Guillermo Fernández: “Me parece una torpeza que Podemos defina su objetivo en parar a Vox”

| 8 diciembre, 2018

Entrevista a este investigador especializado en las derechas radicales europea.Completo análisis de la irrupción de Vox en las elecciones andaluzas y de cómo puede combatirle la izquierda

SATO DÍAZ. CUARTO PODER.- Tras la sorprendente irrupción en el tablero político de la ultraderecha representada por Vox en las pasadas elecciones andaluzas, numerosos análisis periodísticos y políticos han copado distintos medios de comunicación. Algunos medios generalistas, por otra parte, hablan de Vox tanto como si hubiera ganado las elecciones. En cuartopoder.es hemos querido hablar con Guillermo Fernández (Madrid, 1985), investigador en la Universidad Complutense de Madrid especializado en las derechas radicales europeas y colaborador de distintos medios de comunicación como El Confidencial o Ctxt. Una charla reposada que ayude a comprender el fenómeno de Vox y las sugerencias de este estudioso sobre cómo frenar a la ultraderecha en España.

— Estos días vemos numerosos análisis del porqué de la irrupción de Vox. ¿En el fondo, no nos lo esperábamos?

— No sé hasta qué punto. Hubo varias encuestas que hablaban de que Vox sacaría 0 ó 1 escaños. Recuerdo haber hablado con gente antes de las elecciones y decirles que iban a sacar buen resultado. La izquierda estaba en la inopia. Me llamó la atención de cómo tanta gente se rió del vídeo de Santiago Abascal subido a un caballo apelando a la reconquista. Durante esta campaña, Vox ha apelado a una idea que han vendido inteligentemente, que es la de reconquistar el país, volver a poner orden, cambiarlo para bien, desde su punto de vista, realizar esa revancha porque han humillado a España los nacionalismos periféricos.

Hay dos cosas que me interesan mucho de esto. Una de las grandes virtudes de Vox ha sido que ha roto dos ideas que parecían muy instaladas. La primera es que no había en España espacio para un partido de extrema derecha porque estaba el PP y, con la aparición de Ciudadanos, mucho menos. Decían que el campo de la extrema derecha estaba sobresaturado. Se ha demostrado, con la irrupción de Vox, que eso era falso.

En segundo lugar, se decía que era imposible que un partido rompiera la fidelización del voto en las zonas rurales, por ejemplo, al PP en Castilla y León y al PSOE en Andalucía. Esto también se ha demostrado que no era así, había unos sentimientos de agravio y de olvido en las zonas rurales que eran politizables. Ha hecho falta que Vox sacara a relucir los toros, la caza, la pesca y la defensa de la tradición para que esa gente haya sentido que hablaban de ella. Estas dos cosas que parecían imposibles, Vox ha demostrado que eran posibles, hay que reconocerle a Vox una osadía en esta campaña muy importante. Además, los planes de Vox eran las europeas y se convocan las elecciones andaluzas con poco tiempo de reacción, deciden presentarse y obtienen estos resultados. Es sorprendente.

— La idea principal de la campaña de Vox era contraponer a España contra los proyectos periféricos y el independentismo…

— No sé hasta qué punto. Hubo varias encuestas que hablaban de que Vox sacaría 0 ó 1 escaños. Recuerdo haber hablado con gente antes de las elecciones y decirles que iban a sacar buen resultado. La izquierda estaba en la inopia. Me llamó la atención de cómo tanta gente se rió del vídeo de Santiago Abascal subido a un caballo apelando a la reconquista. Durante esta campaña, Vox ha apelado a una idea que han vendido inteligentemente, que es la de reconquistar el país, volver a poner orden, cambiarlo para bien, desde su punto de vista, realizar esa revancha porque han humillado a España los nacionalismos periféricos.

Hay dos cosas que me interesan mucho de esto. Una de las grandes virtudes de Vox ha sido que ha roto dos ideas que parecían muy instaladas. La primera es que no había en España espacio para un partido de extrema derecha porque estaba el PP y, con la aparición de Ciudadanos, mucho menos. Decían que el campo de la extrema derecha estaba sobresaturado. Se ha demostrado, con la irrupción de Vox, que eso era falso.

