Parar la guerra en Siria

| 10 septiembre, 2015

MARTÍN LANDA. NUEVA TRIBUNA.- Una vez más queda en evidencia que iniciar una guerra, para las grandes potencias con fuertes intereses armamentísticos, es algo demasiado fácil. Pero que una vez abierta la “caja de pandora” y cuando el fanatismo religioso y étnico (tanto monta monta tanto) toma las riendas, como es el caso de Siria con sunitas contra alahuitas y cristianos diversos, y todo ello trufado por la intransigencia (terrorista) de islamistas y yihadistas radicales, la situación resultante se convierte en incontrolable incluso para quienes la impulsaron y la alimentaron surtiéndola de armas e instructores, pensando (supongo) que podían seguir controlando el tremendo avispero que ponían en marcha en una zona tan conflictiva como el Medio Oriente.

La utilización de armas químicas, y el por quien o quienes, jugó el mismo papel en Siria que el de las armas de destrucción masiva en el caso de Irak.

Les comenté entonces, en otro artículo que publiqué contra corriente, la controversia y el riesgo que representaba alentar la guerra en un País como Siria, ubicado en una zona altamente explosiva del Oriente Medio, donde convivían agudas contradicciones religiosas, nacionalistas, territoriales y económicas…

Han pasado cuatro años de aquellas primeras escaramuzas que, curiosamente, comenzaron al calor de lo que se denominó como la “primavera árabe”.

De aquellas manifestaciones contra el régimen de Bashar al Assad, se dio paso a la guerra. Y durante casi tres años fueron llegando armas e instructores para unas “fuerzas rebeldes” que supuestamente luchaban por conseguir una democracia. Eso fue así, hasta que los yihadistas se sintieron fuertes y se quitaron la careta, pasando a controlar totalmente la situación de la guerra. Mostrándole al mundo, con sus ejecuciones sumarias, el verdadero rostro de lo que acontecía en la guerra en Siria.

-Más de doscientos mil muertos en cuatro años de guerra.

-Más de cuatro millones de personas desplazadas por la guerra.

-Cuatro años de destrucción del País…

Y es de esos antecedentes de los que viene la situación del éxodo sirio, cuya alarma solo ha despertado al mundo cuando se le ha visto llegando a las fronteras de Europa.

Pero antes de ese momento, más de cuatro millones de personas han ido llegando a los países de su entorno: por ejemplo, el pequeño Líbano ha acogido a más de un millón de refugiados; Turquía, a casi dos millones; Jordania, a otro millón…

Y ello, con el agravante de que la ayuda prometida por la ONU para el programa de acogida, no ha estado llegando. Recientemente se publicaba que hasta Agosto, solo había llegado a ACNUR el 25% de la ayuda humanitaria prevista para todo el año 2015.

¿Es creíble ahora la imagen de una Canciller Merkel, o de un Hollande y compañía, compungidos ante un éxodo que lleva ocurriendo durante los cuatro últimos años de una guerra que han venido alimentando junto a los EEUU? No, no es.

Sorprendidos, quizás sí. Porque ahora el drama llega directamente a su puerta, y porque la ciudadanía está mostrando su afecto comprensivo ante el sufrimiento situándose muy por encima de sus gobiernos.

Pero quiero recordar que antes de que el éxodo sirio llegara a Europa, no se cuestionaban nada. Solo las barbaridades terroríficas de los yihadistas, filmadas y difundidas para demostrar que controlaban el desarrollo de la guerra, han llevado a EEUU, Alemania, Francia y demás aliados, a cambiar el paso y a decidir que, en esta guerra, el mal menor, vuelve a ser el régimen sirio de Al Assad. Y para nada cuenta ni lo que pensaran antes los sirios ni lo que piensen ahora.

Pero la situación es demasiado repetida como para creer en errores. Ahí están Afganistán, Irak, Libia… Convertidos en verdaderos avisperos del terrorismo y donde se han hecho enormes negocios de venta de armas. Son ejemplos demasiado recientes.

Hay un imperio de las armas que necesita guerras. Y además, los muertos, los desplazados y el sufrimiento que conlleva, siempre los ponen otros. La mayor parte son civiles que para nada querían la guerra…

La voz de un niño lo expresaba estos días con dramática claridad: “no queremos irnos de nuestro País, decía. Por favor, paren la guerra”.

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