Intelectuales de América y Europa alertan contra Bolsonaro

| 24 octubre, 2018

Pensadores y artistas opinan sobre la posible victoria del ultra en Brasil

EL PAIS.- La decisiva votación de este domingo en Brasil marcará un antes y un después en la historia del país más grande de América Latina. La victoria del ultraderechista Jair Bolsonaro que pronostican  las encuestas sumiría a Brasil en una era incierta, en la que, si se cumplen todas sus amenazas, la democracia sufriría un claro retroceso. Ante este escenario, EL PAÍS ha recabado la opinión de destacados intelectuales, pensadores y personalidades de la cultura de América y Europa, que valoran la posible llegada al poder de Bolsonaro.

 

Walter Salles, cineasta brasileño

Estaríamos entrando en un periodo de oscuridad, que traería consecuencias no solamente para Brasil. Sería la victoria del prejuicio y de la intolerancia. Sería también el fin de la agenda ambiental del país, la salida de Brasil del acuerdo climático de Paris, el fin del sistema de cuotas en las universidades y de otros mecanismos de inclusión social. Las puertas estarían abiertas para la deforestación de la Amazonia. La retórica bolsonarista lo coloca más cerca de Duterte de que de Trump, con las consecuencias nefastas de lo que se ve en el régimen dictatorial filipino. En relación a su programa económico, conviene recordar que el ultra-liberalismo de la escuela de Chicago solo ha convivido con regímenes dictatoriales en Latinoamérica, como en Chile de Pinochet. No creo que ese modelo pueda establecerse en un país democrático como Brasil, a menos que la propia democracia sea puesta en riesgo.

Alice Braga, actriz brasileña

Si Jair Bolsonaro gana la segunda vuelta de las elecciones sería una grieta profunda en nuestra sociedad, país y en el mundo. Ha esparcido el odio de tal manera que hace avergonzarse a Marine Le Pen y que Trump parezca un republicano moderado. Hay un pico imprevisto en crímenes de odio y no hay que olvidar que Brasil tiene el mayor número de asesinatos a sangre fría de activistas LBGT y ambientalistas. Quiere sacar a Brasil del acuerdo climático de París, de Naciones Unidas. Además, abrirá los caminos para que el sector rural marche por la Amazonía armado con pistolas, pesticidas y motosierras. Esto no es solo un problema de Brasil, es un asunto de todos para tener un futuro más seguro. Necesitamos a todos y los necesitamos ahora. Únanse.

Sergio Ramírez, escritor nicaragüense

Jair Bolsonaro, el favorito para ganar la segunda vuelta electoral en Brasil,surge del desencanto en la izquierda que, al resultar culpable de corrupción, mató muchas esperanzas: ¿No era la corrupción un vicio exclusivo de la derecha? Pero surge también de la transformación de un electorado inmenso, el más grande y variado de América Latina, en una gran escuela de samba donde baila su danza macabra la demagogia más pervertida, Dios, orden, familia; ensaya su paso la añoranza por las dictaduras militares para que se meta en cintura no a la pobreza, sino a los delincuentes que reinan en las favelas; cantan a capela sus loas al salvador de la patria patriarcal los predicadores de las Iglesias fundamentalistas que gracias a los réditos y diezmos viven con el lujo de reyes de baraja; mueve el trasero la complacencia de los grandes magnates con un ojo tuerto para la corrupción de los capos de los partidos de derecha y el otro abierto para mandar al patíbulo a los de la izquierda; y mientras atruenan los tambores el rey Momo va en su carroza seguido por su corte de la que han sido expulsadas las mujeres, coronado en una cuaresma electoral que, ya lo veremos, tendrá su viernes santo.

Juan Villoro, escritor mexicano

Bolsonaro representa un riesgo extraordinario para América Latina y para el mundo entero. Estamos viendo el ascenso en elecciones de un candidato al que no podemos vacilar de calificar de fascista. Es un candidato discriminatorio y racista quien paradójicamente ha logrado, ya sea por miedo en un sentido pragmático de conveniencia, tener el apoyo de los sectores que él mismo repudia. Se ha opuesto a cualquier práctica democrática al dedicarle su triunfo al torturador de Dilma Roussef, ha insultado a los homosexuales, a los negros, una comunidad muy importante en Brasil, a los pobres. Es verdaderamente vergonzoso que se convierta en un candidato que niega la participación comunitaria, la tolerancia y que aparentemente será el hombre fuerte de Brasil. Es muy peligroso que este ejemplo parecido a Trump, aunque más agudo, pueda estimular respuestas parecidas en el continente. Estamos ante una ascensión de la irracionalidad política que nos obliga a recordar que Hitler llegó democráticamente al poder.