En segundo lugar, se decía que era imposible que un partido rompiera la fidelización del voto en las zonas rurales, por ejemplo, al PP en Castilla y León y al PSOE en Andalucía. Esto también se ha demostrado que no era así, había unos sentimientos de agravio y de olvido en las zonas rurales que eran politizables. Ha hecho falta que Vox sacara a relucir los toros, la caza, la pesca y la defensa de la tradición para que esa gente haya sentido que hablaban de ella. Estas dos cosas que parecían imposibles, Vox ha demostrado que eran posibles, hay que reconocerle a Vox una osadía en esta campaña muy importante. Además, los planes de Vox eran las europeas y se convocan las elecciones andaluzas con poco tiempo de reacción, deciden presentarse y obtienen estos resultados. Es sorprendente.

— La idea principal de la campaña de Vox era contraponer a España contra los proyectos periféricos y el independentismo…

— La idea principal por la que la gente les ha votado es esa. No creo que la mayoría de sus votantes se hayan leído su programa, ni sepan que Abascal sea un ex del PP, un Aguirre Boy. Creo que ha sido relevante la capacidad de Vox de no tener ataduras y hablar de una manera muy libre, establecer una confrontación así con el resto de partidos del establishment al referirse a ellos como la derechita cobarde, la veleta naranja, el régimen del PSOE y, de Podemos, como un partido acomodado.

Al mismo tiempo, han transmitido la idea de la “España viva”, ha recuperado la idea de que somos un gran país, recuperando episodios difusos de la historia española, como la reconquista. Recuerdo a Abascal hablando de que Colón salió del puerto de Palos para conseguir grandes cosas que suscitaron la admiración del mundo. No tanto se habla del imperio español como construcción política, sino de la idea de que si España está unida y cree en sí misma, puede hacer grandes cosas y ser admirada en el mundo. Para eso ha de acabar con sus demonios, que son los nacionalismos periféricos que le roban energía interna.

— Frente al españolismo, que ha ganado las elecciones, Adelante Andalucía, sobre todo, intentó sacar la bandera del andalucismo en la campaña. ¿Cómo valora esta idea?

— Me ha parecido bastante aceptable la campaña de Adelante Andalucía. No creo que tuvieran muchas más opciones. Aunque haya perdido unos 300.000 votos, han campeado daños. El problema, para mí, viene de Podemos estatal, y eso se manifiesta en todos los territorios, y es que cuando un país está atrapado en un conflicto territorial, y el conflicto con Catalunya parece en vía muerta y es algo que se larva desde hace mucho tiempo, no es normal que Podemos no ponga sus 70 diputados y recursos a trabajar en plantear una reforma constitucional y un modelo de Estado serio. Seguramente, no sería algo definitivo, pero sí un borrador al que añadir todas las matizaciones y carga retórica posterior. Enseñar cuál es la propuesta para un país más justo es necesario. Mientras eso no exista y se limiten a hablar de que hay que hacer un referéndum, que es algo procedimental que vale para el primer mes del conflicto y después se queda corto, Podemos seguirá sin pronunciarse sobre la cuestión crucial de España de los últimos años.

Lo que no puede ser es que Podemos, tras las elecciones catalanas de 2015, dijera que fueron el árbitro en un choque entre dos contrincantes y en 2017 vuelva a decir lo mismo. Podemos tiene recursos, es un partido político, una de las mayores representaciones institucionales de la izquierda en la historia de España. Creo que hay una pura falta de ideas. Hasta que esta cuestión no esté mínimamente esbozada, ni Adelante Andalucía ni ninguna marca de Podemos logrará tener una posición fuerte en este debate y estará siembre a merced de otros o tratando de minimizar daños todo el rato.

— Mientras que desde las grandes ciudades miramos a extensos territorios del Estado español como “la España vacía”, Vox se ha referido a ellos como “la España viva”.

— Efectivamente, ha sido una de las grandes virtudes de la campaña de Vox. Ha roto el tabú de que en la España vacía no había un partido, que no fuera del bipartidismo, que pudiera entrar. Vox lo ha hecho, ha aprovechado ese sentimiento que existe en las zonas rurales y no tan rurales de que se les ve inferiores desde las ciudades. Hay muchos pueblos grandes en Andalucía, como en Castilla-La Mancha y otras zonas, no hablo solamente del mundo puramente rural.

