Los migrantes varados en México, desarmados frente al coronavirus

| 21 marzo, 2020

Los albergues de la frontera con Estados Unidos alertan de la falta de capacidad y recursos para seguir las recomendaciones: “No contamos ni siquiera con espacios físicos aislar a un enfermo de Covid-19”

ELENA REINA / ELÍAS CAMHAJI. EL PAÍS.- A las puertas del albergue de migrantes Ágape, en la colonia Nueva Aurora de Tijuana, “huele a mierda”, cuenta su director. Tanto, que 64 de 175 alojados tienen diarrea, vómitos, fiebre. El problema no es solo el olor nauseabundo, denuncia el responsable del centro, Albert Rivera, sino que su gente se está enfermando y se han convertido en lo que se denomina estos días “población de riesgo”. Esta situación lleva meses sucediendo, desde que se destinara el terreno colindante para un relleno sanitario de aguas negras de la ciudad. Pero en vísperas de que el miedo fruto de la pandemia mundial por el coronavirus alcance la frontera, este centro con capacidad para más de 300 migrantes a las puertas de Estados Unidos evidencia la falta de medidas preventivas para enfrentar la crisis entre uno de los grupos más vulnerables: los migrantes indocumentados.

En casi ninguno de los centros de Baja California —la entidad donde se encuentran Tijuana, la frontera más transitada del mundo—tienen los recursos suficientes para aislar a un posible enfermo de Covid-19. Los albergues habitualmente operan por encima de su capacidad, especialmente desde que se implementara el programa Quédate en México (MPP, por sus siglas en inglés) —una herramienta que impuso Trump y López Obrador acató— que consiste en que los migrantes que tramitaron su asilo en Estados Unidos esperen en México. A todos ellos, se unen además los cientos que llegan cada día en su camino hacia el norte. Y la mayoría duermen en cuartos con 40 o 50 personas hacinadas en literas. No hay habitaciones de sobra para aislar a nadie, denuncian las asociaciones de albergues. Y, al menos en Ágape, un 65% trabaja de manera informal en la ciudad de Tijuana.

“No contamos con espacios físicos para habilitar un pabellón especial ni personal especializado para la atención de un posible caso de coronavirus”, ha alertado la Coalición Pro Defensa del Migrante esta semana, que agrupa a ocho asociaciones con albergues en Baja California. “Estamos sumamente preocupados debido a que actualmente no existe una estrategia binacional o un protocolo de atención y coordinación por parte de las autoridades”, ha lamentado la Coalición. Jaime Bonilla, gobernador de Baja California, defendía este miércoles que solo hay dos casos confirmados en el Estado y ha pedido no entrar en pánico. “Estados Unidos nos va a infectar a nosotros, no nosotros a ellos, en este tema no nos podrán echar la culpa”, ha dicho Bonilla.

El Gobierno de Donald Trump ha anunciado el viernes que se devolverá inmediatamente a México a todos los extranjeros que crucen sin documentos por la frontera sur, en vez de mantenerlos en centros de detención en su territorio para evitar el contagio en sitios confinados. Ambos países han acordado restringir el tráfico fronterizo con México a lo esencial, como el comercio y el empleo. Los cruces por motivos turísticos y recreativos se han suspendido a partir del sábado y para los siguientes 30 días.

La Cancillería mexicana ha dicho que el país podrá gestionar el cierre parcial de la frontera, similar al que se anunció este miércoles con Canadá, y las deportaciones exprés, porque la mayoría de las detenciones son de mexicanos indocumentados y porque lleva meses recibiendo a centroamericanos devueltos por el programa Quédate en México (MPP). «Si nos regresan personas que no sean mexicanos o centroamericanos, México no lo aceptaría, que Estados Unidos se haga cargo de esto”, ha puntualizado el canciller mexicano Marcelo Ebrard.

