Las clases populares británicas y el Brexit: desinformación y desconfianza ante la inmigración

| 24 junio, 2016

Artículo escrito unas horas antes del resultado del Brexit, pero que creo que aún sirve para explicar las razones del veredicto de las urnas.

La mayoría de declaraciones y comentarios en favor del Brexit proceden del campo de la derecha. La cuestión de la salida de la UE lleva dividiendo a los tories británicos desde hace décadas. UKIP es un partido ultranacionalista, aunque ya en las últimas elecciones avanzó posiciones en zonas del centro y norte de Inglaterra habitualmente favorables a los laboristas. Los tres grandes líderes de la campaña del Brexit han sido los conservadores Boris Johnson y Michael Gove y el UKIP Nigel Farage. El propio referéndum ha supuesto un factor de movilización para el nacionalismo inglés que en los últimos años se alimenta del rechazo a la inmigración.

Entre los diputados, está clara cuál es la opción de los diputados laboristas:

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Sin embargo, el Brexit no podría ganar sólo con los votantes conservadores. Y algunas encuestas indican que cuenta con un apoyo significativo entre las clases populares que pueden o no votar a los laboristas, pero que tienen un nivel de renta inferior a la mayoría de los votantes favorables a Remain.

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Los datos internos de algunas encuestas son reveladores. Con excepción de los euroescépticos de UKIP, en todos los partidos hay una tendencia: cuanto menor es el nivel de estudios del votante, más fácil es que vote a favor de la salida de la UE. Aquí hay otros factores:

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El apoyo al Brexit es superior entre los mayores de 55 años, jubilados, residentes en viviendas sociales alquiladas o gente que no ha querido o podido tomar vacaciones en el extranjero en los últimos tres años. Y estos son los factores que más se repiten entre los votantes del Remain.

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“En muchas comunidades de clase trabajadora, la gente se está preparando para votar a favor del Brexit no solo como una manera de decirle a la élite neoliberal que están hartos. También quieren incomodar a los trabajadores urbanos, liberales y con educación universitaria. Muchos de los que están involucrados sienten que esta es su primera decisión política efectiva”, ha escrito hace unos días Paul Mason –contrario al Brexit– en The Guardian.

Hay en Reino Unido, como en otros países europeos, una corriente antiestablishment que cuestiona los hechos asumidos por la clase dirigente, incluyo más allá de cuestiones ideológicas. El FMI, la OCDE, la OTAN y otros organismos internacionales han recomendado que el Reino Unido continúe en la UE. Pero también lo han hecho casi todos los dirigentes laboristas y sindicales, incluido Jeremy Corbyn o figuras de la izquierda como Owen Jones.

¿Cuál es el factor relevante? La inmigración y el rechazo que se ha creado a la presencia en el país de trabajadores extranjeros han permitido que el desenlace del referéndum haya estado en el aire durante tanto tiempo, aunque los sondeos en el final de campaña y los pronósticos de las casas de apuestas indicaban una clara derrota del Brexit.

Sin ese rechazo a la inmigración, incluida la de los ciudadanos de otros países de la UE que ejercen el derecho a la libre circulación, el resultado de la consulta no habría estado nunca en duda. Y eso a pesar de que son muy pocos los británicos que creen haberse visto perjudicados personalmente por la inmigración.

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Ellos no se ven castigados pero creen que el país en su conjunto, sí. Nada de esto sería posible sin la cobertura de estos temas por los periódicos tabloides, que venden en su conjunto cada día millones de ejemplares. Esta selección de portadas del Daily Express es un buen ejemplo.

portadas express

El Express no está entre los tabloides más influyentes (vende una media de 415.000 ejemplares diarios) y sus titulares suelen ser cómicamente estúpidos. Mucho más importantes son el Daily Mail (1.576.121) y The Sun (1.739.206). El Mirror, por su tendencia prolaborista, suele tener un mensaje diferente. El Mail y el Sun han apoyado el Brexit con sus editoriales, pero esos artículos no tienen tanto peso como los titulares elegidos durante años.

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Es una coincidencia muy lógica que uno de los grandes promotores del Brexit, el exalcalde de Londres, Boris Johnson, fuera en su inicial carrera periodística corresponsal en Bruselas, donde se ocupó de distorsionar las noticias de la UE para complacer la idea que el lector del Telegraph tiene de los asuntos comunitarios. Bruselas es siempre en estas informaciones un paraíso de la regulación donde se interfiere en la economía de libre mercado, un nido de burócratas mediocres que intenta microdirigir las vidas de los británicos y anular algunas de las gloriosas tradiciones del Reino Unido.

 La desinformación ha sido una constante en esa cobertura, que ha terminado por alcanzar a otros medios de comunicación y ha sido especialmente efectiva en las clases populares de muchas zonas del país. Pero esa es sólo la mitad de la historia. La otra reside en la incapacidad de los que se oponen a la salida de la UE de extender un discurso favorable a la inmigración y compatible con la defensa de los derechos sociales, un mensaje que fuera efectivo entre los británicos que no leen el Financial Times.

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