“La solidaridad es la mejor protección de los defensores de los derechos humanos”

| 11 abril, 2019

Michel Forst, relator de la ONU sobre la situación de quienes luchan por la justicia, la libertad y la protección del medio ambiente, cree que los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se lograrán si la sociedad civil es reprimida

ALEJANDRA AGUDO. EL PAÍS.- En diciembre de 2018, el relator especial de las Naciones Unidas sobre la situación de los defensores de los derechos humanos, Michel Forst, publicó un informe global acerca de los riesgos, presiones y amenazas que los activistas enfrentan en sus países. El documento no está disponible en la página de la ONU, avisa. «Porque era bastante crítico, por lo que la ONU decidió no aprobarlo», aclara el mandatario. Lo que describe el texto de 494 hojas, que sí está disponible en la web de Forst, es que quienes luchan por la preservación del medio ambiente, la igualdad de género y las personas LGTBI, quienes denuncian torturas y leyes represivas contra la sociedad civil, la libertad de expresión y la asociación están serio peligro en un gran número de países. «Incluso en Europa», apunta el relator en un encuentro con periodistas en la Semana Internacional de la Sociedad Civil que la organización Civicus celebra en Belgrado, Serbia.

«No tenemos el número exacto de asesinatos, pero es impresionante la gran cantidad de ellos que hay», lamenta Forst. Pero no solo es importante conocer la cantidad, sino quiénes eran y por qué luchaban. Por eso, destaca el relator, Frontline Defenders ha creado junto con otras organizaciones una base de datos con las historias de vida de aquellos a quienes les ha sido arrebatada por defender los derechos humanos. Un memorial. «América Latina es la región más peligrosa. También Filipinas», indica. Aunque durante la conversación mencionará también a Estados Unidos, Europa, África, Oriente Medio, Asia. No hay prácticamente un lugar 100% seguro para los activistas. «Solo el 4% de la población mundial vive en países donde los Gobiernos respetan debidamente las libertades de asociación, reunión pacífica y expresión», señala el informe de Civicus de 2018 al respecto.

El mandatario, que se reúne con jefes de Estado, ministros y políticos por todo el mundo —aunque cada vez más los hay que se niegan a recibirle o lo hacen y deciden no seguir sus recomendaciones, como Hungría—, está muy preocupado por las campañas de difamación y las leyes que los propios Gobiernos lanzan contra los defensores de derechos humanos para desacreditarles. «Se les llama enemigos del Estado, se les acusa de promover valores occidentales, de estar en contra del progreso, en el caso de los indígenas, e incluso se les vincula con el terrorismo», enumera. Y sigue. También periodistas y activistas ven coartada su libertad de movimiento con algo tan sencillo como denegarles una visa para salir de su país. Asimismo, se endurecen los requisitos para el registro oficial de las organizaciones, lo que dificulta sus posibilidades de financiación. En muchos países, también son llevados ante los tribunales sin posibilidad de un juicio justo.

Ahora, además de los Gobiernos, empresas transnacionales y medios de comunicación en manos de criminales son enemigos de los defensores de los derechos humanos y de la libertad de expresión, explica Forst. «Quizá no son responsables directos de los asesinatos, pero sí indirectos», opina sobre el papel de grandes corporaciones en las muertes de activistas. «Tomemos el caso de Berta Cáceres, sabemos que los sicarios han sido detenidos y llevados ante la justicia, pero también sabemos que los autores intelectuales se han quedado sin sanciones hasta el momento». La impunidad, dice, es otro motivo más de desvelos en su larga lista de preocupaciones. De esto, también escribirá un informe. Uno más.

Pregunta. Tenemos el diagnóstico. ¿Cuál es la estrategia para mejorar la situación?

