Aarhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca. El policía que responde puede encontrar al otro lado de la línea a un vecino, una profesora o un empleado del ayuntamiento que alerta de un posible caso de radicalización. En ese mismo instante se pone en marcha el modelo Aarhus, que busca prevenir la deriva hacia el extremismo y reintegrar en la sociedad a individuos radicalizados.

Los vecinos de Aarhus han denunciado al menos 450 posibles casos de radicalización, el 85% de ellos relacionados con la religión, en los últimos ocho años. De los 145 ciudadanos daneses que viajaron a Siria para sumarse a las filas de grupos yihadistas, 36 partieron de esta ciudad. Al menos dos decenas han acabado regresando a Aarhus y la gran pregunta, como en muchos otros países europeos, es qué hacer con los retornados.

Aquí radica la singularidad de este programa. El propio comisario de Jutlandia del Este, Allan Aarslev, es quien invita a la Infohouse a individuos que podrían caer en la radicalización para conversar con ellos. La estrategia es tan original que ha merecido 400 entrevistas en los medios y hasta una invitación de Barak Obama al alcalde Jacob Bundsgaard para que explicara el modelo en Washington. Una atención mediática que contrasta con las escuetas cifras del modelo Aarhus: 18 trabajadores a tiempo parcial que actualmente están tratando 12 casos.

Sin pruebas contra retornados: programa Exit

El modelo Aarhus funciona así: tras recibir una alerta, la policía y los servicios sociales del ayuntamiento recopilan información sobre el caso. “Si creemos que puede tratarse de una posible radicalización, contactamos con la persona y la invitamos a la Infohouse”, comenta el comisario Aarslev. Se trata de un modelo voluntario: si el “posible radicalizado” accede, le asignan un mentor que intentará ampliar las perspectivas del individuo durante un año y canalizar su indignación hacia una vía no violenta. “Cuando conseguimos que esta persona vuelva a encauzar su vida, concluimos la intervención”, comenta la jefa de Servicios Sociales del consistorio, Natasha Mannemar.

Una veintena de personas logró volver a Aarhus tras viajar a Siria, la mayoría en 2014 y 2015. Si la policía danesa hubiera podido demostrar que habían combatido con Daesh o Al Nusra (antigua filial de Al Qaeda en Siria), podrían haberlos juzgado por terrorismo y traición, ya que el ejército danés forma parte de la intervención en Siria. “Nos fue imposible probar que lo que habían estado haciendo en Siria era ilegal”, se lamenta Aarslev.

No podían juzgarlos, así que tenían dos opciones: o los dejaban solos o les ayudaban. Optaron por la segunda. “Si les ayudamos, podemos asegurarnos de que no serán un problema para nosotros”, defiende Aarslev. Así que entrevistaron a los 20 retornados. Cinco les dijeron que podían “arreglárselas solos”, el resto necesitó asistencia. “A seis de ellos les ayudamos a que volvieran a su antigua escuela, que no los habría aceptado si no lo hubiéramos recomendado”, dice Aarslev.

Los retornados reciben tratamiento médico y psicológico, ayuda para encontrar trabajo u oportunidades de alojamiento. La jefa de Asuntos Sociales del consistorio matiza: “Lo que ofrecemos no es nada diferente a lo que cualquier ciudadano danés tiene acceso, simplemente coordinamos todas las oportunidades, no es un ‘regalo extra”. El comisario incide: “Nos han criticado por ayudar a este grupo de personas, muchos políticos daneses no nos entienden”. La idea general es que, “si han ido a Siria, deberían ir a la cárcel”.

La importancia del cuándo

El 14 de febrero de 2015, un atentado en Copenhague se saldó con dos víctimas mortales. Ese mismo día un matrimonio de Aarhus viajó a Siria,convirtiéndose en las dos últimas personas que respondieron a la llamada del Estado Islámico desde esta ciudad. El marido murió en Siria y la mujer consiguió volver a Aarhus en octubre de 2015. “No necesitó formar parte del programa Exit porque estaba arrepentida, pero sí que recibió apoyo y hoy es una chica normal”, comenta Aarslev. Otras dos mujeres de Aarhus viajaron hasta el ‘Califato’ para unirse al Estado Islámico, pero ambas murieron.

La última salida desde Aarhus data pues de febrero de 2015. La fecha es clave, ya que el Gobierno danés reformó el Código Penal y a partir del 1 de julio de 2016 viajar a dos zonas de conflicto en Siria y otras dos en Irak sin autorización acarrea una pena de cuatro años de cárcel. Es decir, si alguien regresara de Siria hoy, se investigaría si viajó antes o después de julio de 2016.

Un técnico de la policía investiga el lugar de un tiroteo en Oesterbro, Copenhague, en febrero de 2015, obra de un yihadista. (Reuters)
Un técnico de la policía investiga el lugar de un tiroteo en Oesterbro, Copenhague, en febrero de 2015, obra de un yihadista. (Reuters)

¿Negociar con una mezquita extremista?

En las navidades de 2013, la policía había contabilizado 27 residentes de Aarhus en Siria, 22 de los cuales acudían a la mezquita de Grimhøj, “una mezquita salafista, en la que creen en el ‘Califato’, pero eso no significa que sean criminales o hayan facilitado el tráfico [de combatientes] hacia Siria”, puntualiza el comisario Aarslev. Las autoridades se reunieron con la junta de la mezquita para ver cómo podían “parar el flujo” de combatientes. El centro religioso intervino y alrededor de 20 jóvenes, de los que la mitad había estado en Siria, aceptaron entrevistarse con los responsables del programa en marzo de 2014.