Alma Guillermoprieto, reportera y escritora mexicana

Me parece que la probable elección de Bolsonaro sea tal vez lo más peligroso que ha ocurrido en América Latina en épocas recientes. No solo por lo que su capacidad de generar odio va a afectar a los brasileños, ni por lo impracticable de sus políticas económicas, sino porque su promesa de abrir la región amazónica a la explotación comercial pone en peligro la salud del planeta entero.

Juan Gabriel Vásquez, escritor colombiano

Jair Bolsonaro es un fascista: y sería un error, un nuevo error en la larga cadena de errores que los demócratas hemos cometido en los últimos dos años, creer que es una desmesura llamarlo por ese nombre. Lo que ocurre es que el suyo es un fascismo de nuevo cuño que todavía no nos espanta como debiera, tal vez porque actúa desde dentro, minando la democracia mediante la explotación de sus propias libertades, de sus propias garantías. Pero sus rasgos son inconfundibles: el elogio de los autoritarismos militaristas, la violencia verbal más cínica y directa que ha visto la política latinoamericana en décadas, el grotesco matoneo de todas las minorías y, sobre todo, el eficaz uso de los discursos del enfrentamiento y la división (del nosotros contra ellos: primera página del manual del populismo extremista). Su victoria en Brasil, jalonada por la desinformación de Facebook y las calumnias en cadena del Whatsapp, propiciada por el resentimiento, el miedo y la ignorancia, sería una instancia más en el progresivo desmantelamiento de la democracia occidental. Son palabras grandes, como grande es el primer adjetivo de este párrafo; pero seguir jugando a las palabras pequeñas es lo que nos ha puesto aquí. Esta gente es peligrosa y sus votantes están equivocados. Que no nos dé pudor decirlo.

Claudia Piñeiro, escritora argentina

Me preocupa tremendamente el discurso homofóbico, antimujeres y prodictadura que tiene Bolsonaro y que eso no sea lo suficientemente pesado para que no se lo vote. ¿Cómo alguien puede votar diciendo «no importa lo que dice respecto a los homosexuales porque vamos a tener una mejor tasa de interés»? ¿En qué nos estamos convirtiendo?, ¿cómo una persona sensata puede decir semejante barbaridad? Creo que esto pasó porque durante 20 años hubo un crecimiento de las Iglesias evangélicas y la derecha consiguió unirse a ellas. El poder que les faltaba a las derechas latinoamericanas lo están consiguiendo a través de estas uniones. Es un proceso que lo hemos visto, que no hemos podido revertir y que hoy encontramos ya instalado en Brasil. No sé si en otros países se podrá dar una situación similar. (Sebastián) Piñera en Chile ha tenido algunas conversaciones con los evangélicos, acá nos pasamos todo el tiempo viendo que la gobernadora, el presidente, se reúne con la Iglesia católica y los evangélicos como si eso no tuviera ningún costo a futuro. Pero lo tiene.

Jorge Ramos, periodista mexicano

El auge de Bolsonaro en Brasil refleja, desafortunadamente, lo peor de Brasil y de América Latina. No hay duda. En nuestro hemisferio hay una enorme desilusión con la democracia. Como la democracia no se come, ni evita que te maten, ni ha reducido significativamente la distancia entre ricos y pobres, hay un regreso a la idea del hombre fuerte. En toda América Latina hemos tenido una salvaje variedad de tiranos y dictadorcillos. Pero ahora en Brasil reaparece como un monstruo de más cabezas: machista, homófobo, xenófobo, misógino y racista.

Al igual que como ocurrió con Trump en Estados Unidos, es muy preocupante que a millones de votantes brasileños no les importe votar por alguien como Bolsonaro. Es como si su voto no dijera nada sobre ellos. Pero se equivocan. Tu voto habla de quién eres tú. Les guste o no, los casi 63 millones de personas que votaron por Trump se parecen a él. En algo. Igual ocurre en Brasil. Y prepárense: Trump -con sus ataques, mentiras y prejuicios- partió en dos al país. Los brasileños están a punto de hacerlo también. Y todo, irónicamente, gracias a la democracia.