En estas zonas son conscientes de la pérdida de población, de que viven en una decadencia. Seguramente, Andalucía no sea la peor zona de España en cuanto a estos problemas. Han sentido que alguien les hablaba directamente y, además, les proponía cosas que pueden calificarse de políticamente incorrectas. Han cogido el toreo, la caza, la pesca… La han confrontado a otras ideas, les han dicho que su modo de vivir y relacionarse con los animales es el suyo y está bien. Por mucho que venga gente de la ciudad a decir que eso está mal, Vox les ha liberado de la culpa, les ha dicho que no dejen que esos progres de ciudad les hagan sentirse culpables.

Esto es una estrategia muy típica de la extrema derecha. Yo he estudiado más el fenómeno de Le Pen en Francia. La gente que vive lejos de París, de algún modo, etiqueta a la izquierda como esos arrogantes moralistas que les juzgan y que les hacen sentir mal. La izquierda que siempre era la liberadora de tabús frente a la sociedad conservadora que dice lo que tienes que hacer, ahora Vox ha conseguido que la izquierda sea la que dicta cómo se deben hacer las cosas y presentarse como la que libera a determinados sectores de población de sentirse culpables.

— Una élite cultural que vive en las ciudades, en los centros de conocimiento, en las universidades y medios de comunicación, que no entiende a amplios sectores de población española.

— Podría ser. También, ya han salido artículos sobre esto, podría ser que, igual que en Francia se diferencia mucho entre la Francia central y la periférica, en España hubiera algo parecido y que abriera posibilidades políticas interesantes, también para la izquierda si supiera jugar allí. En el caso de Francia es diferente, hay más gente que vive en el mundo rural que en España.

Pero, si Vox se acerca al mundo rural hablándole de sus tradiciones, la izquierda podría acercarse a este mundo hablándole de servicios públicos, que es algo que hacía la extrema derecha de Le Pen. El centro de salud más próximo cada vez está más lejos, los colegios cierran, no nacen niños, el estado cada vez está menos presente y estos sectores de población son los invisibles para el estado. Esto lo utilizó Le Pen. Ahí, hay un hummus para la izquierda, pero tiene que articularlo

— Debates políticos e intelectuales que se dan en determinados medios de comunicación, pero, para mucha gente, los medios de comunicación y expresión son las redes sociales como el Whatsapp.

— Un estudio interesante sería saber cómo ha funcionado el tema de Whatsapp en la campaña de Vox andaluza. También, en un partido que venía de tan poco, cuáles han sido las redes formales e informales que les han servido para hacer campaña, pegar carteles… ¿En qué instrumentos vivos de la sociedad se han apoyado? Me imagino que habrán jugado un papel las asociaciones pro caza y pesca, así como los memes en Whatsapp y otros mensajes.

Esto tiene más importancia en algunos sectores de población que estos debates que tenemos la izquierda en distintos medios, que están muy bien, pero lo otro es importante. Los intelectuales y medios oficiales no han percibido ese magma, los medios daban a Vox un diputado como mucho, pues 12.

— ¿Hasta qué punto la inmigración ha tenido que ver en los buenos resultados de Vox? Venimos de un verano donde las televisiones han bombardeado con la llegada de personas migrantes. Vemos como en El Ejido ha sacado unos buenísimos resultados.

— Puede haber ciertos municipios, como El Ejido, en los que el porcentaje de población es muy alto y puede haber tenido una importancia relevante. Pero, por otro lado, es difícil establecer esta relación. Así como en El Ejido Vox ha sido el partido más votado, en otros municipios de Huelva, donde hay una tasa de inmigración muy importante y la estructura económica es similar, Vox no ha tenido esos resultados. Habría que ver si existe tan claramente esta correlación.

