El fútbol sonroja a Europa

| 13 marzo, 2018

El presidente del PAOK, un exdiputado ruso condecorado por Putin, salta al campo con una pistola, ultras del West Ham y el Lille agreden a sus jugadores y los del Hamburgo les amenazan de muerte

JOSÉ SÁMANO. EL PAÍS.- Un policía muerto en Bilbao, cientos de bengalas en el Parque de los Príncipes de Parísjugadores agredidos por sus propios hinchas en Lille y Londres, futbolistas del Hamburgo amenazados de muerte con cruces sembradas en su campo de entrenamiento… Y el colmo de todos los colmos: el presidente del PAOK de Salónica, Ivan Savvidis, un exdiputado ruso condecorado por Vladímir Putin, invadiendo el domingo el césped de su equipo con una pistola en la cintura. El Gobierno griego decidió este lunes suspender la Liga y se decretó una orden de detención contra el jerarca del PAOK y otras cuatro personas, presuntamente sus guardaespaldas. No se trata de sucesos del pleistoceno,sino ocurridos en los últimos días en el corazón de la vieja Europa.

Un rebrote de la barbarie ha disparado otra vez todas las alarmas en el fútbol europeo. A 90 días del Mundial en Rusia, cuyos ultras están entre los cabecillas del nuevo espanto, Europa ha encadenado estos días varios hechos infames, cuando parecía que tras los trágicos episodios de décadas atrás la cara más sucia del fútbol había sido maquillada con firmeza. En la Eurocopa de 2016 en Francia se atisbó un repunte sanguinario. No ya con el atroz hooliganismo campante de los ochenta, sino con un sucedáneo: legiones de extremistas con aire de paramilitares llegados en su mayoría de países del Este. Lo ocurrido estos días en distintas esquinas europeas revela que la onda expansiva va más allá. Y, como en los años más tenebrosos, se reproducen los indicios del cordón umbilical entre algunos rectores de los clubes y sus ejércitos.

En medio de este disparatado concilio, ha habido quien se ha puesto al frente de la manada sin tapujos. El domingo se vivió en Salónica una de las escenas más surrealistas y turbadoras que se recuerda. El PAOK dirimía su lucha por el liderato con el AEK de Atenas que dirige el español Manolo Jiménez cuando el árbitro, con 0-0, anuló un gol a los locales en el último minuto por fuera de juego. Varios hinchas asaltaron el recinto de juego, entre ellos, arropado por un convoy de guardaespaldas, Ivan Savvidis, un empresario georgiano de los que no pasan desapercibidos en los tronos de la revista Forbes.

Película de Clint Eastwood

Savvidis se dirigió al colegiado iracundo y con una pistola enfundada en el trasero. En las imágenes se observa cómo alguien sopla al oído de Georgios Kominis, el árbitro, al tiempo que le hace ademán de que abandone el terreno. Así hizo durante dos horas, hasta que el encuentro fue suspendido. Tiempo tras el cual, según el twitter oficial del PAOK, “en el acta arbitral se dio por bueno el gol”.

“El presidente del PAOK ha pasado por delante de mí y no sabíamos que llevaba pistola. Se echaba la mano a la cintura y nadie sabía el motivo”, relató Manolo Jiménez, ex jugador y entrenador del Sevilla, a la SER. Y añadió: “He visto cómo amenazaba al colegiado: ‘Estás acabado como árbitro’. Yo alucino. Quizá en una película de Clint Eastwood…”.

“Lo que vivimos es un ataque al honor del fútbol griego. Dañan al club y a los seguidores. Que alguien entre al campo con una pistola en la mano es una provocación inadmisible”, afirmó Panos Skurletis, ministro griego de Interior, a la agencia local AMNA. La Liga griega ya fue suspendida en 2015 y 2016. Una de las causas: un incendio en casa de un árbitro.

El PAOK es reincidente. El pasado 25 de febrero, también en su estadio, llamado paradójicamente La Tumba, el entrenador del Olympiacos, el español Óscar García Junyent —exjugador del Barça, entre otros— fue atacado con un rollo de papel del que se utiliza en las cajas registradoras. Tras una hora de deliberaciones el duelo fue suspendido. Óscar fue hospitalizado con un edema en el labio superior, dolores en cuello y mandíbula, náuseas y mareos.

Pero Grecia no es el único volcán del fútbol europeo en erupción. Ni tampoco el único paraíso de ultras consentidos. En París, el pasado martes, los ultras del PSG, con antecedentes más que reprochables, exhibieron con total impunidad cientos de bengalas en el duelo contra el Real Madrid. La expedición española ya había recibido la noche previa una visita nada amistosa de un grupo de perturbadores. Los mismos radicales a los que el PSG puso una alfombra para que hicieran pandilla con los jugadores. L’Équipe publicó el pasado sábado que el incordio temerario al Madrid llegó hasta el punto de que un dirigente de la entidad gala intentó que el autobús madridista no tuviera escolta policial del hotel al estadio. Por supuesto, el transporte fue debidamente blindado.

Antes de los últimos incidentes en Francia y Grecia, en Portugal la Liga tuvo que llamar al orden a los dirigentes del Benfica y el Sporting por sus excesos de agresividad física y verbal. En este país transita el Canelas 2010, un equipo de Tercera que alinea a varios caudillos de los Super Dragões, los ultras del Oporto.

La ola de violencia desatada también ha tenido sus brotes este fin de semana en dos ligas de élite, caso de la reputadísima Premier y la Ligue 1 francesa. En Londres, medio centenar de hinchas del West Ham saltó el sábado al campo y se enfrentó a sus propios jugadores en pleno partido. Un espectáculo bochornoso ocurrido no en un recinto cualquiera, sino en el estadio olímpico de Londres que hoy cobija al histórico West Ham. El equipo cayó ante el Burnley (0-3), flirtea con el descenso y la gente la pagó con los futbolistas y sus dos propietarios, David Gold y David Sullivan, que tuvieron que dejar el palco antes de lo previsto. Lo mismo sucedió en Lille, donde al menos tres de sus futbolistas fueron agredidos por radicales del equipo con pasamontañas tras el empate con el Montpellier. El Lille también está muy cerca del descenso.

Más macabro aún fue lo del Hamburgo, también acaecido este domingo de tiritonas para el fútbol. El Hamburgo, que jamás ha perdido la máxima categoría del fútbol alemán, está a un paso de irse por el desagüe a Segunda. Tras encajar un 6-0 el sábado ante el Bayern, su campo de entrenamiento madrugó con once cruces sembradas y una pancarta: “Ha llegado la hora, no podéis escapar”.

Quien no pudo escapar a la desgracia fue el ertzaina Inocencio Alonso, de 51 años, que el pasado 22 de febrero falleció en Bilbao por un infarto en medio de la salvaje refriega entre radicales del Athletic y el Spartak de Moscú, un partido no declarado de alto riesgo por las autoridades españolas pese a los avisos previos sobre las hordas visitantes.

Europa tiene motivos sobrados para que el fútbol le vuelva a sonrojar.

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