«Me pegaron y me arrojaron a un contenedor de obra»

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Ocho jóvenes que volvían de copas golpearon «por negro» a un senegalés que dormía en la calle

E.V.PITA. LA VOZ DE GALICIA.- Dormir en la calle es duro, y más si un grupo de borrachines te da una paliza por ser forastero. El inmigrante sin techo senegalés Papa Cheik se recupera de una agresión racista en Vigo. Pasa la noche sobre un colchón en el suelo de un escaparate de un bajo comercial cerrado de la céntrica ronda de Don Bosco, de Vigo. En la noche del sábado al domingo se llevó un susto porque una pandilla de ocho jóvenes que volvían de copas le despertaron a las 6.30 horas y unos cuantos le golpearon. Dos días después tenía un ojo enrojecido, pero no le han vuelto a molestar.

Varios vecinos se asomaron a las ventanas al oír el jaleo y vieron cómo uno o dos agresores le pegaban, mientras el resto miraban sin hacer nada. A lo sumo, las novias les gritaban para que cesasen en la paliza. «Uno, bajito con bigote, le pegó varias veces al chico africano, los otros le llamaban negro», cuenta un testigo que lo vio todo y luego bajó a ayudar.

Los vecinos también vieron cómo los agresores arrojaron al inmigrante dentro de un contenedor de obra que contenía tablones. Al final, otro joven que subía por la cuesta intervino, los separó y apartó al inmigrante para ponerlo a salvo. Luego llegó más gente a poner orden.

Aunque inicialmente los vecinos que fueron en su ayuda creyeron que era un ataque de odio, todo apunta a que se trata de unos jóvenes ebrios que gritaron frases con tintes racistas.

El propio Papa cuenta que muchos fines de semana se acercan jóvenes ebrios al escaparate donde duerme para «hacer ahí sus cosas». «No les importa si yo estoy durmiendo al lado». Es lógico que él se queje. Pero esta vez fue distinto porque le agredieron entre ocho o más. A esas horas de la madrugada, muchos extranjeros aprovechan para hablar por móvil con sus familias y los gamberros se meten con ellos. «Muchos vienen a molestar o a hacer otras cosas», dice.

También en Santiago

Sobre la noche de la agresión, cuenta: «Dijeron: “Vamos a buscar a ese negro”. Ellos hacen sus rollos, estuvieron peleando conmigo, me metieron en un contenedor». El sintecho subsahariano afirma: «A ellos voy a perdonarlos como personas, pero también voy a buscar un abogado gratis porque quiero llevar esto a la Justicia. Esto va a tardar tiempo, pero si hablo, diré la verdad, no voy a engañar a nadie: la vida es así».

Asegura que no es la única paliza que recibió. Cuenta que en Santiago de Compostela le golpearon cuatro hombres y sufrió lesiones en los dedos de la mano y en el hombro.

Pasados unos días, Papa, como todos lo conocen, se recupera de sus lesiones en un ojo, un hombro y una mano. La Policía Nacional no tiene constancia de detenciones o identificaciones en ese lugar, pero los testigos vieron aparecer a varios agentes tras la agresión. No confirmaron ninguna investigación en marcha.

Papa tiene mujer e hijos en Senegal y enseña sus fotos. Muestra su tarjeta de residencia legal y recalca que es una persona trabajadora, aunque ahora está en el paro. Ahora, Papa se enfrenta a una ola de frío siberiano y, si las cosas se ponen feas, buscará refugio en otro sitio. Cuenta que prefiere no dormir en el albergue municipal ni en el de los misioneros de Teis porque, según dice, no es el ambiente que él busca. A veces acude a pensiones o residencias, pero tiene miedo de las «bandas» que, según él, frecuentan estos lugares de pernocta.

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