Los ultras se consolidan en Hungría

| 8 abril, 2014

Jobbik3ªFuerza

Son la tercera fuerza del país, pero Le Pen los rechazó como aliados en las europeas por su extremismo y su odio a los judíos y a los gitanos

El partido de ultraderecha Jobbik, uno de los más radicales de Europa, que estigmatiza a la minoría gitana y es acusado de antisemitismo, se consolida en Hungría gracias a un nuevo avance en las elecciones legislativas. Obtuvo un 20,54 % de los votos, quedando en tercer lugar detrás de la Unión Cívica Húngara (Fidesz), del primer ministro conservador Víktor Orban, criticado por la UE por socavar la democracia, y la alianza de izquierda. Su líder Gabor Vona, se vanaglorió ayer de que Jobbik es el partido nacionalista radical más fuerte de la UE.

Jobbik Magyarországért Mozgalom (Movimiento por una Hungría mejor) es tan extremista que otros partidos de la ultraderecha europea, como el FPÖE austríaco y el Frente Nacional francés, los tachan de radical. La líder de este último, Marine Le Pen, ha asegurado, cuando se compara su formación con Jobbik, que «no tenemos nada que ver con esa gente ni con su ideología neonazi. ¡Es insultante!». De hecho, los marginó de su alianza para las elecciones europeas.

Jobbik progresó 3,5 puntos respecto al 2010, cuando entró en el Parlamento con un 17 % de los sufragios. Ahora obtiene este éxito pese a que Fidesz ha estado pescando en sus aguas, aprovechándose desde hace cuatro años del despliegue de su propio nacionalismo, su populismo, su apego a los valores cristianos y sus teatrales conflictos con la Unión Europea.

Hace seis meses se consideraba que los ultras estaban cayendo en picado, «pero se ha duplicado casi el número de personas que los apoyan en solo dos meses, gracias a su campaña», resalta el experto Zoltan Miklosi. La analista Kornelia Magyar considera que Jobbik «capitaliza la decepción causada por Fidesz», que obtuvo un 44,5 % de los votos frente a un 52,7 % en el 2010.

Fracaso de la izquierda

Jobbik ha captado igualmente el voto de protesta, lo que estaría «claramente ligado al fracaso de la izquierda», observa Aron Hidvegi en el diario Szazadveg, cercano al Gobierno. Según Magyar, la ultraderecha ha sabido aprovechar las tensiones con la minoría gitana en el noreste desheredado del país: «Las soluciones que ofrecía la izquierda no sedujeron, al contrario de las de Jobbik».

Tercer elemento que explica el progreso de la ultraderecha: no solo confirmó su poderío en el este, alcanzando un 30 % en algunas circunscripciones, sino que mejoró sus resultados en otros lugares, con excepción de la capital, Budapest, y de algunos centros urbanos.

La última clave de su triunfo es que desde hace un año ha pulido su imagen. El estilo de los afiches de la campaña 2014 es bien diferente al blanco y negro marcial de hace cuatro años, dando paso a fotos de sonrientes candidatos parecidos a jóvenes ejecutivos, sobre un fondo de flores blancas. Y en las consignas, el letrero «Usted no puede detener el futuro» reemplazó a «Hungría para los húngaros».

El programa del partido sigue no obstante estigmatizando a la comunidad gitana de Hungría, la más importante de Europa con cerca del 10 % de la población.

Jobbik preconiza la instauración de una categoría de delitos «cometidos típicamente por la minoría étnica». Y promete centros de detención especiales para gitanos «desviados».

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