La islamofobia fomenta el extremismo y ayuda a ISIS

| 28 mayo, 2016

ESHAN HARARI. Profesor de investigación adjunto del Instituto de Estudios Estratégicos, Escuela de Guerra del Ejército Estadounidense.- 

El miedo al islam y a los musulmanes lleva siendo algo común desde los atentados del 11S de Estados Unidos. En Europa, esta moda se ha convertido en algo respetable bajo el amparo de la libertad de expresión.

Según un informe publicado por la ONG Freedom House, el aumento de la islamofobia en Europa supone una amenaza para la democracia. El informe, como explica Asharq al-Awsat en un artículo, «presenta un panorama sombrío del estado de los valores liberales en determinadas partes de Europa y destaca la cantidad de tendencias preocupantes que están vigentes en 29 países de Europa Central y del Este, así como en las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central».

Por otra parte, según los datos de una encuesta Gallup en 2015, el 38% de los estadounidenses se negarían a votar a un musulmán «cualificado» en unas elecciones presidenciales. Muchos británicos manifestaron una actitud similar al articular su opinión de que el islam es una «amenaza para la democracia liberal occidental». Si se enfoca este aumento de la islamofobia desde el ámbito de la multiculturalidad, los británicos están algo divididos: un 38% opina que perjudicaría a su país y haría de él un lugar peor, pero un 37% cree que mejoraría el país. Los porcentajes de las respuestas «no sabe/no contesta» o «no marcaría la diferencia» fueron de un 6 y un 19% respectivamente.

 

Somos testigos de cómo algunos partidos políticos de ultraderecha europeos y sus líderes recuerdan a sus seguidores que el islam es algo «ajeno» en las constituciones «democráticas» de algunos países occidentales. Los creyentes de esta relativamentenueva forma de «racismo» o no saben que la democracia garantiza el derecho de que todos sus ciudadanos a practicar la fe que quieran y les protege de la tiranía de grupos racistas e intolerantes o padecen una amnesia selectiva.

Últimamente, en Estados Unidos, Donald Trump ha hecho que sea respetable odiar al islam y a los musulmanes. Trump domina la retórica intolerante y desinformada que está en contra de los musulmanes en el nombre de la corrección política denigrante. Pero como la candidatura de Trump emergió en la era de los llamados «hombres blancos enfadados», que sienten que el sistema va en su contra, y, al mismo tiempo, tienen lugar en Europa y en Estados Unidos atentados patrocinados por el llamado Estado Islámico, la bravuconería anti musulmanes de Trump no ha recibido ni la denuncia ni el desprecio que se merece.

La multiculturalidad es una de las características más controvertidas de las políticas de los países con un elevado porcentaje de población musulmana (como es el caso del Reino Unido, de Francia y de Alemania). Según un estudio:

Los distintos países […] han seguido caminos diferentes [de multiculturalidad]. El Reino Unido se ha decantado por otorgar a las diversas comunidades étnicas un papel igual de importante en el sistema político. Alemania ha animado a los inmigrantes a vivir unas vidas separadas en lugar de concederles la nacionalidad. Y Francia ha rechazado las políticas a favor de la multiculturalidad para llevar a cabo políticas asimilacionistas.

Normalmente, estas políticas se utilizan para mantener la singularidad de las distintas culturas étnicas en esos países (excepto en Francia). Pero la realidad es que esas políticas se han convertido en la excusa perfecta para que los líderes de dichos países no integren a las comunidades musulmanas en la cultura general -a través de programas de formación educacional y vocacional que ayuden a mejorar su capacidad de inmersión laboral, por ejemplo-, por lo que estas comunidades acaban marginadas. Los líderes tienen la responsabilidad de desempeñar un papel visible a la hora de dar con políticas de integración y de asegurarse de que se implementen con seriedad. Si se dan cuenta de que estas políticas no dan los resultados esperados, tienen la obligación de retocarlas o de modificarlas de una forma radical. Los gobiernos deben asumir la mayor parte de la culpa de la separación de los musulmanes de la población general en ámbitos sociales y económicos. Como recogeen su libro The War for Muslim Minds: Islam and the West el académico francés Gilles Kepel:

Ni la sangre derramada por los musulmanes del Norte de África al luchar vestidos con uniformes franceses en las dos guerras mundiales ni el sudor de la mano de obra inmigrante -que vivían en condiciones deplorables y que reconstruyeron Francia y Europa en 1945 a cambio de una miseria- han hecho que sus hijos, al menos en lo que a franceses o europeos en general respecta, sean conciudadanos.

Kepel cita al autor de un libro llamado Naal bou la France, para referirse a una expresión popular en el Norte de África que se utiliza para insultar a un hombre y a su linaje. El autor, que es el líder radical de la Unión de Organizaciones Islámicas de Francia -un grupo asociado con los Hermanos Musulmanes-, escribe lo siguiente: «¡Oh, dulce Francia! ¿Te sorprende que tantos de tus hijos se relacionen con un naal bou la France y que maldigan a tus Padres?».

