La ultraderecha alemana se radicaliza y se hace un «lifting»

| 23 diciembre, 2019

AfD renueva su cúpula con jóvenes próximos al neonazismo

PATRICIA BAELO. LA VOZ DE GALICIA.- Hace tiempo que se suceden las luchas intestinas de poder dentro del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), que se coronó como el tercero más votado en las elecciones generales del 2017 y pasó a ser la principal fuerza opositora en el Bundestag, tras haber capitalizado mejor que nadie el rechazo de la población a la llegada de inmigrantes al país. Ahora el pulso parece haberlo ganado el bando más radical de la formación, que no obstante insiste en quitarse el título de nueva bestia negra del tablero político alemán e intenta romper el cordón sanitario que pesa sobre ella para participar en Ejecutivos regionales e incluso del nacional.

«Estamos dispuestos a asumir funciones de Gobierno. Alemania nos necesita ya», aseguraba Jörg Meuthen, copresidente de AfD y representante de la fracción considerada moderada a principios de diciembre durante el congreso anual del partido. Una cita en la que, sin embargo, los delegados ultras reunidos en la ciudad de Braunschweig, situada en el centro del país, optaron por virar aún más a la derecha del espectro, al entregar parte de su cúpula a miembros más jóvenes y, sobre todo, más radicales. El primer relevo llegó con la designación de Tino Chrupalla, que ha sustituido al veterano Alexander Gauland en la copresidencia. 

Movimientos extremistas

A sus 44 años, Chrupalla se alzó en el 2017 como el candidato más votado en su distrito de Görlitz, en plena frontera entre Alemania y Polonia, gracias a su popularidad dentro de las juventudes de AfD. Bajo el nombre de El Ala, estas encarnan al sector más próximo al neonazismo y agrupan a una serie de movimientos extremistas muy asentados en todo el este del país. No en vano, las autoridades germanas acaban de catalogarlas como peligrosas, con lo que por primera vez pueden destinar recursos de los servicios secretos para investigarlas y descartar vínculos con los organismos del Estado.

Durante el congreso, también se eligió a Andreas Kalbitz, líder de AfD en el land de Brandemburgo y conocido cabecilla de la fracción más ultra, como nuevo vocal. Sin duda, estos dos nombramientos suponen un claro fortalecimiento para El Ala, a la que pertenecen los jefes de la formación que mejores resultados cosecharon en regiones orientales. Como por ejemplo Björn Höcke, que logró un 27,5 % en los comicios del pasado octubre en su estado federado, Turingia, y al que el canal de televisión pública ZDF ha vetado, después de que negara el Holocausto nazi y de que un tribunal permitiera llamarle «fascista».

El creciente poder de Höcke y de El Ala ha provocado la dimisión de varios diputados de AfD en el Bundestag. «Para mí, fue el punto de inflexión para darme cuenta de que nada me vincula ahora al partido», explicaba el ya antiguo experto en asuntos de interior de los ultras Lars Hermann. Es más, este policía de profesión dice que teme sufrir en carne propia las consecuencias, si las autoridades decidieran a lo largo del año que viene poner bajo vigilancia al conjunto de la formación, y que prefiere seguir su carrera política de forma independiente, tras haberse sentido desplazado por marcar distancias con el bando más radical de su land, Sajonia.

Entretanto, y pese a los numerosos expedientes de expulsión abiertos contra sus correligionarios por declaraciones racistas, Meuthen y los llamados «moderados» se empeñan en proclamar que AfD es un partido de derechas sin más. Pero la moderación no caracteriza precisamente a Beatrix von Storch, nieta de un ministro nazi que ha salido reelegida como vicepresidenta y llegó a justificar que se dispare a aquellos refugiados que ignoren un alto de las fuerzas del orden en la misma frontera. 

El cordón, cada vez más débil

En opinión de Meuthen, tarde o temprano la plana política se verá obligada a poner fin al cordón sanitario que le impuso a AfD. De hecho, la norma acordada en el 2018 por el resto de los partidos empieza a tambalearse en el este de Alemania, donde algunas voces de la CDU apuestan por abrirse al diálogo con los ultras, que en esa parte del país se sitúan segundos con más del 20 % del respaldo. Ello ha obligado a las formaciones tradicionales a recurrir a inusuales alianzas para poder gobernar, como la de conservadores, socialdemócratas y verdes en Brandemburgo, Sajonia y Sajonia-Anhalt.

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