En todo caso, la cuestión anti inmigración ha sido una adherencia o un bastón a algo más importante del discurso de Vox, la recuperación del orgullo nacional. A esta recuperación del orgullo nacional, Vox ha adherido la idea de que España necesita renacer para luchar no solo contra los nacionalismo periféricos, sino también para sobrevivir culturalmente. Para esto, han creado la idea de que estamos amenazados por otro, el otro musulmán, y estamos, en palabras de Abascal, ante una elección de civilización. Esta expresión es la misma que usaba Marine Le Pen en la campaña presidencial de 2017. En Francia, ese discurso tiene más tradición y crea más sentido, pero en España es una adherencia que han aprovechado para colarla. El factor anti inmigración, observando los discursos de Vox, tiene una fuerza considerable.

— ¿Quizás para asemejarse con otras fuerzas de las que quieren ser hermanas a nivel Europeo?

— Esto también es curioso. Estuve en una reunión de dirigentes de Vox en Melilla hace unas semanas, porque quería sacar un reportaje de una reunión que tenía Vox con fuerzas europeas para alianzas en las próximas alianzas. Esta reunión no era con Frente Nacional francés ni la Liga Norte italiana, sino con el grupo llamado Conservadores y Reformistas Europeos, una especie de euroescépticos soft, donde estaban los tories, la ultraderecha nórdica y Ley y Justicia de Polonia.

Vox, en realidad, está adecuando su discurso a lo que se dice por Europa pero no ha decidido todavía con quién se va a ir. Le han salido muchos pretendientes que le cortejan y Vox se deja cortejar. Mi impresión, tras hablar con Abascal, es que a su partido le gustaría más ser menos tachado de euroescéptico y tener más posibilidades de acuerdos con el PP y Ciudadanos. Por ello, pragmáticamente, le gustaría formar parte de este grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos pero, al mismo tiempo, de corazón a Abascal prefiere aliarse con el Frente Nacional, porque teme que los euroescépticos light les pongan problemas y le coarten su discurso. También están en este grupo los euroescépticos flamencos que son independentistas. Vox está tratando de normalizarse, pero como en la extrema derecha europea hay conflicto, no sabe qué va a hacer.

— ¿Descartaría, entonces, un grupo unitario de la ultraderecha europeo?

— Veo muy pocas posibilidades, porque los Conservadores y Reformistas quieren liderar el euroescepticismo, están coqueteando con la Liga Norte y todos los partidos de extrema derecha que están tocando poder y gobernando con la derecha, por ejemplo, también, el FPÖ autriaco. Quieren convertirse en una especie de derecha muy radical, pero respetable desde el punto de vista del gobierno. Repiten que no quieren saber nada del Frente Nacional ni del holandés Geert Wilders, el grupo de Steve Bannon, porque no tienen experiencia de gobierno y en Bruselas no les hacen mucho caso.

La segunda razón por la que tienen una línea roja los checos y los polacos de pactar con el Frente Nacional o Wilders es que les parecen demasiado pro-rusos. Creo que no va a haber ese gran grupo y que en ese sentido el proyecto de Bannon no va a funcionar, al menos en esa primera formulación. Puede que encuentren otras maneras de entendimiento, después de conocer los resultados de las elecciones europeas. Son partidos que tienen un objetivo en común, pero son muy diferentes, con amigos geopolíticos diferentes y realidades nacionales distintas.

— No todos los votantes de Vox son fascistas, se dice. Pero el discurso es homófobo, machista, xenófobo… 

— El núcleo movilizado, el núcleo duro sí es gente muy de derechas, muy radical y con un marcado integrismo católico, como es el ejemplo de Rocío Monasterio, una de las personas fuertes de Vox. Prácticamente, lo que más les importa es la lucha contra el aborto, contra que se equipare el matrimonio homosexual con el heterosexual. Hay que tener en cuenta que nacen como una escisión del PP porque les parecía que el PP era muy blando en la lucha contra ETA y porque el PP no deroga la ley del matrimonio homosexual de Zapatero.

Este núcleo duro es muy de derechas, de extrema derecha o fascista, pero no hay 300.000 votantes de Vox que sean así. Hay mucha gente que ha votado porque les ha sonado bien el discurso. Me he encontrado a gente joven, con pintas de hipster, que tenía ganas de votar a Vox. Mucha gente les paraba por la calle, no notaba una hostilidad hacia ellos cuando les he acompañado. Me cuesta creer que toda esa gente sea de extrema derecha, más bien Vox ha comprendido el fenómeno de la España de los balcones y le ha dado cuerpo político.