Aunque los progresistas http://espfarmacia.com/levitra/ líderes europeos se niegan a reconocer la relación entre sus políticas multiculturales y el aislamiento de los musulmanes europeos, un gran número de musulmanes poseen un nivel de educación bajo y tasas de desempleo altas, por lo tanto, están aislados. En ese estado son presa fácil para los imanesantioccidentales con pocos estudios y sus retóricas religiosas e incendiarias.

 

La impresión general -y mal planteada- que tiene parte de las poblaciones de los países mencionados anteriormente es que la multiculturalidad no ha conseguido integrar a los musulmanes y que se debería dejar de lado esta política.

En Estados Unidos, el índice de aislamiento de los musulmanes ha permanecido más bajo en comparación con otros países debido a dos razones. Primero, muchos de los inmigrantes musulmanes de Estados Unidos han recibido una educación superior en el sector técnico y, como consecuencia, no tienen una educación pobre ni unas tasas altas de desempleo. Por eso, una gran mayoría de los inmigrantes musulmanes han rechazado esos sermones llenos de enfado que predican los imanes radicalizados en las mezquitas estadounidenses.

La segunda razón, y la más importante, es que la cultura política de Estados Unidos siempre ha aceptado a los recién llegados de distintas culturas, etnias y religiones. Pero en los años siguientes a los atentados terroristas del 11S la retórica anti Estados Unidos de Al Qaeda y del autoproclamado Estado Islámico ha generado una respuesta en forma de islamofobia. Cuando Bin Laden declaró la guerra contra Estados Unidos en 1996, y cuando las intermitentes amenazas por parte de ISIS de matar estadounidenses se convirtieron en portadas todos los días, la islamofobia también se convirtió en una práctica frecuente entre los políticos de Estados Unidos, también llamados «pensadores estratégicos» y «especialistas en la lucha antiterrorista».

Por lo tanto, los ciudadanos musulmanes que viven en Occidente se han convertido en juguetes, por no decir marionetas, en las manos de los islamófobos occidentales, de Al Qaeda y de ISIS. Los musulmanes y su religión son el blanco del discurso islamófobo, y, mientras, ISIS les dice alegremente a los musulmanes que Occidente odia el islam. Mediante su presencia global en las redes sociales, ISIS invita a los musulmanes a matar a los ciudadanos de Occidente. Los encargados de su propaganda convierten fragmentos de vídeos en los que aparecen islamófobos occidentales denunciando a los musulmanes y a su compromiso con los países de los que son ciudadanos en potentes herramientas de reclutamiento, especialmente cuando los islamófobos ofenden de alguna manera al islam y al profeta del de esta religión.

En un ensayo cuyo mordaz título es ISIS quiere que odies a los musulmanes, el semanario estadounidense The Nation acertó con la siguiente observación:

La islamofobia es un fenómeno racista, por supuesto, pero también beneficia a ISIS, al igual que el entusiasmo por ir a la guerra. Los terroristas han dejado bien claro que su estrategia consiste en eliminar lo que denominan como «zona gris», en la que conviven en armonía musulmanes y no musulmanes. Buscan provocar a los gobiernos occidentales para que frenen a sus ciudadanos musulmanes y que acaben en las manos de ISIS. En su revista Dabiq, ISIS aplaude las declaraciones posteriores al 11S de George W. Bush: «Bush decía la verdad cuando declaró ‘quien no está con nosotros está contra nosotros’. En otras palabras, o estás con la resistencia o estás con el islam».

Si el próximo presidente de Estados Unidos es republicano y si la islamofobia sigue creciendo, los años siguientes al mandato de Obama van a ser muy difíciles. Un presidente republicano puede estar demasiado dispuesto a desplegar tropas en Irak y en Siria para «acabar» con ISIS. Aunque no es probable que se acabe con ISIS, la resultante destrucción del Levante mediterráneo hará que una nueva versión de ISIS, posiblemente más cruel, crezca a un ritmo vertiginoso. Nadie sabe cuál será la intensidad de las tendencias islamófobas en los próximos años con un mandato republicano en Estados Unidos. Ni tampoco si esas tendencias disminuirán.

Si Hillary Clinton fuese la próxima inquilina de la Casa Blanca, sería probable que la retórica islamófoba se redujera en Estados Unidos. Sin embargo, en calidad de defensora convencional de las medidas intervencionistas y liberales, también es posible que Clinton lleve tropas estadounidenses al Levante mediterráneo, o incluso a Libia, donde ISIS continúa creciendo. El reciente historial de intervenciones estadounidenses en Oriente Medio demuestra que la oleada de terrorismo no se ha reducido. De hecho, Irak y Afganistán -dos víctimas de invasiones estadounidenses recientes- siguen siendo sumideros de terrorismo, caos y la resultante inestabilidad. Independientemente de lo que ocurra, es muy probable que ISIS intensifique su retórica: «O estás con la resistencia o estás con el islam».

En la lucha contra ISIS y en el intento de erradicar la islamofobia, esperamos que los líderes occidentales recuerden las memorables palabras del difunto Malcolm X: «El mañana pertenece a aquellos que hoy se preparan para él».

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