Héctor Abad Faciolince, escritor colombiano

“O ya no pasa lo que yo entendía, o ya no entiendo lo que está pasando” es un célebre apunte de [el fallecido escritor mexicano Carlos] Monsiváis. Lo que está ocurriendo en Brasil no puede ser entendido con el viejo esquema del enfrentamiento entre izquierda y derecha. El otro esquema binario de comprensión, autoritarismo versus liberalismo, se acerca más, pero tampoco agota el análisis.

Para que la lectura de la vieja izquierda funcione se requiere una masa de población explotada. Pero si en las franjas más pobres de las grandes ciudades el desempleo toca cimas del 20% o del 30%, esta franja no puede llamarse explotada sino marginada, irrelevante en términos laborales porque aunque haya puestos de trabajo esa porción de los ciudadanos no ha sido educada para poderlos desempeñar.

En la vieja izquierda liberal hemos defendido la liberación sexual, la ruptura con la Iglesia católica, la despenalización del uso de drogas, y hemos sido permisivos y laxos con la delincuencia, atribuyendo su causa a la miseria. Esto pudo ser liberador para los burgueses, pero en las zonas urbanas marginadas ha significado embarazo infantil y juvenil, reemplazo del catolicismo por las sectas evangélicas, drogadicción desenfrenada y una inseguridad desatada que afecta, sobre todo, a los pobres y a la clase media. También cerramos un ojo ante la corrupción, si los corruptos eran de izquierda.

En una situación así, desesperante, no es nada raro que gane el más arrogante y el más loco. El que no se parezca en nada al político tradicional, y el que ofrezca supuestas soluciones fáciles de entender: la ira fascista, la represión feroz y el nacionalismo rastrero. Que gane entre los más ricos y reaccionarios es normal. Pero si gana entre las clases medias y marginadas, esto no se debe ni siquiera a lo que dice, sino a que al menos le entienden lo que dice, sobre todo si lo que dice se parece a lo que los pastores evangélicos gritan en los sermones.

Jorge Edwards, escritor chileno

Brasil es un país de frecuentes sorpresas electorales. En la primera mitad del siglo XX, un rinoceronte del Zoológico de Rio de Janeiro obtuvo un alto porcentaje de votos en una elección presidencial. Se llamaba Cacareco y había llegado a ser querido por los cariocas. No sé si Bolsonaro es un nuevo Cacareco, pero el proceso electoral todavía no termina. Brasil es un Estado de derecho, desde los tiempos de su separación de Portugal. Tenemos que esperar con paciencia, con distancia equilibrada, y seguir pensando que es un gran país amigo y una democracia moderna que en su ya larga historia ha pasado por paréntesis democráticos modernos y ha sabido superar con sabiduría política esos paréntesis y esas interrupciones de su tradición constitucional.

Adolfo Pérez Esquivel, argentino premio Nobel de la Paz en 1980

Algunos dicen que la humanidad perdió la capacidad de asombro, pero creo que no es así, creo que se perdió la capacidad de reaccionar frente a los acontecimientos que nos desbordan, y esto tiene que ver con la falta de conciencia crítica, de coraje y decisión para enfrentar las políticas y mecanismos de dominación. Con mucha claridad lo dijo el mártir Luther King: “No me preocupa el grito de los violentos, sino el silencio de los buenos”. Nadie es dueño de la verdad, pero algunas verdades son menos discutibles que otras: Lula está preso para que el PT no ganara en primera vuelta. Quienes fueron cómplices del golpe a Dilma Rousseff y la proscripción de Lula, hoy se lamentan por abrirle una increíble posibilidad al terrorismo fascista en Brasil. Si son verdaderamente democráticos, todos los partidos políticos deben unirse y llamar a votar a (Fernando) Haddad, quien no solo significa el retorno de la democracia y el republicanismo a Brasil, sino también capacidad de gobierno para cuidar al pueblo del hambre, del desempleo, del analfabetismo y de la violencia del crimen organizado. Muchos que están en silencio aún están a tiempo de que la historia no los recuerde como cobardes, tal como se recuerda a quienes dejaron avanzar el terrorismo fascista en otras épocas.

Noam Chomsky, lingüista

La elección de Bolsonaro será una tragedia para Brasil y la región. De hecho, para el mundo. Literalmente. Uno de sus planes más escandalosos consiste en abrir el Amazonas para que lo exploten sus votantes ricos del negocio agrícola, con consecuencias devastadoras para el medio ambiente global, además de para los habitantes indígenas, que no merecen un centímetro cuadrado de espacio, como declaró en un llamamiento a un virtual genocidio.

