No deberíamos querer lo que quieren nuestros enemigos

, | 16 noviembre, 2015

¿Por qué se inmola un terrorista junto a un pasaporte sirio intacto (aunque falso, parece), si no para atizar la xenofobia?

ENRIC FASSIN.- Nunca pagar el rescate: es la regla de oro, so pena de incitar a futuros secuestradores. Lo mismo ocurre con el terrorismo: para combatirlo, no es suficiente (incluso si es necesario) luchar contra los terroristas. Es especialmente importante mostrar que sus acciones son ineficaces, y por lo tanto no logran imponer una reacción política. De lo contrario, alentados por este éxito, otros tomarán el relevo de los atentados suicidas. Y esto es lo que nuestros líderes no parecen entender. De hecho, se emplean al máximo para dar a los terroristas todos los motivos para volver a actuar.

«Estamos en guerra», insiste el primer ministro. Al igual que en enero de 2015, el lenguaje marcial de Manuel Valls sella la victoria de los terroristas, que se pretenden soldados de Daesh. Si, como dice el presidente de la República, «es un acto de guerra que fue cometido por un ejército terrorista», ¿por qué sigue negando el nombre del Estado Islámico? Para entender el problema, basta recordar que Francia ha evitado siempre que ha podido hablar de «Guerra de Argelia». Evocar aquellos «sucesos» no era solo disfrazar la realidad con un eufemismo, se trataba sobre todo de negarse a reconocer la Revolución argelina. Hoy, por el contrario, si Francia está en guerra contra Daesh, entonces existe de hecho un Estado Islámico. Por otra parte, Francois Hollande parece repetir, como señaló David van Reybrouck, el discurso de George W. Bush después del 11 de septiembre: «Los enemigos de la libertad han cometido un acto de guerra contra nuestro país”. Con este escritor belga, debemos concluir: «Señor presidente, ha caído usted en la trampa!.

«¿Podemos esperar al menos que nuestros líderes no sigan el ejemplo del último presidente? Nicolas Sarkozy pide de hecho a Europa que se «recupere» adoptando «una nueva política de inmigración”. El mismo, que, en 2010, ya hizo la conexión entre inmigración y delito, ¿confundirá hoy terrorismo con inmigración? «No hay ninguna conexión, por supuesto, pero en cualquier caso el problema está ahí”. Ya sabemos, sí: en cualquier caso. ¿Por qué es necesario rechazar tal confusión? No solo por un espíritu de justicia. También para negar la lógica del lobo contra el cordero: «Si no eres tú, lo será tu hermano, o alguien de los tuyos”.

Pero hay otra razón. ¿Por qué se inmola un terrorista dejando tras de sí un pasaporte sirio intacto (aunque falso, parece), si no para atizar la xenofobia? Hace falta por tanto rendirse a la evidencia: cerrar Europa a los refugiados es hacer el juego al terrorismo bajo el pretexto de combatirlo.

Por esa misma razón, la islamofobia es la peor de las respuestas: como dice sin ambages el historiador Jean-Pierre Filiu, “lo que quieren es que en París y en Francia maten a musulmanes como represalia. Quieren una guerra civil en Francia”. Recordemos la consigna de enero: “Nada de amalgamas”. A menudo ridiculizada, sigue siendo válida: son los terroristas quienes buscan la amalgama. Y, si en la confusión del momento, necesitamos una brújula para orientar nuestra acción, un solo criterio será suficiente: no podemos querer lo que quieren nuestros enemigos.

Buscan dictar nuestra conducta. A nosotros no corresponde decidir si vamos a pagar ese “rescate” o, dicho de otra manera, a entrar en su lógica. En Siria , Bashar el Assad compartiría los beneficios con el Daesh, a expensas de otros opositores a la dictadura. Pero en Francia sólo el Frente Nacional saldría fortalecido.

El politólogo Jean-François Bayart ha demostrado cómo los atentados son solo el “retorno del bumerán” que hemos lanzado, es decir, la consecuencia de nuestras elecciones políticas pasadas. Ahora queda anticipar las consecuencias de nuestras decisiones políticas actuales. En noviembre, igual que en enero, las redes sociales han rescatado el discurso de Jens Stoltenberg, después de la matanza de Utoya en 2011. Según dijo el primer ministro, “Noruega responde a la violencia con más democracia, más apertura y más participación política”. Dejemos que rían maliciosamente los que denigran el “buenismo”. Ante la ceguera de los “realistas”, contentémonos con responder con el pragmatismo lúcido de los principios democráticos a la doble amenaza del conflicto de civilizaciones y de la guerra civil.

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