La España de los balcones no es que todo el mundo que puso banderas era facha, sino que veía a gente que sacaba sus esteladas y se quería independizar. Lo que se podía traducir en que se quieren ir porque no quieren estar conmigo, no me quieren, no soy digno de su aprecio y me acusan de ser autoritario, etc. Esta gente sacaba su bandera española diciendo que estaban orgullosos de su país, creo que a veces era tan naíf como eso. Es como cuando una pareja lo deja, el chico que a los días se hace fotos marcando músculos como diciendo que no es tan malo.

— Chantaje emocional…

— Sí. Es una recompensa a un autoestima herido, a un orgullo nacional herido.

— ¿Cómo valora las apelaciones a crear un frente antifascista de Podemos?

— No me gusta en absoluto, es un error sorprendentemente grande. A mi juicio, es uno de los tics de la izquierda más irreflexivos. Recuerdo el Frente de Izquierdas de Melénchon en 2014, cuando el Frente Nacional gana las elecciones europeas, que empezó a salir en manifestaciones antifascistas. Yo lo veía en Francia como extranjero y, a veces, se ven así las cosas más claras de esta manera: un día antes habían votado 6 millones de personas al Frente Nacional y 4.000 personas decían que iban a defender a la sociedad contra ese partido manifestándose. ¿Quién le da esa legitimidad a esas 4.000 personas que se manifestaban? ¿No será más inteligente preguntarse qué les ha motivado a esos millones de persones a votar a Le Pen y, si crees que es un proyecto peligroso peligroso, preguntarte cómo puedes combatirla?

Eso, en primer lugar, en segundo lugar, me parece peligroso que si eres Podemos y tienes cinco millones de votos, de pronto definas tu objetivo en cómo parar a una fuerza que tiene un 10% de votos en Andalucía. Me parece de una torpeza absoluta, en términos políticos, que Podemos defina su objetivo en parar a Vox. Podemos pasa de ser la fuerza que quería cambiar el país, al Podemos que no sabe muy bien qué hacer, al Podemos que se conforma con parar a la extrema derecha… ¿De qué estamos hablando? Creo que en el medio plazo, Podemos debería trabajar en tener un proyecto territorial de Estado. En el corto plazo, en Vox está muy contentos de que se les llame fachas, no hay más que ver su acto de Vistalegre. A Abascal, que le critique Pablo Iglesias le viene genial. Para parar a, creo, Vox viene bien relacionarle con el PP, con que son políticos profesionales que han vivido siempre de la política, con puntos que generan poco consenso en la sociedad española como el del aborto o el matrimonio homosexual o la ley contra la violencia de género. Hay que reforzar la idea de hacer ver a Vox como una fuerza política vieja.

— Vox también se ha presentado como una fuerza en contra del movimiento feminista y sus reivindicaciones.

— Otro de los aciertos de Vox ha sido el saber palpar el malestar en parte de la sociedad ante el auge del feminismo. El antifeminismo era una manera de aumentar su transversalidad, aunque parezca mentira, en el sentido de que era el lugar por el que más podían hincarle el diente a votantes de Podemos. Hay varones que en algún momento votaron a Podemos y están temerosos de la ola feminista. Por ahí y adentrándose en ciertos youtubers, que sabemos en quién pensamos, se puede llegar a un voto que puede estar próximo a Podemos. Esto también ha sido un acierto para lograr este campanazo.

— Por útimo, ¿que relaciones ve en Vox con el franquismo?

— Son más de orden sentimental que otra cosa. A Vox le interesa, igual que a otras fuerzas de la extrema derecha europea, no parecer un partido fascista al uso ni neofascista de los años 80 y 90. Lo más cercano al franquismo será lo que sientan en su casa, en privado. No lo dirán directamente, per, a través de la crítica a la memoria histórica, podrán vehicular algo de esto. Sé de algunos de ellos que han participado en actos de Fuerza Nueva, pero me parecería un error pensar que Vox es una Fuerza Nueva 2.0.

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