Las claves que explican la conexión entre Ultra Boys y neofascismo en Gijón

, | 24 abril, 2019

Un informe del Observatorio contra la Violencia tira de hemeroteca y de la actividad en internet de grupos radicales para argumentar su raíz extremoderechista y la permisividad del Sporting

LA VOZ DE ASTURIAS.- El movimiento Ultra Boy es un semillero organizado de violencia extradeportiva conectado a la ideología de extrema derecha y de corte neonazi que utiliza el amparo del sportinguismo y el reducto de El Molinón para propagar dentro y fuera del estadio mensajes racistas, xenófobos, supremacistas y cargados de odio hacia los rivales, pero también contra colectivos como los homosexuales o las mujeres. La denuncia no es nueva: es un mensaje que se viene reiterando desde hace muchos años desde ámbitos sociales, políticos y deportivos, y que en estos últimos meses ha repetido con especial insistencia en Gijón el Observatorio contra la Violencia en el Fútbol. Las advertencias lanzadas por la plataforma de colectivos políticos y sociales que surgió hace un año a raíz de la proliferación de incidentes en el entorno de los grupos radicales vinculados al Sporting de Gijón adquiere ahora sustento en un informe: Ultra Boys. Violencia y neonazismo en Gijón. Se trata de un dossier de más de un centenar de páginas elaborado por un «colectivo multidisciplinar» coordinado por el historiador Rubén Vega que se ha basado en las hemerotecas y la propia actividad en redes sociales e internet o publicaciones de los propios grupos que investiga. Su intención es demostrar aquella afirmación inicial: la violencia vinculada a los ultras rojiblancos ni es episódica ni es ajena a posiciones políticas muchas veces contrarias a la ley.

De hecho, el documento que se presentó ayer en el Ayuntamiento de Gijón y que servirá como elemento de trabajo para los grupos municipales, se considera ante todo un análisis «del comportamiento de la extrema derecha en Gijón, ciudad en donde la mayor parte de la actividad neonazi está de alguna forma relacionada con el fútbol». Sus argumentos aspiran a demostrar que los Ultra Boys se generan y se explican en el contexto de «escalada de violencia y promoción de los delitos de odio por parte de la extrema derecha en todo el mundo», que están ganando acceso a las instituciones e incluso presencia en Gobiernos y que hasta ahora habían sobrevivido enquistadas en el ecosistema futbolístico; un fenómeno que -según recuerda el informe- viene de atrás, de mediados de la década de los 80 del pasado siglo, con el «auge de grupos de extrema derecha que aprovechan el impacto mediático del fútbol para ganar visibilidad». En este momento, según el texto, se trata de unas 400 personas, de las cuales «varias decenas» están «considerados como violentos por la policía».

¿La conclusión? El colectivo de Ultra Boys en sus distintos subgrupos, «representa, promieve ideología de extrema derecha dentro y fuera del estadio municipal de El Molinón» y ha estado implicado «en numerosos incidentes» -la cronología final recoge casi medio centenar solo en Gijón- «cusando heridos, destrozos en la ciudad y provocando varias sanciones económicas al Sporting de Gijón». Y todo ello, añade el dossier, como un «reflejo de la clara permisividad social de la violencia» que se «retroalimenta con la intervención de todos los agentes del entorno deportivo». Y muy especialmente, según insiste el documento, del propio Real Sporting de Gijón. Estas son las claves que argumenta el Observatorio.

El limbo de la alegalidad

El primer argumento del informe es legal: los Ultra Boys no son una peña sportinguista federada ni una asociación legalizada. «No se conoce ningún CIF» ni «existe una contabilidad fiscalizada» a pesar de que el colectivo se vale de medios como la venta de lotería o de determinados efectos para financiarse. El informe cita las declaraciones de concejal de Seguridad Ciudadana de Foro, Esteban Aparicio, admitiendo la «imposibilidad de actuar jurídicamente» dentro de esa situación legal.

El Observatorio sostiene que «los ultras se esconden detrás de a supuesta peña sportinguista Siempre Sporting», según el informe «una antigua cuenta oficial de Ultra Boys» desde la que hasta 2013 se emitieron mensajes de petición de libertad para neonazis encarcelados, denuncias de supuesta represión policial contra la violencia ultra e insultos a la policía, homenajes a la División Azul» junto a mensajes relaconados con la parafernalia franquista y una «larguísima lista de insultos».

Dentro de esa organización -siempre según el Observatorio- las secciones Salvajes Langreo y Batallón Gijón «con un marcado carácter neonazi» son quienes «llevan el timón» y deciden «qué y cuándo se hace», después de haber ido provocando la desaparición de subgrupos menos politizados. Los que permanecen -los citados y «Toldos Crew, Irreductibles, Brigada 81, Frente Gijón, Youth Gijón y Sección Pravia»- han realizado «apología del nazismo, han lanzado mensajes fascistas o han dormado parte de campañas racistas y xenófobas», según el informe.