Bolsonaro no sólo es uno de estos vergonzosos líderes de extrema derecha que degradan la política contemporánea. Va mucho más allá. Quizá su momento más vil —y hay muchos— fue durante el grotesco ‘golpe suave’ de la derecha, cuando un parlamento formado por destacados criminales destituyó a la presidenta Dilma Rousseff basándose en motivos irrisorios. Bolsonaro dedicó su voto al jefe de la espantosa unidad de tortura de la dictadura que fue responsable de la feroz tortura de Rousseff. Quizá no sorprenda viniendo de alguien que critica la dictadura sólo porque esta no asesinó a 30.000 personas, como en Argentina. Una lista de horrendas salidas de tono llenaría muchas páginas. Sus programas para el país, si se aplicasen, serían muy beneficiosos para los inversores y los superricos a expensas de la población considerada sin valor, una categoría amplia, mientras el país declina hacia una caricatura lamentable.

Susana Malcorra, excanciller argentina

Se sabe que los esloganes de campaña no siempre se trasladan a la gestión. No obstante, algunos de los mensajes del candidato Bolsonaro generan señales de alerta. Por ejemplo, su marcado escepticismo respecto del Mercosur y la idea de llevarlo a un modelo de unión aduanera, con la implicancia de retrotraer el esfuerzo realizado a su mínima expresión de integración. Esto desarmaría una de las instituciones que las democracias trajeron a la región para superar largos períodos de distanciamiento y recelo que hasta incluían hipótesis de posible conflicto. Si algo nos ha faltado es acelerar el proceso de integración para asegurar que los beneficios económicos de ser parte de un mercado común cimenten la confianza mutua entre todos los actores y destierren cualquier opción alternativa.

Héctor Aguilar Camín, periodista y escritor mexicano

La posible victoria de Bolsonaro es la consecuencia de la destrucción del sistema de partidos políticos brasileños. Es una mala noticia para la democracia, corroída por la corrupción al extremo de que el único que le podría haber competido, el expresidente Lula, está en la cárcel. Me preocupa que hay algo más que populismo en Bolsonaro, que es el fascismo. Me preocupa también que tiene un componente antidemocrático como el integrismo religioso, que viene con el auge de las confesiones evangélicas en Brasil. Este conjunto de problemas, en un horizonte de instituciones destruidas, es muy preocupante. Sobre todo con un hombre que hace parte del linaje militar de una dictadura que no fue derrotada ni por la democracia ni por sus propios errores. El nacimiento de este fascista, apoyado en el elogio de la estructura militar, no augura nada bueno para Brasil ni para América Latina

Gael García Bernal, actor mexicano

El incendio del Museo Nacional de Brasil es sintomático de la falta de eje, se acabó la estructura totémica, tiene que ver con desidia, negligencia, abandono. Es representativo de que hay un abandono tremendo de la construcción de país. Eso que fue hecho poco a poco, de pronto alguien aprovecha esa nada para soltar un discurso simplista, clasista, homófobo, todo con oposición porque yo no soy tal, no soy como los otros. Y mucha gente cree que esa es la solución. Estamos al borde de un cataclismo. Hay un golpe de Estado aterciopelado, distinto a como se hacía antes. Hay una especie de populismo de derechas, capitalista, que se agarra de lo que conviene para mantener las grandes fortunas. Creo que hay algo relacionado con eso, debe ser una decepción terrible estar en Brasil en estos momentos. Es realmente triste sentir que por más que se diga no hay una repercusión, ya está el trato hecho. O incluso hay buenas noticias, las bolsas reaccionan muy bien, o lo que sucedía con Trump, de bueno no va a ser así como piensan…

Alberto Barrera, escritor venezolano

Parece inevitable no buscar una relación entre los escándalos de (corrupción) Lava Jato u Odebecht y el éxito de Bolsonaro. Él es un nuevo ejemplo de la crisis de la representación del liderazgo, del fracaso de la política, que vive el continente. Su popularidad no es ideológica. En ella hay más desespero que racionalidad, más falta de opciones que discernimiento. Tampoco es una novedad: prometer magia y fuerza. Esa parece ser la clave del populismo autoritario latinoamericano.

Bolsonaro aún no ha ganado y ya es una preocupación internacional. Sus opiniones son una desventaja, para el frágil cuadro institucional de Brasil y también para la situación que vive la región. Otro autoritarismo personalista no ayudará en la compleja crisis que vive Latinoamérica.

