La catalanofobia y la españolofobia, ¿un problema social en auge?

| 18 diciembre, 2017

Expertos constatan la radicalización de posturas a causa de la popularización de estereotipos alimentados por discursos políticos y medios de comunicación

SILVIA COLOMÉ. LA VANGUARDIA.- “Veo mucho odio”, alerta Sandra, una catalana de padres extremeños que hace dieciséis años vive en Badajoz. “Siempre ha habido desprecio hacia lo catalán, pero ahora lo hay mucho más y es mucho más visceral”, alerta. “También leo en Facebook opiniones contra España de conocidos catalanes”.

“No pienso volver a Madrid en tiempo”, explica Marta, barcelonesa de padres españoles. “Este año me he sentido menospreciada por ser catalana cuando hacía el camino de Santiago, hasta el punto que pedí a mi pareja que me dejara hablar siempre a mí en los lugares públicos porque no tengo acento catalán y no notasen que lo éramos”.

“Los catalanes se sienten superiores y ahora quieren romper España”, opina Javier, un extremeño que considera que “deberían llevar las tropas a Catalunya” para poner orden a la situación.

En los últimos meses se ha hablado a menudo de la posible fractura que el procés ha abierto entre la sociedad catalana, dividida entre un bando independentista y otro unionista. Ahora bien, existe otra división que parece ser todavía más evidente, la que separa cada vez más a parte de la sociedad catalana con la del resto del Estado y viceversa.

“La distancia siempre ha existido, pero con el debate actual se ha incrementado”, añade el politólogo Antoni Biarnès. “No hay indicadores empíricos que así lo demuestren, pero es innegable que existe tensión, fractura, malestar y menosprecio entre estas dos realidades”, afirma Francesc Núñez, sociólogo de la UOC.

Una división patente

Dos ejemplos claros se encuentran en el boicot de productos catalanes, que incluso empresas afincadas en Andalucía o Madrid han pedido que se deje de practicar porque les perjudica como proveedoras. Para añadir más carne en el asador, hace escasos días los habitantes del pueblo de Sijena puntualizaron que habían celebrado con “cava aragonés” la llegada de las obras en litigio expuestas en el Museu de Lleida.

El otro ejemplo cabe buscarlo en la Lotería de Navidad, cuando circuló en Catalunya una campaña para no comprar participaciones del sorteo más popular del año, aunque la propia entidad emisora ha afirmado que las ventas se están manteniendo. Eso sí, el número que ya no queda es el 00155 en clara alusión al artículo que ha intervenido la Generalitat de Catalunya.

Sin duda, el conflicto catalán está radicalizando las posturas políticas de muchos ciudadanos y se está inmiscuyendo en la vida cotidiana. Otro hecho constatable: la bandera española luce más que nunca en balcones de ciudades como Madrid o Valencia, como si la selección de fútbol hubiese ganado otro Mundial. A la vez, la senyera o la estelada adornan edificios de Barcelona como si cada día fuese la Diada.

La responsabilidad política

No existe un único factor que haya provocado esta radicalización, según los expertos. Ahora bien, uno de los más relevantes es, sin duda, la actitud de los partidos políticos. “Tienen una parte importante de responsabilidad porque sacan rendimiento político de la radicalización de las diferencias”, apunta Biarnès.

Para Núñez, “los discursos políticos están promoviendo los estereotipos, que funcionan muy bien para simplificar y hacer que el panorama sea más comprensible” para el ciudadano de a pie. De esta manera, según el sociólogo, se trata de “un mecanismo clásico para potenciar el ‘nosotros’ e identificar al ‘otro’ como enemigo”.

“Tenemos tendencia al encasillamiento, a la simplificación, al pensamiento blanco o negro, ya que es más sencillo que el pensamiento colorido, y los políticos no están ayudando a que no sea así, al contrario”, comenta el psicólogo Rafael Santandreu, autor de ‘Ser feliz en Alaska’.

“No todos los independentistas tienen españolofobia, ni todos los unionistas catalanofobia”, avanza antes de desarrollar en qué consisten estos dos estereotipos. “Entre los españoles hay la idea de que el catalán se cree más y es arrogante, mientras que el catalán cree que los españoles son de pandereta”.

Para el psicólogo, “ambas visiones están sesgadas porque no es cierto que existía un catalanismo supremacistas y los españoles también pecan de lo mismo”. Para Biarnès, “el español ve la diferencia del catalán como un privilegio, algo molesto y no como un factor de riqueza”. Mientras que el catalán “se considera ciudadano de segunda”, añade.

Al tratarse de dos identidades que viven en dos lugares diferentes, “la fractura es mayor y resulta más fácil que los estereotipos funcionen y los posicionamientos se vuelvan más viscerales”, analiza Núñez antes de añadir que la “violencia utilizada por el Gobierno en Catalunya también ha provocado que los ciudadanos se posicionasen a un lado u otro para encontrar un sentido a lo sucedido”.

El papel de los mass media

El otro factor clave de la fractura ha venido impulsado por los medios de comunicación, indican los expertos. “Unos más que otros, están promoviendo también estos estereotipos” que ayudan a radicalizar las ideas de los ciudadanos, apunta Núñez. “Los hay que no tienen ni el más mínimo cuidado con el lenguaje que utilizan y, por ignorancia o mala fe, alimentan la confrontación”, sigue explicando.

Biarnès va más allá, calificando a los medios catalanes como “más plurales” y considera que otros editados en otros lugares del Estado están ofreciendo “una visión no ajustada con la realidad y alineada con intereses políticos muy claros”.

Posibles soluciones

Si la política es quizás la principal culpable de la radicalización de posturas en España, los expertos consideran, en cambio, que la solución también pasa por ella. “Esta incomprensión entre ambas partes está para quedarse si no se actúa a nivel político”, considera Biarnès, que afirma que “con la pedagogía no hay suficiente”.

Para Santandreu, lo ideal sería “hacer un esfuerzo para volver a la cordura, darnos cuenta de que todos somos iguales y que todas las personas alimentadas bajo las mismas circunstancias, reaccionaríamos de manera sorprendentemente similar”.

“Después de las elecciones vendrá un periodo más tranquilo, pero con el tiempo la incomprensión puede agravarse si la mayor parte de catalanes no obtiene una respuesta a su percepción de ciudadanos de segunda. La polarización y la desconfianza respecto a la otra parte irán en aumento”, augura Biarnès.

 

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