Una barrendera denuncia al consistorio en Fiscalía tras sufrir acoso por ser trans

, | 5 abril, 2018

Acusa a Limpieza de no tomar medidas para impedir los insultos de las compañeras

TERESA GARCÍA. LA PROVINCIA.- María José Alemán nació hace 53 años en un cuerpo de hombre aunque su alma siempre fue de mujer. Cambió su cuerpo, pero tuvo que esperar hasta el pasado año para que el Estado reconociera en su Documento Nacional de Identidad que es una mujer. «Acababa de obtener el DNI en el que se reconoce legalmente que soy una mujer y poco después, en diciembre pasado, me llamaron para trabajar en una cuadrilla de Limpieza del Ayuntamiento, a través del IMEF. Yo pensé que mi vida iba a cambiar, que iba a poder dejar la prostitución para siempre y que este iba a ser el mejor año de mi vida», recuerda, pero esa alegría y esas esperanzas del principio se volvieron un infierno tras el acoso moral que, según asegura, sufrió por parte de algunas compañeras de su cuadrilla por su condición transexual o trans, como prefiere definirse ella. A los insultos, afirma, se unió el acoso sexual de otro compañero del servicio.

El pasado lunes presentó en la Fiscalía de Delitos de Odio de Las Palmas de Gran Canaria una denuncia por el acoso sufrido, acusación que hace extensiva al servicio de Limpieza por no haber puesto en marcha el protocolo de actuación que prevé la ley cuando una trabajadora sufre este tipo de ataques.

Fuentes de la Concejalía de Sostenibilidad y Limpieza, que dirige Pilar Álvarez, rechazaron la denuncia y señalaron que fue trasladada a otro sitio de trabajo, a «petición de la propia trabajadora». Añadieron que la edil la instó hace dos meses, durante una reunión, a que «denunciara por escrito ante la jefatura de Limpieza o el IMEF, «porque tiene que ser la trabajadora la que inicie el protocolo de actuación. Se le dijo que volviera a llamar si necesitaba cualquier cosa y nunca volvió por allí para decir nada. Aceptó de buena gana el traslado», añadieron las fuentes, que afirmaron que «no han podido actuar contra las supuestas acosadoras porque no se recibió ninguna denuncia por escrito ni en el Instituto Municipal de Empleo y Formación (IMEF) ni en Limpieza».

La versión de Alemán es muy diferente y señala que ni la jefa de personal de Limpieza, ni el responsable de la cuadrilla por parte del IMEF, ni el jefe del servicio de Limpieza «hicieron nada» ante sus denuncias. «La concejala Pilar Álvarez», añadió, «me dijo que grabara con el móvil a la gente que me insultaba. Todo el mundo se inhibió. Yo he intentado aguantar todo lo posible, porque estoy acostumbrada sufrir ese desprecio, pero hubo un momento en que no pude más».

Según Alemán, «la única decisión que adoptaron fue trasladarme a la zona de Arenales. Me segregaron, como en el apartheid, sacándome de la cuadrilla, victimizándome aún más y enviándome a otro destino a finales de febrero. La concejala me dijo que iba a abrir un expediente contra las compañeras que me insultaban, pero lo único que hicieron fue trasladarme a otro lado. El jefe del servicio de Limpieza Viaria ni siquiera comunicó el cambio al IMEF».

«Yo sabía lo que es la crueldad de los hombres, pero nunca me imaginé que iba a sufrir esa misma crueldad por parte de las mujeres», indica esta barrendera, que empezó su trabajo en una cuadrilla, con base en la Vega de San José, y desde hace algo más de un mes trabaja en Arenales. Alemán, que es presidenta de la Asociación Ahotra de Mujeres Transexuales, asegura en su denuncia que el acoso sufrido la dejó «hundida, destruida, psicologicamente hablando, con la autoestima anulada como nunca antes, con ganas de acabar con todo».

La empleada municipal, cuyo contrato de seis meses expira el próximo mes de junio, explica que el servicio de Limpieza «soltó en la arena» a las 30 mujeres que componían la cuadrilla, sin conocimiento alguno del oficio y sin «un curso de prevención de riesgos laborales. Algunas ya tenían experiencia de otros años, pero yo no sabía lo que era un sacho o una peineta».

«Desde el minuto uno», asegura Alemán, » fui objeto de insultos por ser trans. Me llamaban travelo, maricón. A los dos días de estar limpiando vino una compañera y me dijo: «Aquí sabemos la que trabaja y la que no, ¡a ver si te mueves maricón!». Resalta que recibió amenazas del tipo «te voy a romper la cabeza con el sacho» o cánticos como «que todas se cojan el chocho, menos una, que se coja el pito».

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