El coronavirus ya ha paralizado el proceso de solicitudes de asilo en Estados Unidos. Las cortes migratorias de ese país han cerrado a partir de este miércoles y cancelado todas las audiencias hasta el próximo 10 de abril. Guatemala, que firmó en julio un acuerdo con la Casa Blanca para repatriar a salvadoreños y hondureños rechazados por Estados Unidos, anunció esta semana que no recibiría más vuelos, aunque después rectificó y solo recibirá a los deportados guatemaltecos.

Para México, estar atenazado por el cierre de sus dos fronteras más extensas dibuja un escenario incierto en el terreno y que dejaría en vulnerabilidad a los migrantes que están en tránsito y a los devueltos por el MPP. El país latinoamericano se apoya en una red de albergues operados por organizaciones civiles para acoger a los migrantes, casi siempre con falta recursos y capacidad muy limitada. Un cuello de botella mayor podría colapsar ciudades fronterizas con poca infraestructura, en medio de la crisis por el coronavirus, alertan las organizaciones.

“Nosotros hemos tomado medidas preventivas como cerrar el centro cultural y comunitario, además de informar a los migrantes sobre las recomendaciones oficiales: lavarse las manos, mantener una distancia… Pero las autoridades no tienen ningún plan, ninguna estrategia para nosotros”, critica la responsable del Espacio Migrante, Paulina Olvera, con capacidad para 40 personas. Y añade: “Si se presentara un caso en el albergue, supondría un aislamiento completo del albergue, sin separar a nadie. No podemos. Y nos preocupa porque tenemos muchas familias, niños con asma, personas mayores con enfermedades crónicas”, cuenta Olvera.

En la Casa del Migrante de Ciudad Juárez hasta hace poco estaban recibiendo solicitantes de asilo de Estados Unidos, pues tenían que acudir a sus citas en los juzgados de El Paso (Texas). Un país con más de 10.000 casos confirmados y con órdenes de confinamiento contundentes. “Nos están llegando también deportados de Estados Unidos y nadie está revisando si se han contagiado ni piden un certificado médico para dejarlos cruzar”, cuenta el encargado del albergue, el padre Javier Calvillo. Tanto él, como una decena de asociaciones piden al menos la suspensión inmediata del programa Quédate en México.

“Las autoridades ya van tarde”, añade Calvillo. Y recuerda una experiencia que acaban de pasar en los albergues de Juárez. Desde finales del año pasado hasta principios de este, se extendió un brote de varicela y se contagiaron más de 300 migrantes. “Ese suceso tuvo que haber marcado a Juárez para que hubiera una acción preventiva, pero no es así. No hay ni logística ni plan entre países y ya urge, es una población muy vulnerable. El miedo y la psicosis ya se comienzan a percibir entre ellos”, añade Calvillo.

El Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, y Marcelo Ebrard, el canciller mexicano, negociaron telefónicamente las restricciones fronterizas y se acordó que se creara un grupo bilateral de alto nivel para tomar medidas contra el virus. “Seguiremos colaborando con México de manera cercana para una respuesta coordinada y efectiva”, dijo Pompeo, anticipando medidas de contención más severas.

La frontera sur, el río que divide México con Guatemala, parece no sentir el coronavirus. El cierre de fronteras de Guatemala no ha impedido el tránsito ilegal y tradicional por el Suchiate y como cada día, cientos de comerciantes cruzan las aguas de un país a otro frente a las garitas migratorias sin que una autoridad lo impida. Salvador Lacruz, del centro Fray Matías de Tapachula (Chiapas), cuenta que la preocupación se siente más entre los miembros de las ONG, especialmente si se toman medidas drásticas y tuvieran que reducir su asesoramiento a los cientos de migrantes que llegan cada semana. Pero los que están en tránsito, en ese punto de Chiapas, no hablan de momento sobre la pandemia, cuentan desde el centro. Los peligros del migrante que acaba de llegar al sur de México obligan a priorizar.

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