La reacción

| 16 diciembre, 2016

JORGE GALINDO. EL PAÍS.- El progresismo español suele juzgar sus éxitos con benevolencia: se aprobó el matrimonio igualitario hace ya una década. La integración de la inmigración parece funcionar bastante bien. Hay un 39% de diputadas en el Congreso. No son, para nada, hitos extraordinarios, pero muchos los consideran meritorios a tenor de nuestra historia. Con esta base asentada los progresistas tienden a soñar con un futuro sin sobresaltos, en el que las victorias pueden tardar, pero llegarán cuando el contexto político lo permita.

Pero esta tranquilidad asume que las cosas son como eran antes del resquebrajamiento del bipartidismo. Entonces, la aritmética era fácil: el segmento poblacional urbano, joven e interesado en cambios sociales trenzaba una alianza dentro del PSOE para aprovechar en cuanto este llegaba al poder. Los reaccionarios, por su parte, tendían a la desorganización, y solo podían aspirar a pequeñas revanchas simbólicas, perdiendo las grandes batallas.

Hoy, la izquierda está partida en dos, y las nuevas derechas se afilan fuera de nuestras fronteras. Es mirándose en ese espejo que empiezan a surgir aquí emprendedores políticos y mediáticos, dispuestos a reunir apoyos bajo el paraguas de la reacción ante lo que describen, irónicamente, como una suerte de discriminación inversa: la de minorías supuestamente triunfantes hacia una teórica mayoría, hasta ahora silenciosa. El discurso tiene recorrido porque su éxito foráneo ha roto la norma social, y el nuevo espejo sirve para que quien lo desee pueda construirse una nueva identidad política que, ahora sí, le satisfaga.

Por ahora esos emprendedores caminan huérfanos. El PP es hoy la esencia del conservadurismo, dedicado a cambiar lo mínimo posible, y Ciudadanos se mantiene bajo mando liberal. Pero ambas formaciones han coqueteado con discursos reaccionarios. El espacio para ascensos internos es reducido, pero existe. Como también la posibilidad de emplear un vehículo político nuevo. Todo depende de la capacidad de los emprendedores de sumar adeptos a su proyecto. Es difícil, pero no tienen prisa: llevan años esperando su momento.

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