Una persona transgénero demanda a una multinacional que le despidió por vestir como mujer

| 9 diciembre, 2013

«Me pidieron que volviera a casa y me pusiera pantalones. Me pareció una agresión.»

TransgéneroDiscriminadaRAFAEL J. ÁLVAREZ. EL MUNDO.- Por fuera, Serge Scevenels es un hombre que se viste como mujer. Por dentro, no es ni una cosa ni la otra. O las dos. Allá, en el fondo de su intimidad indiscutible, este ingeniero aeroespacial de 39 años no acepta una construcción social basada en dos géneros. Es un señor, o una señora, o ninguna de las dos cosas, de «género fluido». Es un transgénero. Y hoy tiene una historia para contar, aquel día en que el director general ni siquiera entendió lo que Serge era por fuera y le despidió.

Eso es lo que cuenta este belga de 39 años atado a España por los impuestos, la casa, el paro y el amor. Lo habla con voz tenue en EL MUNDO y con tinta de grito en una demanda contra la multinacional Rhea Systems, perteneciente al Grupo Fes-Moore Stephens Madrid, una denuncia que desde el pasado julio tramita el Juzgado de lo Social número 2 de Madrid: un «despido nulo» que obedece «exclusivamente a mi condición de transgénero» y, por tanto, «discriminatorio».

2009, su llegada a España

Serge llegó a España en abril de 2009 seducido por la Agencia Espacial Europea. En el ESAC de Villanueva de la Cañada anduvo ocupado en los intestinos del SMOS, un satélite hispano-francés que estudia la salinidad del mar y la humedad terrestre. Pero hace ahora un año, acabado el proyecto, cambió de nómina.

A finales de 2012, Serge se entrevistó en Bélgica con cuatro responsables de Rhea, una firma que trabaja para la industria aeroespacial en Europa. La multinacional buscaba en España a un técnico de reclutamiento, alguien que seleccionara y fichara a profesionales de alta cualificación, como ingenieros o físicos.

Aquel día, al calor de un café y un manojo de buenas caras, Serge mostró su currículo profesional y su asterisco personal. «Fui muy claro. Les dije que era un hombre, pero que no respondía a los estereotipos de hombre. Les dije que, en realidad, yo no me sentía de ningún género. Me contestaron que eso no era ningún problema». En aquella reunión estaba la directora de Operaciones de Rhea, Nicola Mann, y otros tres altos cargos de la empresa. Pero no Andre Sincennes, el director general de la multinacional, que vivía en Canadá.

El contrato

El 7 de enero de 2013, Rhea y Serge firmaron un contrato que les debía unir, al menos, hasta el 30 de junio. Se trataba de un periodo de prueba de seis meses, un tiempo en el que, desde Bélgica, Serge podría viajar a varios países, entre ellos España. De hecho, antes de su despido, el ingeniero voló dos veces a Madrid para seleccionar especialistas.

La multinacional, que, como parte del Grupo Fes, aparece en el registro con un domicilio social en Madrid y en cuyas nóminas indica una dirección en esta ciudad, ofrecía a Serge asesoría fiscal para su declaración de impuestos en España y un sueldo de 60.000 euros brutos al año.

Con faldas y a lo cuerdo, comenzó a trabajar «sin problema alguno». Pero un día de febrero, una semana antes de que el director general visitara Bélgica, Nicola Mann hizo a Serge una sugerencia extraña: «Me dijo que, de cara a la visita del director, me vistiera más… formal. Yo entendí que fuera más discreto».

Tiempo ‘para asumir’

Y entonces, el día-D, Serge llegó a su despacho vestido de negro. De negro y falda. «Cuando me vio, mi compañera me pidió que volviera a casa y me pusiera pantalones. Me pareció una agresión a mi intimidad. Jamás me había pasado. Me parecía absurdo que me estuviera pasando en 2013. Ella insistió y me dijo que el director tenía otra mentalidad y que él necesitaría tiempo para asumir mi condición».

En ese momento, a Serge se le pasó por la cabeza un miedo de crisis, algo más negro que su falda. «Pensé en que me podía quedar sin trabajo. Acepté cambiarme, pero a condición de mantener una entrevista con el director. Así que me fui a casa, me puse unos pantalones y por la tarde me encontré con él».

La reunión fue un «monólogo», según Serge, media hora de intentonas para nada con Nicola de escribiente y testigo sin palabras. Según el ingeniero, algo parecido a esto:

– Usted no puede venir a trabajar con falda porque su aspecto no corresponde a la imagen de la empresa. Yo, en Canadá, tengo amigos homosexuales, pero en el trabajo es distinto.

– Pero, si la empresa se muestra como amiga de los colectivos transgénero y homosexuales, obtendrá una imagen positiva. IBM, Philips o la NASA hacen campaña con ello.

– No me importa. Éstas son mis reglas.

– En España hay leyes que protegen los derechos de las identidades transgénero. Será un problema si usted me impide vivir como siento.

– Se acabó. Vuelva a su despacho.

Serge siguió trabajando tres meses «con normalidad», salvo dos episodios que tilda de «mobbing».

‘Problema de compatibilidad’

Y el 16 de mayo, Serge cambió la moqueta por el asfalto. «En su despacho me esperaba la jefa de Recursos Humanos. También estaba la compañera que me seleccionó. Me dijo que era un problema de compatibilidad y de comunicación con el director». La carta de despido extingue el contrato «por no haber superado el periodo de prueba», el argumento que mantiene la multinacional para negar «cualquier discriminación».

En la demanda, defendida por el abogado Armando Gil, el ingeniero de esta página insólita cuenta que la jefa de Recursos Humanos, Magda Jennes, intentó convencer al director general para evitar el despido, pero que «después de una amplia discusión», Andre Sincennes cerró el asunto: «¡Hazlo!».

Hoy, Serge Scevenels le discute el frío a Madrid con unas medias granate y una falda anti transfobia. «Estaban contentos con mi trabajo, todo iba bien. No sufrí discriminación alguna por parte de nadie, fue una decisión unilateral del director. Yo no tengo nada contra esa empresa, pero sí contra su director general. Si hubiera podido, le hubiera llevado a juicio sólo a él».

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