“Les advertimos de que si encontrábamos pruebas de que habían luchado con Daesh o Al Qaeda serían juzgados”, cuenta el comisario. También discutieron sus motivaciones para ir a Siria. “Después de estas conversaciones, el tráfico [de combatientes] paró, no sabemos si por otras razones, pero paró, somos la única ciudad que está utilizando esta estrategia”, afirma Aarslev .

Una estrategia controvertida debido al extremismo de dicha mezquita. En febrero de 2016, la televisión pública danesa TV2, a través de una cámara oculta, mostró al imán Abu Bilal Ismail abogando por la lapidación de mujeres adúlteras y la eliminación de apóstatas. El diálogo con la mezquita Grimhøj ilustra la filosofía pragmática del modelo Aarhus, que bebe de los valores democráticos daneses. “Puedes ser un extremista, pero si creemos que no estás planeando algún tipo de actividad criminal, te tenemos que dejar tranquilo”, explica Arslev.

El modelo no seduce al resto del país

La ciudad de Aarhus vive en un oasis político. “En el año 2015 los políticos locales de Aarhus aceptaron nuestro marco de trabajo en el área de radicalización y esto nos ha dado espacio para poder trabajar”, cuenta Natasha. Pero a nivel estatal no existe esa ‘tregua’. El modelo Aarhus se circunscribe a la ciudad, porque en el resto de Dinamarca no convence. Los conservadores lo califican de naíf.

La investigadora Ann-Sophie Hemmingsen, del Instituto Danés de Estudios Internacionales, subraya en un informe de 2015 las carencias del modelo. Principalmente critica la falta de evaluaciones, que puede escorar el debate en “suposiciones y opiniones que no necesariamente conducen a un enfoque efectivo”.

Tanto Natasha como Allan coinciden en la dificultad de probar científicamente que el programa funciona debido al reducido número de casos que tienen. “Nos gustaría contar con una investigación que pudiera probar que el programa funciona, pero se requeriría coger a 10 potenciales terroristas y ayudarles, y a otros 10 y no ayudarles. No podemos hacer eso”, concluye Allan.

Hemmingsen también critica el enfoque “despolitizado” del modelo Aarhus.El foco se pone en las “explicaciones socio-psicológicas y la vulnerabilidad del individuo” obviando, según ella, “las injusticias que les crean agravios y les empujan a rebelarse”. La mentalidad sería: la sociedad danesa es buena, por tanto, no tiene sentido oponerse a ella y cualquier oposición debe ser el resultado de una incomprensión. Por ello el modelo se basa en mentores y terapia.

Natasha está de acuerdo con esta crítica, pero señala que “existen muchas razones por las que un individuo se radicaliza, pero intentar corregir las injusticias del mundo que dan lugar a agravios no es el papel del ayuntamiento”, responde. “Son la prensa y los políticos quienes califican el modelo de éxito, somos muy conscientes de que hay gente que no se beneficia del programa, como en todo trabajo social o policial, no funciona al 100%”, concluye.

Mujeres musulmanas forman un círculo de protección en una sinagoga en Oslo, el 21 de febrero de 2015. (Reuters)
Mujeres musulmanas forman un círculo de protección en una sinagoga en Oslo, el 21 de febrero de 2015. (Reuters)

Faltan trabajadores y sobran expertos

El comisario Aarslev asiente pacientemente al escuchar las críticas al modelo Aarhus. Tras una pausa, responde: “Somos 18 personas trabajando a tiempo parcial contra la radicalización y 5.300 expertos que quieren saber qué hacemos”. Un dicho en danés resume su posición: “Es un problema con una cabeza enorme y pequeños brazos y piernas”, es decir, faltan trabajadores y sobran expertos.

Hace tres años, Arslev participó en una conferencia sobre radicalización en Holanda. “La sala estaba repleta de investigadores, cuando dije que invitamos a los radicalizados a una entrevista para hablar… se hizo el silencio”, recuerda. Me preguntaron sorprendidos: “¿Habláis con ellos?”. Según Aarslev, no se puede solucionar un problema con “investigación y observando desde la distancia”. “Nadie se acerca a estos jóvenes radicalizados y ese es el problema”, sentencia.

La clave del modelo es que busca ayudar, no solo castigar. “Esto construye confianza con las comunidades:, cuando el tráfico hacia Siria era importante, los padres venían a la policía para evitar que sus hijos viajaran a Siria”, recuerda el comisario.

Algunos de los jóvenes a los que han ayudado quedan con el comisario Aarslev para comentarle todo lo que ven en su comunidad. “Lo hacen para mostrar que se han convertido en ciudadanos decentes y nos agradecen la segunda oportunidad que han tenido”, explica. “Si no hubiéramos intervenido, igual tendríamos que vigilarlos para siempre”, concluye Aarslev. Si bien la policía invierte menos en vigilancia gracias a su labor de prevención, también es verdad que en Aarhus, cada semana, sigue sonando el teléfono en la Infohouse. Es el vecino quien vigila.

 

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