Joan Manuel Serrat, cantante español

Un personaje como Bolsonaro aparece constantemente en los diferentes países del cono sur, del este y del oeste. Es un personaje con un argumento misógino, racista, homófobo. Es difícil de asumir, sin embargo, que lo apoye la mitad del país. Imagino cómo estarán amigos y compañeros como Caetano Veloso, María Bethania o Gilberto Gil. Para ellos debe ser una circunstancia dolorosa, de soledad y de abandono, de necesidad de transmitir a la gente que conocen por el mundo que ellos son lo que son. Este Bolsonaro no me parece tan espantoso como el hecho de que miles de brasileños lo hayan percibido como una alternativa de gobierno con ese ideario que propone. El racismo de Trump es lamentable, porque es la prolongación del pasado supremacista de la América profunda. Y a pesar de todas sus barbaridades, acerca de las mujeres, de sus opositores, sus comentarios no se acercan ni de lejos al racismo de Bolsonaro. Su retórica incluye odio e incendio. A su ascensión contribuyen las Iglesias, la pentecostal y la católica, que le apoyan en sus denuestos contra el aborto y sobre la droga. Subyace en todo lo que hace la venganza contra políticas sociales de Lula y de Dilma, que sacaron a treinta millones de personas de la pobreza.

Alejandro Sanz, cantante español

La gente reacciona muy bien, lamentablemente, a los discursos más aberrantes e insospechados. A veces ocurre que cuando estos personajes, como Trump o Bolsonaro, ocupan los puestos para los que son elegidos después de esas bravatas, bajan el tono y se cuidan mucho de cumplir sus barbaridades. La estupidez es una droga que lleva a la gente a ir cada vez un poco más lejos en sus barbaridades, y las palabras se convierten en placebos, se vuelven inocuas. Pero no hay manera de olvidar el efecto que tienen sobre la ciudadanía, aunque ésta deje de sorprenderse de lo que escucha.

Juan Cárdenas, escritor colombiano

Sospecho que todas nuestras advertencias contra Bolsonaro y fenómenos afines -Trump, Brexit-, sospecho que nuestras desesperadas explicaciones que invocan derechos, conquistas sociales y valores de la tradición liberal, son totalmente contraproducentes y nada persuasivas entre una gran masa de votantes, que ven estas figuras grotescas como una posibilidad de expresar rabias y frustraciones contra esa misma tradición liberal. Son las contradicciones internas del liberalismo, es en el corazón de las tinieblas del capitalismo global donde se han engendrado los bolsonaros y los trumps. No son una amenaza externa, sino interna. Es evidente que tenemos que vencerlos en las urnas, oponernos a ellos con decisión, pero debemos pensar y atacar las causas profundas del fenómeno. Responsabilizar exclusivamente al progresismo latinoamericano de las últimas décadas por un Bolsonaro es, como mínimo, un acto de mezquindad en el enfoque. Las contradicciones de ese progresismo son solo un capítulo de la historia más amplia del choque entre la lógica depredadora del capital y las dinámicas emancipadoras. Bolsonaro es una creación de nuestras fantasías reprimidas, un Amo a la medida de nuestras patologías y nuestro narcisismo liberal. Habría que empezar a derrotarlo dentro de nuestro discurso, de nuestro esquema deseante.

Bernard-Henri Lévy, filósofo y escritor francés

Veo y entiendo la desazón, la tristeza y la cólera de los brasileños. Sin duda, la crisis está ahí. Y la extensión de la corrupción. Y el aumento de la violencia urbana. Pero ninguna solución puede venir de un populista que no hace más que prometer nuevas violencias y el desgarro de su pueblo. ¿Hay que recordar las innumerables declaraciones racistas, misóginas, homófobas, belicistas y, a veces, criminales del candidato que hoy encabeza los sondeos? Y, ¿no es evidente que las declaraciones de este tipo, así como el programa que las acompaña, van en contra de todo aquello de lo que Brasil puede estar orgulloso: su multietnicidad, su tradición y sus prácticas de acogida, su liberalismo verdadero y la cohabitación, en sus ciudades inmensas y bellas, de múltiples creencias?

