La represión franquista en Jerez puede elevarse de 400 a 3.000 asesinados

| 10 enero, 2019

Un estudio del historiador Jesús Caballero Ragel rescata un documento de la publicación ‘España Democrática’ en la que se pone a la ciudad como ejemplo sistémico de represión

SEBASTIÁN CHILLA. LA VOZ DEL SUR.- 80.711 jerezanos. El 31 de diciembre de 1935 tuvo lugar el último censo de la ciudad antes de la Guerra Civil, que comenzó algo más de medio año después con el golpe de los sublevados el 18 de julio de 1936. En cuanto a la represión, el estudio de la asociación Jerez Recuerda ha sido habitualmente tomado como referencia para cuantificar el número de víctimas del golpe sublevado en la ciudad: 381 asesinados y 79 personas que fueron cesadas o depuradas de sus responsabilidades públicas en el Ayuntamiento. Más tarde, una investigación de Cristóbal Orellana y José García, La represión franquista en Jerez de la Frontera: censo de las víctimas y fuentes documentales para su identificación, profundizaría en esta línea, siendo varias las fuentes que han incidido en que el dato en Jerez podía ser superior, entre las 800 y 1200 víctimas, como sostuvo la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica.

Sin embargo, hasta este momento ningún investigador había puesto sobre la mesa un estudio que acreditara este o un número superior de víctimas. Jesús Caballero Ragel, doctor en Arte y Humanidades por la Universidad de Cádiz y profesor de enseñanzas medias en la ciudad de Jerez, lo ha hecho. En un artículo que firma con el nombre de Un documento de 1940 cifra la represión franquista en Jerez en 3.000 asesinados, el investigador cree que hay motivos suficientes para creer que esta cifra puede ser factible.

Salvador de Arizón, responsable militar del golpe en Jerez

Para ello se basa en los datos que arroja la publicación de los republicanos exiliados en Uruguay, España Democrática, un año después del final de la contienda. En la sección Terror sobre España de este diario no sólo se menciona que en Jerez hayan sido asesinadas tres mil personas a manos de los golpistas, sino que la ciudad fue una de las más afectadas por la represión y fue tomada como ejemplo. Caballero Ragel ha contrastado además las últimas investigaciones sobre el número de represaliados en otras poblaciones del entorno que menciona España Democrática y ha llegado a la conclusión de que Jerez está más cerca de haber padecido ese número de víctimas que la de 400 asesinados, dada frecuentemente.

“A pesar de no existir apenas resistencia, muchos republicanos fueron fusilados, entre ellos el alcalde y numerosos concejales de partidos de izquierda, masones, funcionarios municipales, maestros nacionales, presos comunes, líderes políticos y sindicales o simples afiliados a partidos o sindicatos, anarquistas, articulistas de prensa de izquierda, homosexuales, personas que profesaban otra religión ajena a la católica o se definían ateos así cualquier sospechoso de no apoyar el golpe de estado”, recoge el investigador en el artículo. Una represión “planificada y sistémica” que se dio en todas las ciudades y pueblos de España donde triunfó la rebelión militar. El objetivo era claro: seguir al pie de la letra las indicaciones de Mola. “Se actuó con extrema dureza, con la doble finalidad de servir de advertencia y escarmiento a los que pretendiesen realizar alguna acción contra el golpe militar y buscándose claramente la depuración ideológica entre la población sometida”, incide Caballero Ragel.

De ser ciertos los datos que arroja este documento, uno de cada veintisiete jerezanos habría asesinado tras el golpe sublevado que en Jerez se encargó de secundar el comandante militar Salvador Arizón Mejías. Es decir, casi el 4% de la población. Unos crímenes que en su mayoría ocurrieron varias semanas más tarde, convirtiendo la ciudad en un centro estratégico sobre el que organizar la represión en la comarca y la provincia. Sólo el 4 de agosto se llegaron a pedir 200 certificados de defunción. Desde concejales, políticos hasta sindicalistas y profesores. Uno de sus protagonistas, fue Pedro Marín, llamado Matarojos, que se encargó hacer lo propio en lugares tan dispares como las carreteras de El Puerto, Trebujena y Sanlúcar, el antiguo estadio Domecq, el cementerio de Santo Domingo o la explanada de la Plaza de Toros.

“Reinaba el buen humor, característico de esa ciudad, donde el nivel de la vida y el aire de la raza, por una admirable mezcla anglo-andaluza, producida por el negocio de vinos, tiene una distinción inconfundible. Se brindaba con el vino de la tierra y se hacía frente al momento difícil con una serenidad sonriente y deportiva. Entraban y salían falangistas, requetés, comerciantes, labradores, aristócratas. Salían a relucir las buenas escopetas de caza y los rifles de montería. A cada hora aumentaba el improvisado ejército. Allí, entre otros, acudió de una finca de campo cercana, el poeta José María Pemán, que en seguida inició por el micrófono jerezano su serie de proclamas y arengas guerreras. (…) El día 19 sólo hay ya tiroteos en algunos centros de concentración proletaria. Se clausura la Casa del Pueblo y se practican detenciones de elementos ‘marxistas’. Jerez queda dominado y puede ya permitirse el lujo de acudir en camiones a dominar y ‘pacificar’ los vecinos pueblos de Sanlúcar de Barrameda y Trebujena”.
Joaquín Arrarás Iribarren en Historia de la Cruzada Española.

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