El ideario ultra

«Si no estás en Ultra Boys estás contra Ultra Boys». Esa es la columna vertebral de la identidad grupal de los seguidores radicales del Sporting, según los autores del dossier. Esa idea tribal y excluyente de pertenencia se sustentaría en una «idea de superioridad moral e ideológica respecto a todo agente externo» que no solo abarca a los rivales deportivos o ideológicos, o a los colectivos que se rechaza, sino incluso al resto de la afición y las peñas, a quienes se considera «comepipas o sportchigristas». Los Ultra Boys se verían a sí mismos como los guardianes de las esencias, la aristocracia rojiblanca y los auténticos animadores de la afición, enrocados en su apabullante minoría: solo un 1,64% de los abonados, según el Observatorio.

Pero, más allá de esa autodefinición dentro del contexto deportivo, estaría la politización de fondo, el verdadero ideario de los Ultra Boys. El dossier echa mano por extenso de la definición ya clásica de lo que el estudioso Umberto Eco definió como ur-fascismo: culto a la tradición, a la acción, a la lucha, al héroe que se inmola, irracionalismo, racismo, xenofobia, obsesión con el complot, elitismo, machismo, irracionalismo… Y encuentra que todo ello está presente en los mensajes y las actitudes que se recopilan. Aparte, están las conexiones con otros colectivos similares, desde otros grupos ultra hasta asociaciones internacionales filonazis, y una simbología que ha ido esquivando las prohibiciones de la Comisión Antiviolencia exhibiendo otros motivos relacionados con el fascismo, menos evidentes que una cruz gamada o una bandera anticonstitucional. Algunas de ellas, como la tortuga, apuntan a las manifestaciones más recientes del neofascismo, como la organización internacional Casa Pound, por ejemplo.

Desde esa posición ideológica, el informe documenta también los ataques verbales o físicos contra quien se considera que está enfrente: rivales deportivos como el Oviedo o el Ceares, cuyos seguidores fueron objeto del último ataque que recoge el informe, en el pub La Folixa de Cimadevilla; pero también amenazas e insultos contra periodistas, gritos contra jugadores por motivos racistas o xenófobos, agresiones a gais…

¿Tolerancia en el Sporting?

Una parte sustancial del dossier se dedica a desmontar las argumentaciones del Real Sporting que intentan demostrar que el club no da apoyo a los Ultra Boys. Lejos de eso, el Observatorio insiste en la «connivencia» del club y pone su origen en 2005 el partido del Centenario por los ultras «con la excusa de la mala situación financiera y deportiva» de aquellos años.

A partir de ahí, el informe enumera ocasiones en las que los Ultra Boys han saltado al campo para homenajes o celebraciones, han acompañado a jugadores en visitas benéficas, han participado (incluso hinchas denunciados por la Liga) en reuniones organizativas en Mareo -como en la preparación de los tributos a Quini- o en la que los seguidores radicales habrían sido objeto de «privilegios» en el reparto de entradas respecto al resto de los abonados o no habrían sido objeto de los controles preceptivos para impedir el acceso al campo a los elementos más violentos tal y como fijan leyes, reglamentos deportivos y la propia normativa del club.

Cita además como «la culminación de una serie de acercamientos de los futbolistas a los ultras» la famosa foto de febrero de 2018 con «todos los jugadores arrodillados ante los ultras al término de un entrenamiento» que acarreó una multa de 75.000 euros de Antiviolencia por un acto en el que demás se usaron bengalas.

«Es notorio que el Sporting nunca ha impedido sus actividades ni mucho menos su presencia en el campo», concluye el dossier, que recuerda la existencia de un puesto de venta de objetos en la llamada Grada de Animación y otras formas de «hacer la vista gorda» que vulnerarían directamente la Ley 19/2017 contra la violencia, el racismo, la xenofobia y la intolerancia, y dictámenes del Comité Antiviolencia. Ni siquiera -inisiste el informe- cabe hacer pasar a los ultras por un grupo de animación con su correspondiente grada ya que el Sporting «no ha inscrito a ningún grupo de animación» en la Liga Profesional, incumpliendo otro requerimiento legal.

No solo eso. El Observatorio también reprocha al club lasitud fuera de El Molinón al no pronunciarse, condenar ni tomar medidas por infracciones «fuera de los recintos deportivos», como compromete el Reglamento de Orden Interno del club, y «antes o después de los acontecimientos en ellos». «La práctica totalidad de las agresiones, peleas y actos vandálicos en los que han estado implicados miembros de Ultra Boys han tenido lugar en días en los que el SP disputaba un partido»,documenta el dossier.

La esponsorización y los apoyos externos

El informe del Observatorio también dedica un apartado a los «acuerdos tácitos» con establecimientos o empresas, desde bares o cafeterías hasta gimnasios especializados,para habilitar «lugares de reunión, almacenes y puntos de venta de diverso material con el que se financian» los Ultra Boys con completa «falta de transparencia», según el texto. Algunos de ellos han saltado a los medios en relación a casos como la brutal paliza al joven Germán. 

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