Respuesta. No hay una solución global. Pero vemos que los defensores se están volviendo cada vez más eficientes. Crean redes cada vez más fuertes. Y grandes organizaciones como Civicus o Amnistía Internacional les apoyan, lo cual les proporciona algo de seguridad. Pero hay una batalla en la que según los defensores se hacen más fuertes, también los ataques contra ellos se recrudecen.  Si bien hay señales de esperanza. Debemos observar las situaciones a nivel nacional, porque a veces grandes países como Brasil, Colombia o la República Democrática del Congo están buscando soluciones a nivel local para respaldar y proteger a los defensores. Una de mis estrategias clave para probar y desarrollar con los Estados es la prevención, lo cual es para mí mejor que la protección, pues se trata de evitar que ocurran los ataques. Esto es lo que propongo en mis informes: soluciones innovadoras.

P. ¿Puede mencionar alguna en concreto?

R. Desde la elaboración de guías sobre cómo proteger a los defensores de derechos humanos, hasta soluciones domésticas como mecanismos nacionales de protección. Lo que veo es que la solidaridad es la mejor protección para los defensores. En África o América Latina, si uno de ellos está en riesgo, llama a los otros. La ayuda local es más eficaz, antes de llamar a instituciones internacionales para que tomen medidas. A mi gabinete le lleva un tiempo recolectar información para hacer una doble confirmación, así como conseguir los consentimientos de las víctimas antes de llevar a cabo acciones. Y mientras tanto, están en peligro y necesitan soluciones rápidas. A veces Twitter es una herramienta útil para esto.

P. Pero usted mismo dice que cada vez más países dicen que no van a cooperar con la ONU, que incluso se niegan a recibirle y no aprueban sus informes. ¿Solo podemos tener parches como solución?

Esto es una batalla en la que según los defensores de los derechos humanos se hacen más fuertes, los ataques contra ellos se recrudecen

R. Sí, hay países con los que es muy difícil funcionar. Tanto para la ONU en general como para mí. En algunos, nadie tiene acceso, como Corea del Norte, Eritrea o Burundi. La buena noticia es que hay otros en los que en el pasado éramos bloqueados y ahora optan por reunirse con nosotros. Hay Estados como Filipinas, en los que hay asesinatos y campañas de difamación al más alto nivel, que no reconocen que tengan un problema con los defensores y no hacen nada. Mientras tanto, otros en América Latina como México, Colombia u Honduras, y Brasil puede que lo hagan, reconocen que deben buscar soluciones porque tienen un gran número de asesinatos. Algunos ya lo han hecho y disponen de mecanismos nacionales para proteger a los defensores, aunque no digo que eso resuelva todo.

P. Desde que asumió su mandato en 2014, ¿ha cambiado la definición de lo que es un defensor de los derechos humanos?

R. En la Declaración de la ONU sobre defensores de los derechos humanos, hace 20 años, se aprobó una definición muy amplia que dice que lo es cualquiera, individuo, grupo u organización de la sociedad civil, que defienda sus derechos o los de otra gente. Recibimos muchas quejas de ONG como Civicus o Amnistía Internacional, pero también diplomáticos, funcionarios, particulares y otros que reciben amenazas y son víctimas de ataques porque han decidido promover los derechos humanos. Este es el caso, en Europa, de las personas ayudan a los inmigrantes. Cada vez más familias les rescatan, les dan apoyo, alojamiento, comida, les cargan sus teléfonos móviles… y por ello, son defensores de los derechos humanos y enfrentan amenazas. Al mismo tiempo, hay países que tratan de anular o estrechar esta definición. Rusia está liderando una campaña para convencer a otros para tratar de acotar este concepto. En la ONU hay un ataque constante por parte de varios Estados en este sentido, para controlar más a los defensores.

Necesitamos llamarles defensores de los derechos humanos, aunque sean activistas políticos, líderes comunitarios o sociales, porque si no les llamamos así no están bajo la protección de la ONU. Por ejemplo, quienes protegen el medio ambiente se definían como ecologistas o conservacionistas, pero no como defensores de los derechos humanos, pero son parte de esta familia. También las mujeres que se han sumado al #MeToo.

P. ¿Es posible lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible si se reduce el espacio de la sociedad civil?

R. Se pueden lograr los Objetivos, pero no sin la participación de la sociedad civil que necesita un entorno seguro. Eso es lo que estoy tratando de hacer.

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