Segundo aviso de la cronista de los Balcanes: «España podría estar ya al borde del caos»

| 16 noviembre, 2019

Dos días antes de la DUI, la escritora advertía de que «el virus nacionalista había despertado». El auge de Vox y los disturbios, dice, son nuevas señales preocupantes

ÁNGEL VILLARINO. EL CONFIDENCIAL.- La primera semana de octubre de 2017, Slavenka Drakulić (Rijeka, Croacia, 1949) advertía en El Confidencial de que «el virus del nacionalismo» había «despertado en España». Los paralelismos con lo vivido en los años previos a la desintegración de Yugoslavia la llevaban a dibujar un panorama sombrío. Algunas cosas han ido ocurriendo según el guion del precedente histórico más cercano. Otras muchas no.

Dos años después, la gran cronista de los Balcanes —la escritora que mejor ha explicado la desintegración de Yugoslavia— vuelve al tema, alarmada por el ascenso de Vox y por los contenedores ardiendo en Barcelona. Tiene la sensación de que las cosas han empeorado y lo van a seguir haciendo.

Pregunta. Desde que publicamos la entrevista, he recibido decenas de ‘e-mails’, llamadas y mensajes en redes sociales. Una cosa que me sorprendió es que la mayoría de los lectores interpretaron sus palabras como una crítica dirigida exclusivamente al nacionalismo catalán.

Respuesta. Yo también he tenido muchas respuestas a aquella entrevista. Mi intención era hablar de mi propia experiencia, no juzgar la vuestra ni tomar partido. Habría sido demasiado pretencioso. Lo que sí digo es que yo he sido testigo de cómo el nacionalismo conduce a la violencia, independientemente de cómo se justifique. Hablo desde la perspectiva de la muerte y destrucción provocadas en mi antiguo país. El precio de vidas humanas no se puede medir y quizá eso sea difícil de entender. Entiendo que suena abstracto, hueco. Y me temo que la gente solo entiende el precio real que se paga cuando ven las consecuencias con sus propios ojos, cuando ven esa sangre y esa destrucción. Y cuando ese momento llega es demasiado tarde porque la sangre lo cambia todo.

Slavenka Drakuliç. (Foto: Canal Europa)
Slavenka Drakuliç. (Foto: Canal Europa)

P. Hay pocos escritores que se hayan esforzado tanto en hacer entender cómo funciona esta espiral de odio.

R. Como escritora he intentado mostrar cómo la gente cambia totalmente bajo ciertas circunstancias. Y por supuesto que mi experiencia me lleva a preguntarme si esos cinco años de sufrimiento durante las guerras (balcánicas) merecieron la pena a alguien. Supongo que a la madre que pierde a su hijo no le merece la pena. Pero ¿al resto de nosotros? ¿Se pueden justificar esas pérdidas? Uno debería pensar en estas cosas antes.

El desafío principal es aprender a domar esas emociones, aprender a frenar el odio y aprender a extinguir el fuego

P. ¿Hay algo de lo ocurrido en España estos años que le haya sorprendido? ¿Algo que le haya hecho cambiar de idea?

R. He seguido lo que iba pasando con preocupación, igual que lo que está ocurriendo en otras partes del mundo. Parece que las protestas continúan, con más y más gente. Con más violencia. Da mucho miedo ver esto… Cuando las emociones empiezan a arder, la razón y la moral dan un paso atrás. Yo creo que el desafío principal es aprender a domar esas emociones, aprender a frenar el odio y aprender a extinguir el fuego.

(Drakulić, en la entrevista del 08/10/2017): «El principal obstáculo a una guerra es el psicológico. No puedes salir y empezar a matar a tus vecinos, españoles o catalanes, porque serías considerado un loco. Necesitas una justificación para empezar a matar, necesitas ser convencido de que estás haciendo lo correcto, de que estás defendiéndote de un enemigo diabólico que quiere hacerte daño. El virus del nacionalismo ha despertado en tu país, pero todavía necesitas construir una justificación psicológica para llegar a un conflicto real, persuadir y contaminar a la gente para justificar la violencia. La gente necesita estar dispuesta a matar y morir por sus objetivos. Esto, afortunadamente, tarda un tiempo en suceder. De manera que hay que tener esperanza en que aún estamos a tiempo de explorar posibilidades que eviten un conflicto fatal en España».

