Un narcisista contra la «basura del extranjero»

, | 1 octubre, 2017

CARMEN VALERO.- El más apreciado telegrama de felicitación recibido en la sede de la Alternativa para Alemania tras el éxito logrado en las elecciones recientemente celebradas en Alemania fue el de Heinz-Christian Strache, jefe del ultraderechista Partido Liberal de Austria (FPÖ).

«Ha sido una gran victoria», aunque la AfD necesita «asentamiento y unidad. Está con dolores de parto». Así es Strache, uno de los navegantes más experimentados y temidos en las revueltas aguas del populismo europeo.

Nacido en un suburbio vienés en 1969, Strache creció con su tía y en un internado, pues sólo así pudo su madre sacarle adelante. El padre les abandonó cuando él tenía tres años, infectado por el amor libre del Mayo del 68. «Nunca cumplió con sus obligaciones como padre», recuerda Strache con poso de rencor aunque niega que la figura de su ‘izquierdoso’ progenitor explique su ideología.

Dentista de formación, Strache entró en política con 21 años. Fue a través de un colega miembro del entramado de sociedades de camaraderías tan arraigado en Austria. La suya se llama Vandalia y el entrenamiento militar formaba parte de las actividades para afianzar el juramento por la «libertad, el honor y la patria».

En los bosques de la región de Carintia, el feudo del ya fallecido Jörg Heider, conoció Strache a Gottfried Küssel, negacionista del Holocausto, y a funcionarios del partido neonazi alemán NPD, entre ellos a su fundador, Norbert Burger. Con la hija de éste llegó a comprometerse. Pero no hubo boda.

«Era joven, estaba atontado», explica Strache de un pasado lleno de fantasmas. En 1990 acudió con una pistola de fogueo a una asamblea de juventudes radicales. La policía le detectó e impuso una multa. En 2004, siguiendo la tradición Vandalia retó a un duelo con sable a un médico de Salzburgo que supuestamente hirió su honor. En 2007 se le vio en fotos practicando tiro con malas compañías y haciendo la versión del saludo nazi empleada en los años 80 por el neonazi alemán Michel Kühnen, brazo derecho alzado y tres dedos extendidos. Strache dijo que estaba pidiendo tres cervezas.

La carrera política de Strache, para orgullo de su madre, a quien dedica sus logros, ha sido ascendente. Y oportunista. En 2005, tras una discusión con Haider, su «ídolo y mentor político», le arrebató las riendas del FPÖ. Heider respondió al «traidor» con la creación de Unión por el Futuro (BZÖ), partido al que trasladó su fuerza política y su sello.

A partir de ese momento, Strache pasó a ser tratado como la «copia barata» de Heider. Tal vez eso explique su narcisismo, su hambre de admiración y elogios. Su despacho, cuentan los cronistas, está lleno de fotos suyas en todos los formatos, colores y poses.

«Un poco de estilo hay que tener. Un político no debe vestirse como un anfibio», opina Strache, un amante de Ibiza, donde parte de la fiesta era firmar autógrafos en los escotes de las chicas. Lleva un Rolex en la muñeca, vive en un ático fantástico, tiene una segunda residencia y, desde el pasado año una nueva esposa. Se llama Philippa Beck, ex modelo y 20 años menor que él. De su primer matrimonio con la hija de un gastrónomo vienes, Strache tiene dos retoños.

Conocido por su discurso xenófobo y radical, Strache ha intentado capitalizar para el FPÖ la crisis de los refugiados. No le ha ido mal. El pasado año estuvo a punto de colocar en la Jefatura del Estado a uno de sus lacayos, Norbert Hofer y en las elecciones generales del próximo día 15 de octubre va segundo en las encuestas.

«Me irrita que digan que soy xenófobo. Es difamatorio. Yo tengo amigos en muchos países», repite Strache. «Otra cosa es que Austria importe criminales, parados y basura social del extranjero».

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