Me cuesta creer que la patria de Chico Buarque y Chico Mendes se deje así tentar por un retorno a un pasado atroz, que ha dejado tantas cicatrices aún abiertas. Me cuesta imaginar que el país dé la espalda de repente al adagio famoso: ‘Brasil, tierra de futuro’. Es por esto que expreso el deseo de que, antes de que sea demasiado tarde, el país rompa el proceso anti-democrático mortífero que se inició en 2014 y que hoy llega a su estadio más crítico. Le queda una semana para evitar un vuelco que difícilmente será reversible. Brasil debe extraer fuerzas de su memoria sufriente y del recuerdo de los horrores de la dictadura militar que entre 1964 y 1985 tomó el país como rehén. Debe decir #EleNão al candidato de extrema derecha que exhibe abiertamente su desprecio por las reglas democráticas. Todos sabemos que el nacionalismo exacerbado, el desprecio por los derechos humanos y las minorías, la agitación del odio como estrategia de campaña son las armas de los populistas. Y la Historia, incluida la brasileña, rebosa de ejemplos dramáticos que indican adónde puede conducir esto.

Brasil no es, ciertamente, el único país que debe enfrentarse a una ola populista. Mi país, Francia, ve también cómo constantemente se pone a prueba la República. Pero, hasta ahora, un frente republicano siempre ha logrado hacer barrera. Brasil puede hacer lo mismo. Puede elegir a un candidato serio y probo, Fernando Haddad. Que pueda, votando a Haddad, evitar que un hombre que con orgullo encarna la barbarie eche por tierra tan reciente democracia. Brasil vale más que esto. El Brasil que el mundo entero admira es el de las mujeres que se manifiestan contra el horror. Es el Brasil de las Marielles. Es el de la una oposición resuelta a Bolsonaro y a sus armas.

Beatriz Sarlo, analista política argentina

Bolsonaro, victorioso, soberbio y desfachatado, prueba algunas de las hipótesis que se hicieron corrientes en estos años. Por ejemplo, que el poder territorial de los grandes partidos se ha debilitado frente a fuerzas que no son políticas en su origen, pero ofrecen consolación espiritual y organización comunitaria. Tal el caso de los pentecostales, que ya venían demostrando su influencia en Brasil y tienen representantes en el Congreso. Cuando la política se vuelve demasiado compleja, incomprensible o lejana; cuando la corrupción disuelve la credibilidad; cuando la distancia entre el mundo de los representados y el de sus representantes parece un páramo intransitable por ausencia de mediaciones institucionales, entonces llega un dirigente que propone una relación demagógica con los sectores sociales que aspira a conquistar. Halaga sus peores prejuicios y construye escenarios donde el miedo al futuro cultiva predicciones catastróficas.

Milton Hatoum, escritor brasileño

“Un eventual gobierno de Bolsonaro será un enorme retroceso político y social. Él y sus hijos desprecian e incluso amenazan la democracia y las instituciones democráticas. Ayer (domingo), el capitán amenazó a los votantes del profesor Haddad. ¿Él no sabe que muchas de estas personas votarán en Haddad para defender la democracia? Me pregunto por qué los votantes de Bolsonaro no perciben que su candidato pretende actuar como Nicolás Maduro, el caudillo venezolano que persigue y arresta a sus adversarios políticos. En el fondo, Bolsonaro es influenciado por lo mismo que Maduro, un político autoritario y corrupto, que recurrió al fraude y al chantaje para elegirse. Ambos son violentos y recurren a las milicias para intimidar y banir a sus adversarios. Por cierto, la admiración de Bolsonaro por Hugo Chávez es antigua. En septiembre de 1999, el candidato dijo en una entrevista que Chávez era «una esperanza para Latinoamérica». Los brasileños anhelan una nueva política, pero lo que Bolsonaro representa es lo que hay de más viejo y oscuro. Los votantes serán engañados. En menos de seis meses la clase media sentirá el impacto negativo de la política económica. Por último, como escritor brasileño, es una vergüenza ver a ese hombre grosero, misógino, racista e ignorante en la presidencia. Él declaró que su libro de cabecera es la obra de un torturador. ¡Qué hermoso ejemplo de humanismo y cultura democrática!”

Chico Buarque de Holanda, cantante brasileño

“Todavía prefiero creer en la victoria de Fernando Haddad. La otra opción sería un desastre para Brasil y una vergüenza para los brasileños”

Han colaborado: Marc Bassets, Juan Cruz, Luis Pablo Beauregard, David Marcial, Francesco Manetto, Federico Rivas Molina y Javier Lafuente.

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