EN RECUERDO A LAS VÍCTIMAS DEL TOTALITARISMO

| 23 agosto, 2018

En el Día europeo de las Víctimas del estalinismo y el nazismo, conviene recordar que Europa vive hoy también tiempos de xenofobia y extremismos

23/08/2018 Diario Vasco. En 2008 el Parlamento Europeo aprobó una Declaración que proclamaba el 23 de agosto como Día Europeo Conmemorativo de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo. Lo hacía desde la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y de los crímenes contra la humanidad, desde la protección de los derechos humanos y con una resolución del Consejo de Europa.

El Parlamento consideró que el pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939 entre la Unión Soviética y Alemania dividió Europa en dos esferas de intereses con protocolos secretos adicionales, y que su derivada en términos de deportaciones, asesinatos y esclavización perpetrados en el contexto de los actos de agresión del estalinismo y el nazismo entran en la categoría de crímenes de guerra y contra la humanidad, crímenes que carecen de prescripción.

Los historiadores afirman que el horror nazi, en especial el Holocausto, superó los 15 millones de exterminados, en su mayoría judíos, y que durante el régimen estalinista millón y medio de personas fueron fusiladas por motivos políticos, a lo que hay que sumar otros millones de personas que murieron deportadas o en campos de concentración. Un horror que transitó por Europa, sin olvidar las dictaduras mussoliniana y franquista y muchos otros regímenes del Este en todas sus variantes totalitarias.

Este día pone en primer plano a las víctimas, no entra a juzgar ideologías deleznables, pero sí actos de esos regímenes que tenían en común acabar con los valores democráticos sometiendo a Europa a los episodios más duros de su historia, acompañados en otros lugares del mundo por otros también terroríficos, como el que protagonizó el Jemer rojo camboyano, o la destrucción realizada por las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.

El Parlamento Europeo defiende la «Memoria histórica activa de Europa» para prevenir que se repitan los crímenes del totalitarismo, mediante el legítimo acto de «preservar la memoria de las víctimas de deportaciones y exterminios», y reforzar «la paz y la estabilidad» en el continente europeo y en todo el planeta, mediante el compromiso con los derechos humanos, en la tarea común de asegurarse que los horrores no vuelvan a repetirse «nunca más», como dijeron los sobrevivientes.

Su significación política en momentos como los actuales es de transcendencia democrática. Vivimos tiempos de crecimiento de la xenofobia, de extremismos, de polarizaciones y radicalismos, en el mismo escenario de la Europa ilustrada que vivió dos guerras mundiales sin igual; vuelven a emerger discursos totalitarios y de fanatización, a veces de nuevo cuño, otras veces descaradamente antiguos, unos propugnando totalitarismos blandos, otros, la vuelta a las dictaduras, sin olvidar integrismos de toda índole, que quieren quebrar la universalidad de los derechos humanos arrancados del sufrimiento y el horror padecidos.

Así pues, tenemos el deber de recordar por las víctimas y porque sin memoria, decía Elie Wiesel, Nobel de la Paz y sobreviviente de Auschwitz, perdemos nuestra humanidad, y añado, debiendo interiorizar cada uno que: «Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros» (artículo 1 de los Derechos Humanos).

ESTEBAN IBARRA
Presidente del Movimiento contra la Intolerancia
Secretario General del Consejo de Víctimas de Crímenes de Odio

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