Slavenka Drakulić. (Foto: Cana Europa)
Slavenka Drakulić. (Foto: Cana Europa)

P. Al hilo de esta reflexión, en estos dos años ha habido muchas escenas de violencia verbal y física pero ningún muerto. ¿Es optimista?

R. No, por desgracia no soy optimista. He visto que vuestro partido derechista y nacionalista, Vox, un partido del que hace un año nadie había oído hablar, está haciéndose más y más importante. Y esto no va a calmar la situación. Es justo al revés: el conflicto y el miedo solo van a crecer y agravarse.

(Drakulić, en la entrevista del 08/10/2017): «Los medios de comunicación fueron cruciales en el proceso de crear un enemigo. Mis colegas periodistas, escritores, intelectuales, académicos… participaron con voluntad en la propaganda nacionalista, algunos porque eran creyentes auténticos y otros por puro oportunismo. Tenemos que ser conscientes de que la historia se repite: lo primero es definir quién es el enemigo. Ese es el objetivo principal de la propaganda nacionalista y resulta mucho más fácil cuando hay un conflicto histórico, cuando se puede recurrir a un agravio pasado. En Yugoslavia, serbios y croatas tenían muy presente la Segunda Guerra Mundial. Con la ayuda de los elementos históricos, se van alimentando mitos y medias verdades. Y al final se consigue una mezcla emocional explosiva».

Todo lo que puedo decir es que no debéis dejar que ocurra. Frenadlo como individuos, como ciudadanos, como personas

P. Es complicado negar que esto que comentaba hace dos años está sucediendo hoy en España. Al menos en cierta medida. El lenguaje propagandístico se cobra terreno mes a mes. En ambos lados se utiliza cada vez con más naturalidad la narrativa del «enemigo» al que hay que enfrentarse sin matices. Y todos creen que la culpa la tienen los otros.

R. Me temo que tienes razón. Cuanto más se utilice la fuerza, peor se ponen las cosas. Y es innegable que la sociedad civil está dividida. De hecho, la polarización parece tan marcada que es difícil hablar de la independencia incluso entre amigos. O incluso dentro de una familia. Me cuesta hacer pronósticos pero vuestra sociedad podría estar ya al borde del caos. Lo más difícil, que es hablar en persona y racionalmente, es la única manera de evitar una explosión de emociones. Quizá es demasiado tarde… Las emociones pueden cegar a la gente y convertirse en algo muy peligroso. Yo no puedo predecir el futuro, ni ofreceros solución o consuelo. Vuestra situación parece ya lo suficientemente difícil tal y como es. La confrontación trae sufrimientos terribles. Todo lo que puedo decir es que no debéis dejar que ocurra. Frenadlo como individuos, como ciudadanos, como personas.

P. Dos días después de que publicásemos la entrevista, Cataluña declaró algo parecido a su independencia en un acto que todavía no hay consenso sobre cómo describir.

R. Lo único que puedo decir al respecto es que, tiempo antes de que empezase la guerra en Yugoslavia, una parte de Croacia, llamada Krajina, donde la población era fundamentalmente serbia, proclamó su autonomía. Y lo mismo pasó con Kosovo en Serbia…

P. Para muchos independentistas fue sorprendente comprobar que no tenían ningún apoyo oficial extranjero. Ni siquiera una pequeña isla del Pacífico salió a posicionarse a favor. ¿Te sorprendió? ¿Te sorprendió el papel de la Unión Europea?

R. ¿La Unión Europea? En 1991 nadie se tomó en serio el evidente colapso de Yugoslavia. Ni siquiera cuando ya había miles de muertos, cuando las ciudades estaban siendo bombardeadas y cuando empezaban las oleadas de refugiados. Tengo que decir que el final de la guerra de Bosnia Herzegovina fue ideada por los americanos con los Acuerdos de Dayton en noviembre de 1995, pero esto solo ocurrió después de la masacre de Srebrenica donde murieron 8.000 musulmanes, la mayoría civiles. Esto te lo dice todo. Hoy en día el nacionalismo está también presente en la Europa del Este, por no mencionar el Brexit, así que España no es una excepción. Lo que quiero decir es que la Unión Europea, ahora como antes, incluso con problemas así de evidentes, no tiene una estrategia común. Me temo que tenéis que solucionar vuestros problemas solos, buscar soluciones entre vosotros.

Es terrible pensar que algunas de estas personas crean que estaremos mejor si nos metemos en un corral cerrado con gente de nuestra misma sangre

(Drakulić, en la entrevista del 08/10/2017): «No me gusta mezclar nacionalismo con patriotismo, algo que hacemos a menudo. El nacionalismo es una ideología que necesita un enemigo, que se constituye como una confrontación contra el otro, necesita al otro. El patriotismo es diferente porque no necesita un enemigo, no tienes que probar que tu país es mejor que otro para decir que lo quieres. No necesitas justificación».

P. Como sabe, el nacionalismo español más extremo lo representa Vox. Su existencia era básicamente un chiste antes de la crisis catalana. Nadie les votaba. Estábamos orgullosos de ser una excepción al auge de la extrema derecha en Europa. ¿Le sorprende que se haya convertido en la tercera fuerza política?

R. En absoluto me sorprende. Si miras alrededor puedes ver a un actor cómico como Beppe Grillo en Italia, otro cómico como Volodymyr Zelensky en Ucrania, ultranacionalistas como Jaroslaw Kaczynski en Polonia o Vitktor Orban en Hungría, a un payaso como Boris Johnson, a un personaje de ‘reality show’ como Donald Trump. ¿Qué más quieres? Estamos en el tiempo de la política de las emociones, basadas en el sentimiento de inseguridad y miedo. Partidos de extrema derecha minoritarios y tipos realmente extraños han tomado la escena y prometen llevarnos de vuelta a los buenos tiempos. Prometen cosas que no pueden cumplir, pero a pesar de todo la gente les cree. Yo lo veo como una señal de desesperación. Los movimientos xenófobos buscan homogeneizarlo todo. Es terrible pensar que algunas de estas personas crean que estaremos mejor si nos metemos en un corral cerrado con gente de nuestra misma sangre. Y esto está ocurriendo. La homogeneización es un signo de debilidad y de miedo.

P. Más allá de las protestas y los disturbios con la policía, hay situaciones cotidianas que degeneran en violencia, en choques entre grupos de personas, aunque por ahora no han tenido el nivel de violencia de otras latitudes, recuerdan más a enfrentamientos de ‘hooligans’.

R. La guerra en Croacia fue anticipada por el conflicto constante entre los ‘hooligans’ futbolísticos de Serbia y Croacia. En el fútbol existen grupos belicosos que siempre están dispuestos a antagonizar y que ejercen la violencia con mucha facilidad porque están acostumbrados y porque los políticos aprovechan sus métodos.

(Drakulić, en una entrevista con la revista ‘Jot Down’ el 08/10/2017, respondiendo si «ve posible» que una guerra como la de Yugoslavia acabe estallando en España): «Todo es posible en todas partes. (…) Nosotros en los Balcanes hemos aprendido que la historia también puede involucionar. Si aquí nadie para el nacionalismo, claro que es posible que haya aquí una guerra».

P. En la anterior entrevista decías que hicieron falta cinco años de propaganda intensiva para desatar el conflicto en Yugoslavia. Aquí hemos entrado ya en el tercer año. Las cosas han cambiado mucho en Europa desde los años 90 y la mayoría de la gente piensa que aquí no puede ocurrir lo mismo porque vivimos en un mundo más moderno, más civilizado, con menos tolerancia a la violencia que el de la Yugoslavia de los años 90. ¿Es así?

P. ¿Más civilizado? Pues no lo sé. Habéis tenido una dictadura fascista hasta anteayer. Y ahora con Vox tenéis un revisionismo en auge. En cualquier caso, España es parte de un cuadro más amplio de inestabilidad, en el que la Europa central y del Este no está aceptando las decisiones de la UE en temas como, por ejemplo, los refugiados; los partidos de extrema derecha están ganando más y más votos, por ejemplo el AfD en Alemania… Los compromisos con el Brexit están socavando sus instituciones y principios. Más y más gente joven y cualificada está dejando los antiguos países comunistas para siempre y la despoblación es otro gran problema. Hay suficiente frustración, además del nacionalismo, como para meternos en muchos problemas pronto.

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